'Exposició del ninot antifeixiste'
Viven anclados en el pasado, tanto si gobiernan como si están en la oposición. La duda es si la derecha política quiere aceptar ese marco mental que le imponen
La primera información que se encuentra el visitante que accede a la Lonja, el único monumento de Valencia declarado Patrimonio de la Humanidad por la ... Unesco, es un cartel sobre el papel que la gran obra de Pere Compte desempeñó durante la Guerra Civil (1936-1939), cuando su salón columnario acogió un par de sesiones de las Cortes españolas -mientras la ciudad fue capital de la República- así como, ojo al dato, «l'Exposició del ninot antifeixista». Me asalta la duda: ¿sería una «Exposició del ninot antifeixista» o una «Exposició antifeixista del ninot»? Suena parecido pero no es lo mismo. En la primera, todos los ninots tienen que ser «antifeixistas» mientras que, en la segunda, lo que es «antifeixista» es la exposición en sí misma, no los ninots. Pero vayamos al fondo del asunto. Los anteriores responsables (es un decir...) del Ayuntamiento de Valencia, con Joan Ribó al frente, consideraron que este hecho era lo más importante que convenía destacar de una joya del gótico civil como es la Lonja de la Seda. Lo cual nos da una idea muy exacta no ya sólo de su ideología sino de su personalidad. Viven anclados en el pasado. Idealizando un periodo histórico, el de la Segunda República, y obsesionados con la Guerra Civil y el franquismo. Que, recuerdo, hace ya medio siglo que se acabó. La inmensa mayoría de los españoles pasaron página, incluyendo en esta categoría a muchos de los que sufrieron en sus propias carnes los rigores de la dictadura. Pero ellos no. Porque han hecho del franquismo -en su caso, del antifranquismo- la razón de su existencia política, el principio y el fin de un activismo que no va más allá, encerrado en un bucle nostálgico. El Gobierno sanchista y sus socios (como Compromís, la formación que con el PSPV rigió los destinos de Valencia entre 2015 y 2023) alientan el fantasma de Franco y lo único que consiguen, en sentido contrario, es que en las encuestas aumente el número de jóvenes que ven la dictadura como una etapa «positiva», al destacar los datos de crecimiento económico o de construcción de viviendas y ponerlos por delante de la represión política y la falta de libertades. Es muy difícil curar una obsesión, no sé qué deberían hacer los políticos de la izquierda para superarla. Lo que sí sé es que los de la derecha no pueden aceptar las tramposas reglas del juego que les tratan de imponer sus contrincantes. Dicho de otro modo: ¿a qué está esperando el actual Ayuntamiento de Valencia para cambiar ese cartel de la Lonja? ¿Y para retirar la calle dedicada al golpista socialista Francisco Largo Caballero? ¿No se han enterado o les da igual?
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