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Un club sin alma

La deriva deportiva del Valencia no puede sorprender a nadie, es el resultado de una gestión caótica que desprecia la identidad y la historia de la institución

Pablo Salazar

Valencia

Miércoles, 8 de octubre 2025, 00:01

La triste y deprimente trayectoria deportiva del Valencia CF en las últimas temporadas no puede sorprender a nadie. Es la consecuencia lógica de haber vendido ... su alma al diablo. No, como Fausto, a cambio de placeres mundanos y saberes ilimitados, sino de simple supervivencia. Porque conviene no olvidar que la entidad había sido llevada al borde del precipicio por unos gestores irresponsables con ADN cien por cien valenciano. Que ni es cierto aquello tan socorrido de «quan el mal ve d'Almansa, a tots alcanza» ni hay que ir a buscar a Singapur el origen de la crisis sin fin que afecta a la institución con más seguidores y mayor proyección internacional de la Comunidad Valenciana. Los precedentes de inversores extranjeros que relanzaron equipos que hasta su llegada no competían en la élite europea (Chelsea, Manchester City o PSG) no han tenido eco en España. Donde las aventuras de multimillonarios de diversa procedencia, jeques y fondos se saldan, por el momento, en sonoros fracasos. Tal vez porque el componente identitario, la relación con su hábitat natural, es mayor en los clubes españoles que en los ingleses, franceses o alemanes. En el caso del Valencia, la gestión ha sido entre errática y caótica. Ajena a la sensibilidad del terreno. Con presidentes, y presidenta, que ni hablaban ni entendían el castellano. Lengua que tampoco maneja el actual CEO deportivo, el escocés Ron Gourley. ¿Qué relación puede establecerse con la afición, con los medios de comunicación y con los referentes sociales del valencianismo si ni siquiera se habla el mismo idioma? Insisto, a nadie puede sorprender que el conjunto que entrena Corberán pierda contra los dos últimos colistas, uno de ellos un recién ascendido a Primera. Ya no queda nada del legendario «bronco y copero». Es un club sin una cara visible -¿cómo dices que se llama el presidente...?-, que no pesa en Madrid, que ha desaparecido de los medios nacionales y que sólo es noticia por fracasos, ceses, protestas... No se respeta ni la historia, la del estadio más antiguo de España, un recinto que ha vivido finales de Copa, un Mundial, partidos internacionales, que ha visto pisar su césped a los mejores futbolistas de todos los tiempos y que ha sido hasta escenario no sólo de conciertos sino también de mítines políticos, en democracia y en la Segunda República. Si se desprecian las señas de identidad y se gestiona de espaldas a la sociedad valenciana, si el propietario de las acciones vive a unos 11.000 kilómetros de distancia, ¿por qué razón va a funcionar un equipo desestructurado y carente de personalidad?

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