¿Quién quiere ser conseller?
La pregunta de por qué se ha empobrecido la clase política tiene respuesta: los salarios no son acordes a la responsabilidad y la actividad se ha vuelto tóxica
Así como aquel programa de televisión '¿Quién quiere ser millonario?', presentado en sus inicios por Carlos Sobera, tenía una fácil respuesta -«todos los que aún ... no lo son»-, la pregunta que da título a esta columna ofrece múltiples variables. El martes, en una cena con amigos, lo abordamos. ¿Por qué la clase política se ha deteriorado tanto en los últimos años? Porque la excelencia se ha recluido en el sector privado o en el alto funcionariado, no en los partidos. Hay varias razones que lo explican. La primera es el salario. Carece de toda lógica que un conseller que gestiona un departamento que mueve miles de millones de euros al año y tiene a su cargo miles de empleados públicos gane mucho menos que el directivo de una empresa con menos personal y menos presupuesto. Un abogado, un arquitecto, un médico o un ingeniero con cierto prestigio no va a dejar su despacho o su consulta si su retribución pasa a ser inferior. A nadie se le puede pedir semejante sacrificio. En segundo lugar, tampoco es plato de gusto tener que declarar tu patrimonio y que sea publicado. Asunto distinto sería que se tratara de un documento secreto, accesible únicamente para el interventor y que podría ser usado en caso de ser acusado de corrupción, para comprobar si ha existido o no enriquecimiento personal. Además, en tercer lugar, las redes sociales y la instantaneidad de internet han modificado el escrutinio público al que son sometidos los dirigentes políticos. Que ahora es a cada segundo, con cada movimiento, gesto, declaración, visita o ausencia, cómo se viste, qué mira o deja de mirar durante un pleno, si sonríe o hace un gesto raro... No hay quien pueda superar un examen tan riguroso las 24 horas del día, los 365 días del año. Antes o después te van a pillar en una falta. Y te van a machacar. Por último, la política se ha envilecido. Ya no se debate sino que directamente se va al choque. El ambiente, no hace falta ni explicitarlo, es hostil, agobiante, poco o nada estimulante. Cero apetecible. Resumiendo, peor salario que en un puesto similar en la privada, bajo los focos a todas horas, linchado a la menor ocasión (que le pregunten a la legión de imputados del PP que tras un calvario de años se vieron libres de responsabilidad penal pero con sus vidas arruinadas y sus carreras por los suelos) y en un escenario de guerra permanente en la que no hay ni un minuto de tregua. Así que vuelvo a preguntar ¿quién quiere ser conseller? En la citada cena con amigos, los siete participantes (todos, salvo uno, profesionales de éxito) respondimos lo mismo: «Yo no». Suerte a los nuevos, la van a necesitar.
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