Se habla mucho de la depresión postvacacional y no tanto del estrés prevacacional, que es en el que ahora muchos nos encontramos. Problemas del primer ... mundo, sin duda. Lo otro, lo de sentir malestar al regresar a la rutina, lo de que cueste concentrarse en el puesto de trabajo, lo de sentir apatía por retomar la actividad cotidiana, ya lo abordaremos en septiembre. En estos días previos a la libranza veraniega se acumulan sensaciones e inquietudes extrañas. Es verdad que el cansancio hace mella, pero hay algo en sí en la recta final de curso que genera un desgaste extra.
En esta cuenta atrás aparece un esbozo de ansiedad ante el temor de no llegar a tiempo a todo, de no ser capaces de acabar todas las tareas encomendadas y de que alguna quede pendiente. Nada más triste que comenzar el primer día de vacaciones rematando lo que no te has sido capaz de terminar en once meses. Cerrar el ordenador el 31 de julio y pensar que vas a estar -en el mejor de los casos- un mes entero sin volver a abrirlo es un placer que no debemos perdernos. Pues en esas estoy, en buscar la manera de cerrar los asuntos que han pasado por mis manos en los últimos tiempos.
A la vez que disputo esta contra reloj, trato de organizar lo que haré en mis próximos días libres. Y aunque este año he decidido no planificar demasiados viajes ni actividades es necesaria una previsión mínima. Es muy bonito lo de dejarse llevar pero la realidad a veces te estampa un sopapo si no has sido cauto en algunos aspectos. Es verdad que no es preciso idear cada salida sabiendo exactamente lo que vas a visitar, comer y comprar, pero no es recomendable no tener nada atado. A no ser que tu bolsillo te lo permita. Porque lo de buscar un alojamiento a última hora sin gastar una cantidad indecente es cada vez más complicado. Comprobar que, por no haberlo hecho antes, las opciones de gastar menos se reducen produce entre rabia e indignación.
Hay algo en la recta final a comenzar las vacaciones que genera un desgaste extra
Bien es cierto que una vez pasas la tarjeta de crédito y das el plan por cerrado la angustia disminuye. Lo que surge desde ese momento es la expectación y a esta también hay que atarla en corto para que no nos juegue malas pasadas. Porque cuanto más altas sean las expectativas mayor probabilidad de decepcionarnos existirá. Esa búsqueda del equilibro merece un episodio aparte en este intervalo anterior al periodo de descanso.
Al compartir este abanico de sentimientos contradictorios con amigos y compañeros he descubierto que no estoy solo en esta travesía y que el estrés prevacacional ofrece variantes dependiendo de quien lo padezca. Hay a quienes salir de la rutina le produce un vértigo increíble y que en ella hallan su zona de confort. Y otros que sufren porque no ven posible desconectar y continúan en tensión durante las vacaciones por lo que pudiese pasar en su oficina.
Somos complejos hasta para disfrutar.
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