O te la dan, Enrique
Se atribuye al escritor Eugenio D'Ors la frase según la cual «en Madrid, a cierta hora, o das una conferencia o te la dan». ... El autor de la cita, que también sirve para Valencia, situaba el citado horario a las ocho de la tarde. Hoy, los hábitos en esta materia han cambiado (en otoño/invierno, lo habitual suele ser una hora antes), igual que se ha alterado la naturaleza de la convocatoria: en vez de conferencias, perpetramos presentaciones de libros. Escribo en plural, y perdón por el autobombo, porque (mis disculpas) soy uno más entre quienes reclaman la atención del potencial público lector, amigos y demás seres queridos para que acudan a la cita con cada criatura que acaba de ver la luz. Una novela alrededor de la cual se activa ese prodigioso mecanismo tan literario como social, duradero a lo largo de todas las estaciones del año, que alcanza tal vez su plenitud en las vísperas navideñas, aprovechando que ahora tales vísperas se extienden hasta el mes anterior a Nochebuena, nada menos. Es decir, que brillan esta tarde las lucecitas en las calles, se instala la pista del hielo, El Corte Inglés se frota las manos y la relación de actividades de la índole que anunció D'Ors se proyecta hacia el infinito y más allá. Un fenómeno que detona estas líneas de gratitud para quienes tienen la deferencia de seguirme en las tareas de promoción y los que hacen lo propio con esos otros colegas que, sin duda hartos de que les dieran una conferencia, optan por ser ellos quienes las ejecutan. Es mi caso. Y como mi agradecimiento es de carácter coral y no me dan las manos para abrazar a tantos escuchantes, encarno este reconocimiento en un amable caballero llamado Enrique: un duende bueno que aparece por aquí y por allá, poseído por el don de la ubicuidad, atiende en respetuoso silencio, se permite algún apunte sagaz e interesante antes o luego de cada acto y se despide igual de educado hasta que le den la próxima conferencia. Y yo, lo que le doy es las gracias.
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