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Arsénico por diversión

La carroza

María José Pou

Valencia

Jueves, 18 de septiembre 2025, 23:55

Los británicos saben cómo seducir a un presidente norteamericano que añora el poder absoluto de los antiguos monarcas: Trump fue agasajado por Carlos III en ... carroza, en un castillo, con parada militar y codeándose con los verdaderos 'royals'. Sus estrategas conocían el impacto que causó en el presidente de Estados Unidos su visita a Francia para asistir al desfile del 14 de julio que hasta le animó a organizar uno similar en Washington, de modo que explotaron uno de los recursos más admirados por sus antiguas colonias: la realeza. Podríamos temernos que, tras su paso por el Reino Unido, volviera a casa decidido a ejercer de monarca norteamericano. Sin embargo, no es tanto una pesadilla de futuro como un hecho del presente. Su carroza es el Air Force One; su castillo, Mar-a-Lago; su parada militar, la de Washington el día de su cumpleaños, y su pareja real, Melania y él. Ya actúa como monarca, con su corte de millonarios satisfechos y su ostentación permanente. Es el despotismo no ilustrado de Trump.

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Es lo que le reprochan quienes se manifiestan bajo el eslogan 'no kings' (sin reyes). Se trata de una corriente popular que rechaza los modos autoritarios que ya asomaban en la primera presidencia de Trump pero que ahora utiliza sin contención. Es uno de los modelos de autoritarismo, de rancio abolengo, nostálgico del pasado, y con aroma a tapices y armaduras en cada esquina. Tiene su corte, intenta someter a la Justicia y al poder local, y se considera legitimado para imponer un nuevo orden mundial.

Frente a ese perfil, hay otro que resulta más contemporáneo, pero igualmente absolutista. Es el de Pedro Sánchez intentando usurpar el papel del Jefe del Estado para erigirse de facto en el primer presidente de la III República española. Él no quiere ser monarca sino realeza republicana que es su versión desacralizada, como los bautizos laicos o las primeras comuniones paganas. También tiene su corte, su Falcon, sus baños de multitudes en la sede de Ferraz o en la reunión del grupo parlamentario socialista; su Palacio bunkerizado, ya sea la Moncloa o la Mareta, y su primera dama con un glamour ligeramente divergente respecto al de Melania. No es menos inquietante que el absolutismo de Trump, porque ambos creen que tienen una misión excelsa que cumplir y solo ellos pueden hacerlo. Ni siquiera otro de su mismo partido. Es un mesianismo de nuevo cuño, aunque Sánchez esté más cerca del 'influencer' de éxito que del monarca anterior a la Bastilla. Ambos perdieron la cabeza una vez pero no van a permitir que vuelva a ocurrir.

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