Bocata y cerveza en la Lonja
El desahogo de los turistas en el edificio declarado Patrimonio de la Humanidad es sólo comparable con la falta de firmeza del Ayuntamiento con estos asuntos
Cervecita, ensalada, bocadillo y algo de postre, claro. Un menú completo a los pies de un edificio catalogado como Patrimonio de la Humanidad, el único ... de Valencia. Me pregunto mientras veo la imagen enviada por la asociación Círculo por la Defensa del Patrimonio si pasará lo mismo en las fachadas de Notre Dame o en las del Duomo. Estoy seguro de que no.
La presencia de cámaras de vigilancia alrededor de la Lonja no evita la presencia casi diaria de grupos de turistas sentados en los escalones de prácticamente todos los lados del edificio gótico, la joya arquitectónica de Valencia al menos con el título otorgado por la Unesco.
Es mala imagen para la ciudad y también para el Ayuntamiento. Las veces que he estado en Florencia a nadie se le ocurría algo parecido, como mucho pegarse a la fachada para protegerse del sol al fresco de una estrecha sombra. Y en Roma, en la escalinata de la plaza de España es que no dejan ni sentarse para saborear un helado. Somos diferentes también para lo malo.
La concejalía de Cultura lo intenta pero no es suficiente. También hay mucha falta de civismo acumulado en los genes que aflora más cuando el vecino se convierte en turista. Lo vemos en otros lugares como al asomarse al foso de las torres de Serranos, siempre con algo de basura en el fondo, como si fuera un desafío. O en el bote de cerveza colocado justo debajo del balcón del ayuntamiento.
El patrimonio histórico está para ser disfrutado pero también para respetarlo. Lejos quedan los tiempos en que los primeros turistas ingleses arrancaban trocitos de la decoración de yeso de la Alhambra de Granada o el pan de oro de los murales de Santa Sofía en Estambul. En teoría, nos hemos vuelto más amables.
Es mucha teoría pero de algo tiene que servir el paso del tiempo, o al menos eso espero. En el turismo ya no hay temporada alta o baja, sobre todo en Valencia, aunque a partir de ahora los grupos de visitantes serán más visibles, con el punto álgido de las vacaciones veraniegas. Convendría alguna acción por parte del Ayuntamiento y de otras instituciones para concienciar sobre el patrimonio protegido, tanto para los foráneos como para los que vivimos aquí, que falta hace.
Ahora llega la reforma de la plaza de San Agustín, la avenida del Oeste y de la plaza del Ayuntamiento. Digo «ahora» aunque no hay plazos para ninguna de las obras, a pesar de que se trata de iniciativas del anterior mandato. Buen momento cuando sea para poner de relieve el patrimonio arquitectónico que rodea estos espacios con información para los viandantes. Pienso por ejemplo en el Mercado Central, cuya separación ahora al pasar de una avenida vetusta a la moderna plaza Ciudad de Brujas es casi dolorosa. Y en el otro extremo, la iglesia de San Agustín.
Hay edificios muy potentes que ahora pasan desapercibidos y que merecen reconocimiento. Y si de paso podemos darle visibilidad a uno o más edificios del Movimiento Moderno, pues mejor, que son una debilidad para el que suscribe en gran medida porque las instituciones públicas no los consideran como se merecen.
Aunque si va a ser con el mismo resultado que ha sufrido la señalética de la Via Augusta a su paso por la calle San Vicente Mártir, entonces mejor dejarlo aparcado. Igual que ocurre que con los ya «míticos» carteles que explican las ruinas de la plaza de los Pinazo. Digo míticos porque todos los paneles están tan sucios y estropeados que no se entiende nada. Podría contar que había un portal de la muralla cristiana o una puerta estelar. Total, a nadie parece importarle.
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