Gracias, Ferran Torrent
La derecha trata de ganarse a los autores progres porque es más liberal, porque en su caladero hay menos peces y porque tiene miedo a la reacción de los contrarios
Decíamos ayer... El actual ministro de Cultura, el comunista Ernest Urtasun, no dará un premio nacional de su departamento -dotado cada uno con 30.000 ... euros- a nadie que ideológicamente no sea afín. Emplea estos galardones para ayudar a los suyos. Un Gobierno de izquierdas no reconocerá la labor de un creador al que se identifique como «de derechas». Al contrario, procurará desacreditarlo, burlarse de él y hacer ver que es un friki por no militar en el bando correcto. Es como el Ayuntamiento de Barcelona, que para la feria del libro de Guadalajara, en Méjico, en donde participaba como ciudad invitada, dejó fuera de la lista de escritores a Ildefonso Falcones, autor con millones de ejemplares vendidos pero que escribe en castellano, no en catalán. ¿Cómo se te ocurre, Falcones? Lo correcto, en este caso, es la lengua autóctona, «la nostra llengua» que dicen los de aquí. Hay que hacer como la «Fira del Llibre de València», que se llama así, «Fira del Llibre de València», sólo en valenciano (¿o he de escribir valenciano/catalán?), aunque más del 90% de sus ventas son de libros en castellano. Que la verdad no te estropee la construcción nacional. La derecha, en estos asuntos, es más abierta, más liberal, más integradora. En parte, por convicción, porque no les sale ser tan dogmáticos como los 'progresistas' (la comilla simple no es casual). En parte, también, porque tiene menos donde elegir en el caladero propio, mucho más menguado. ¿Qué escritor, cineasta, artista o intelectual que se precie se atreve a proclamar abiertamente «soy de derechas»? Prácticamente ninguno. El temor a ser excluido, a quedar apartado, a ser señalado como un apestado, actúa como un sedante frente a los impulsos de afirmación ideológica conservadora. En parte, pues, por convicción, en parte por disponer de menos banquillo y en parte, por último, por tratar de ganarse a los contrarios, a los díscolos. O, más que ganárselos, por evitarse los disgustos, los gritos de «¡Mazón dimisión!» en la entrega de unos premios de teatro. Herederos del «No a la guerra» de otros tiempos. Continuadores de los discursos incendiarios en la gala de los Goya, siempre en la misma dirección, siempre contra los mismos. Esperan comprar la paz, como si fueran los sindicatos paniaguados a los que se domestica a base de subvenciones y otras prebendas y canonjías de las que un día habría que hablar, pero al final el guión tiene el desenlace previsible. El de que los creadores, autores, artistas y cineastas de izquierdas tiran siempre que pueden hacia su sector ideológico. Como acaba de hacer Ferran Torrent.
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