Es de sobra conocido que fueron tres concejales del consistorio del Cap i Casal que regía allá por el año de 1870 -Pedro Vidal, José ... Saura y Enrique Ortiz-, quienes tuvieron la feliz idea de, coincidiendo con las fiestas de Santiago y Santa Ana, programar corridas de toros. El fin de aquella iniciativa era crear alicientes para que el personal que abandonaba la ciudad por el veraneo cuando apretaba la canícula, retenerlo en la ciudad. El éxito alcanzado fue tal que al año siguiente se reforzaba el programa taurino con una feria que se instaló en el Paseo de la Alameda y que perduró en dicho lugar hasta bien entrada la década de los años sesenta.
Llegados a este punto hay que preguntarse qué queda de aquella iniciativa que tuvieron unos ediles que recurrieron a la fiesta de los toros para complacer a la ciudadanía al tiempo que potenciar la vida económica de su ciudad. Con gran dolor hay que decir que nada. El consistorio valenciano que debía haber sido el garante de potenciar la que llegó a ser la primera feria de España, en lo taurino pero también en lo lúdico, desde hace décadas, sacó de su programa de festejos cualquier referencia a las corridas de toros.
Este año, y porque ha habido que acometer una gran reforma en el monumento que es la plaza de toros, no se van a celebrar las corridas de la Fira de Juliol, marca en valenciano salida de las gentes de nuestros pueblos y de nuestra fértil huerta, y que en los últimos tiempos por dejadez de unos y desacierto de otros, hay que aceptarlo, ha entrado en cierto letargo del que urge sacarla.
Y ha sido por iniciativa de LAS PROVINCIAS con el respaldo del presidente de la Diputación, que esta tarde se celebre un Aula Cultural en la Beneficencia, para debatir sobre aquello que se debe hacer para situar en el lugar que le corresponde a un legado que en su momento de esplendor puso a Valencia entre los destinos preferidos por gentes de calidad de todas las latitudes.
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