Veo el fin de semana que asumió el joven matador Samuel Navalón, anunciándose jueves, viernes y sábado, con tres corridas del encaste Victorino/Adolfo (lo ... de Albaserrada ya queda lejos), y es obligado reflexionar sobre la trayectoria de este joven espada que, atesorando condiciones para brillar, esas condiciones no se le están valorando. Antes de proseguir, vaya por delante que quien firma esta columna, su experiencia le dice que ser torero es muy difícil y llegar a figura un milagro, pero si además se cometen errores de bulto, no sólo por parte de quien dirige su carrera, sino por el propio sistema que rige la fiesta de los toros, la cosa se complica y se puede caer en la injusticia.
Este torero, hecho en la escuela de Albacete, pero natural de Ayora, después de una fugaz trayectoria como novillero, tomó la alternativa en Albacete el 14 de septiembre de 2024 y catorce días después la confirmó en Las Ventas en el abono de otoño. Los dos compromisos los resolvió con nota, puerta grande el día del doctorado y una oreja de peso en la confirmación. Lo lógico es que se le hubiera allanado el camino de las oportunidades, pero no fue así. Ni en Valencia lo pusieron en Fallas. Y eso no es culpa sólo del apoderado y si del empresariado que debe apostar por los valores con interés.
Ese revés le supuso un primer frenazo a su prometedora carrera. Aceptar trágalas como la de dejarse anunciar tres tardes seguidas con divisas que, por su comportamiento precisan manos ya mucho más rodadas, solo se puede justificar por ese afán de querer llegar a la meta soñada. Demasiado arriesgado, porque recurrir a la épica cada tarde, aunque tengas el premio de un rabo como sucedió en Casas Ibañez, no es el camino. Y, como aficionado, me duele, porque la Valencia taurina precisa de toreros que ilusionen y este Navalón de Ayora, si no se le aburre, tiene condiciones para ello.
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