El método Orengo
El exdirigente socialista, metido ahora a aprendiz de gerente de pub irlandés, también parecía sólo un buen tipo. Todos los partidos necesitan un Orengo o un Pérez Llorca
Juanfran Pérez Llorca tendrá que reconocerle a Carlos Mazón, si no lo ha hecho ya, el gesto de no acudir al debate de su investidura ... como nuevo president de la Generalitat, más allá del momento de la votación. Porque esa decisión, adoptada para no quitarle foco al candidato, permitió al mismo tiempo dejar en evidencia el discurso monotemático de la oposición de PSPV y Compromís. La combinación Mazón-dana-ventorro se podía sostener mientras todos sus integrantes se mantuvieran en la primera línea. Apartado uno de ellos, el aún líder popular, los manotazos al aire de Muñoz y Baldoví en sus intervenciones desde la tribuna se convirtieron en lastimosas. Pérez Llorca ha empezado a ganar la carrera para encabezar la candidatura del PP valenciano en 2027, porque ha conseguido engañar a quienes pensaban que con ese aspecto de alcalde de pueblo que dice cosas simples y buenas palabras no sería capaz de asumir el papel de president. El nuevo jefe del Consell -atentos al Ejecutivo que nombrará la próxima semana-, tiene bastante más profundidad y recorrido de lo que muchos se piensan. Para que lo entiendan en el PSPV, José Manuel Orengo también adoptaba esa pose de buenazo que había caído por casualidad en la actividad política. Y cualquier dirigente socialista sabe de la habilidad de quien llegó a definirse a sí mismo como un «gordito cobarde» para burlar una comisión de investigación en las Cortes Generales. Orengo, ahora metido a aprendiz de gerente de pub irlandés tras su salida de Balearia, fue clave para que la izquierda recuperara la Generalitat en 2015. Ximo Puig ha contado alguna vez que el bueno del exalcalde de Gandia tenía en la cabeza (no pequeña precisamente) el número de concejales del partido por provincias, por comarcas y hasta por municipios. Y que nada más celebrarse las elecciones de aquel año supo predecir la mayor parte de las coaliciones municipales que permitieron conquistar un buen número de alcaldías a su partido. Todos los partidos necesitan un Orengo, o un Pérez Llorca.
Orengo, por enlazar la idea, fue en su día el descubridor de Diana Morant, fallera mayor que de la mano del exdirigente socialista descubrió su vocación política. Morant, ministra desde hace casi cuatro años y medio, encabeza ahora un socialismo valenciano que, tras el evidente fracaso del 'vulem vutà', tendrá que buscar algún otro argumento con el que tratar de convencer a su electorado de que no se quede en casa. Y no lo tendrá fácil. A la misma hora que Pérez Llorca dejaba 'sin piñata de cumpleaños' a la izquierda parlamentaria valenciana, el Tribunal Supremo decidía enviar a prisión provisional a José Luis Ábalos. Y de paso, estrechaba un poquito más la soga sobre el cuello de Pedro Sánchez, al que Junts -todo el mismo día- zarandeaba en el Congreso con una nueva derrota parlamentaria del Gobierno, en este caso la senda de estabilidad. Hasta los medios tradicionalmente afines al presidente del Gobierno comienzan a reconocer que Sánchez tiene pocas salidas más que la convocatoria de elecciones generales, a la vista del sudoku político y judicial que le atenaza. Y encima con Ábalos enfadado. Una eventual convocatoria de elecciones provocaría, claro está, el proverbial zafarrancho de combate para la composición de candidaturas electorales. Y en el caso de los socialistas valencianos se especula sin parar con que pudiera ser la propia Morant la que encabezara la lista al Congreso por Valencia, decisión que facilitaría su relevo como cartel electoral a la Generalitat. Seguro que el Orengo del PP prefiere que se quede. «Hay que cuidarla».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión