Virgen de la Buena Guía

Quiero detenerme en la iglesia. Se trata de un inmueble que pasa desapercibido si no fuera por su espadaña. Hacia los años 60 del siglo pasado se estableció en los bajos de un edificio que, por fuera, mantiene las características del leguaje arquitectónico del conjunto de casas de la zona: planta baja y un piso con balcones. El interior está constituido por una relativamente ancha nave y un presbiterio, sobre unos pocos escalones, cubierto por una bóveda que dejan en medio un lucernario amplio, de vidrios coloreados.

Al fondo a la izquierda, la importante imagen en madera de talla directa, obra maestra del profesor y académico Enrique Giner Canet, de la titular, Nuestra Señora de la Buena Guía, velada sobre la cabeza y con Niño, todo con el tono propio del material con algunos toques en las carnaciones y otros detalles. Está sobre la proa de una barca, en cuya matrícula figura el nombre de la advocación.

Al otro lado, una buena talla del Crucificado, quizá similar al arquetipo del Cristo del Salvador de Valencia por la inclinación de su cabeza, con aire de escultura popular con policromía; nada académico, con tonos fuertes y grises, oscurecidos. Sagrario empotrado. Y en la nave, a la derecha, sobre el muro, en ménsula, una imagen de Nuestra Señora de los Desamparados, donativo de una feligresa en los años 70. Un cuadro de Peiró Ferrandis, firmado y fechado en 1974, que representa a Cristo crucificado, concluye el viaje por un emplazamiento con encanto.