Homenaje a Paquirri

Cuando falta un año para que se cumpla la cuarta década de su adiós, tiempo vital que él no pudo alcanzar porque se fue a los 37 años, es hora de que el mundo del toro le rinda homenaje por su ejemplar profesionalidad y por la ejemplar entereza que mostró al mundo en el trance de enfrentarse a la muerte.

Aquella reflexión, consejo más bien, al cirujano que le iba a intervenir «...doctor, yo quiero hablar con usted porque, si no, no me voy a quedar tranquilo; la cornada es fuerte; tiene al menos dos trayectorias, una para allá y otra para acá; abra todo lo que tenga que abrir y lo demás está en sus manos», vino a reflejar el conocimiento que tenía Paquirri de su profesión y también de las carencias que sabía que tenía aquella enfermería. Las imágenes en tan difícil trance se convirtieron en su última gran aportación al toreo, seguramente la más importante de todas. Desde entonces no se puede celebrar un festejo sin que haya una enfermería adecuada o una UVI móvil perfectamente equipada.

Las carencias asistenciales no solo era un problema de Pozoblanco, era general y así se entendió. El impacto de lo sucedido y escuchado en aquella enfermería trascendió al mundo del toro y fue la chispa que despertó la conciencia general sobre las carencias asistenciales en las plazas menores y provocó la búsqueda de soluciones. Como ejemplo, ahí está el posgrado de Asistencia Médico Quirúrgica Integral a los heridos por Asta de Toro, de la Universidad de Valencia, que comienza ya. Todo ello, su pasional profesionalidad y su influencia en la mejora asistencial a los toreros son méritos y argumentos suficientes para avalar un homenaje al hombre y al torero, a Francisco Rivera Pérez o si prefieren a Paquirri. Mientras no se le haga, el toreo se lo debe.