La Universitat, de vacaciones
Con honrosas excepciones, hay dos velocidades, dos modelos de producción, de trabajar, de atender a los demás y hasta de entender la vida: público y privado
Hay debates que igual que aparecen se esfuman sin apenas hacer ruido, como si nunca hubieran existido. ¿Qué fue de la semana laboral de cuatro ... días, a dónde ha ido a parar? Y eso que aquí en Valencia tenía un ferviente partidario, el entonces alcalde Joan Ribó, al que se ve que perseguía la mala conciencia. ¿Por qué no van a poder disfrutar los demás de lo mismo que ya tengo yo?, se debía de preguntar. (Claro que si todos hubiéramos llevado su ritmo de ¿trabajo?, España habría llegado a paralizarse por completo). Lo cierto es que esa semana laboral de cuatro días se va imponiendo por la fuerza de los hechos, que no por decreto, que es el mecanismo con el que los buenos comunistas (Yolanda Díaz, su promotora, o Ribó, su fan número 1) pretenden transformar las sociedades. Son muchos los despachos profesionales que los viernes por la tarde cierran. Al igual que consultas médicas, gestorías, personal de oficinas de las fábricas y, por supuesto, la administración pública. Si tiene un asunto pendiente con el Ayuntamiento, la Generalitat o el Gobierno, no espere al viernes por la tarde para resolverlo. La semana de cuatro días y medio ya existe, está implantada y acabará imponiéndose. Y luego vendrá, ella sola, sin Yolandas ni Ribós, la de cuatro días. Con las vacaciones de verano está ocurriendo algo similar. Por una parte, se están anticipando. Ya no se va todo el mundo en agosto. Especialmente en Madrid comienza antes el paréntesis estival. El pasado fin de semana ha marcado el punto de arranque vacacional de muchos sectores profesionales, que a su vez adelantan el regreso hacia el 20 o el veintitantos de agosto. Pero, por otra parte, se produce un alargamiento del descanso. El modelo escolar se intenta extender a otros sectores. No, desde luego, a las empresas privadas, donde los respectivos convenios colectivos establecen los 30 días anuales. Pero sí, por ejemplo, a las universidades públicas. Si al fin y al cabo, las carreras de hoy son el Bachillerato de ayer, ¿por qué no copiar las vacaciones de los colegios? Esta debe de ser la razón por la que el pasado jueves, en el claustro de la Universitat de València que debía aprobar la reforma de los estatutos, faltaron 133 de los 271 claustrales, lo que impidió que el nuevo texto saliera adelante. Ya me puedo imaginar la cara, mitad de incredulidad, mitad de indignación, de los finalmente ausentes al recibir la convocatoria: ¿pero a quién se le ocurre poner un claustro un jueves de julio?, se preguntarían. ¿Es que acaso no saben que estamos de vacaciones? Dos velocidades, dos realidades, dos formas de entender el trabajo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión