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Se acabó. Lo que parecía imposible hace cuatro meses se ha hecho realidad con cuatro jornadas de margen. Lo improbable -por no decir casi imposible- ... se hizo realidad. El Valencia acabó la primera vuelta colista de PrimeraDivisión y en la Jornada 34 ya se ha salvado. Con una segunda vuelta de ensueño, ha pasado de estar en el fondo del abismo a estar a dos puntos de Europa.
Dos puntos. Medio partido. Y lo ha hecho todo en tan solo en quince jornadas. Uno de esos milagros que nos regala el fútbol de vez en cuando y que nos deja muchas cosas para la reflexión. La primera es indudable; Carlos Corberán ha salvado al Valencia y debió llegar mucho antes. La inacción habitual de Singapur, y de los genuflexos funcionarios de aquí, empujaron al equipo al abismo. Que nadie se olvide de eso. Desde el día de la UD Las Palmas en Mestalla todos sabíamos lo que -desgraciadamente- había que hacer. Eso pasó en octubre y Rubén Baraja no fue destituido hasta Navidad. Tela.
La irresponsabilidad es tan grande que no se puede caer en el error facilón de felicitar a los que trajeron a Corberán. Sería como condecorar al pirómano que, después de provocar un incendio, aparece como bombero salvador para apagar el fuego que él mismo ha originado.
Segundo; lo ocurrido hasta Navidad es un mensaje lapidario. La mala gestión solo conduce al desastre. La desinversión en el fútbol te condena al descenso. La política de Meriton, en definitiva, solo tiene un final; la muerte deportiva. Y si, tras estar al borde del descenso dos de los últimos tres años, Kiat Lim -o quién sea- no cambia el rumbo empresarial elegido hasta el momento la muerte será lenta... pero será.
Si Goldmand Sachs presta finalmente la millonada porque el Valencia se queda en primera, no hay un club de fútbol del mundo que genere beneficios desatendiendo... ¡Al equipo de fútbol!
Sin éxito deportivo no hay patrocinadores, no hay dinero de televisiones ni hay ingresos por competiciones. Ni tampoco compradores de acciones. Sin invertir en el fútbol... se mata a un club de fútbol. Solo espero que lo vivido en el mercado de enero -gastando lo impensable en entrenador y fichajes- sea la antesala del cambio empresarial de Meriton. Porque, sino, no hay nada que hacer. Y, sinceramente, lo dudo mucho. Porque Peter Lim, con Marcelino García Toral y Mateu Alemany, ya tenía el camino a seguir y los conductores del proyecto. Y los echó a los dos.
Y tercero; lo más inmediato. Corberán vuelve a ser el clavo al que agarrarse. Un descubrimiento para todos y un punto sobre el que crecer si le dejan trabajar. Lamento decir que acabará quemado como todos los anteriores pero, al menos, hoy está aquí. Con la obligación -que nunca objetivo- cumplida y, ahora sí, con un objetivo acorde al club que entrena delante de las narices. Europa asoma por la puerta con una fuerza impensable a cuatro jornadas del final. Eso sí es un objetivo en cualquier Valencia de la historia; estar en Europa. Ningún equipo llega con los números de los blanquinegros al tramo final. Ninguno llega con su dinámica y, encima, los rivales por Europa no están siendo capaces de ganar.
El sábado ante el Getafe empieza la batalla. Si no llegan a Europa les aplaudiremos por una segunda vuelta de ensueño. Cero decepción con el equipo. Pero, si lo consiguen, será el justo premio para una afición que nunca les abandonó. Porque el fútbol es de la gente. Que piensen en ellos jugadores y técnico. Porque por ellos, y por nadie más, hay que luchar hasta el final.
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