Política en el alambre
El futuro de Mazón está por aclararse; la irrelevancia de Morant, por solventarse; y Compromís, sigue con sus líos
Menos de dos años para tener nueva cita electoral y elegir a los representantes políticos en la Comunitat. Eso, sí los plazos se cumplen. Que ... ya se sabe que, por la dinámica acelerada en la que vivimos, todo puede saltar por los aires en cualquier momento. Es nuestro sino. Pero, a día de hoy, hay que jugar con lo establecido. Que no es poco. Porque el tiempo pasa y, como recordaba Camilo José Cela en su discurso de aceptación del Nobel, con él se escriben muchos finales. «Mi viejo amigo y maestro Pío Baroja, que se quedó sin el Premio Nobel porque la candelita del acierto no siempre alumbra la cabeza del justo, tenía un reloj de pared en cuya esfera lucían unas palabras aleccionadoras, un lema estremecedor que señalaba el paso de las horas: Todas hieren, la última mata».
También en la política, el tiempo mata. Porque es el que va haciendo que uno sea mucho o no sea nada. Te abran la puerta del coche o tengas que volver a coger el 99. La historia demuestra que, como tantas cosas en la vida, el poder es una montaña rusa. La gloria y la fama, también. Lo difícil es mantenerse en la cima. Ser respetado y avalado. Y de esos hay muy pocos. Entre otras cosas, porque los imprevistos –a veces fatídicos–, en muchas ocasiones acaban marcando el paso. Octubre del pasado año, de hecho, partió por completo el tablero político valenciano. La dana ha sido demoledora también con ello. Diez meses después, nadie está en la situación en que se encontraba. Ni tampoco los pronósticos que algunos vaticinaron de dimisiones, recambios o ascensiones se han producido. Tanto es así que, a la incertidumbre política que dejó la mayor catástrofe vivida por los valencianos, le sigue ahora más incertidumbre si cabe.
La dana rompió el tablero político valenciano y, a dos años de las elecciones, ningún líder tiene claro su futuro
Porque la caída de Carlos Mazón, que tanto auguraron algunos, no se ha producido; porque la irrelevancia de Diana Morant, que tantos no quieren ver, se sigue agrandando; y porque los liderazgos de Compromís no han cuajado y, en el horizonte, aparece la alargada sombra de Mónica Oltra, que hace temer por los planes personales de muchos de la coalición. Todo eso, con un Vox, sin un líder autonómico claro, sacando partido, desde postulados extremos, del desencanto generalizado. Porque si algo hay que aúna a toda la política actual, en la Comunitat pero también en el ámbito nacional, es el absoluto descrédito y la desconfianza que se ha sembrado entre la ciudadanía. En todos los ámbitos y a todos los niveles. Pero en especial, y esto es preocupante, entre las nuevas generaciones que deben tomar el mando del país en unos años. Esa juventud que está dando un portazo sonoro a la política y se deja seducir por lo radical, más por castigo que por convicción.
En el caso del Partido Popular, vemos cómo este inicio de curso, que es una rampa decisiva hacia las elecciones de 2027, se inicia con un presidente de la Generalitat que afrontará el año de la dana con mayor fortaleza de la que él mismo podría imaginar. Los informes de la Guardia Civil, las declaraciones del responsable de AEMET y, sobre todo, los paralelismos con la enorme catástrofe vivida en España con los incendios –con la cuestionada gestión de varias autonomías y, de nuevo, de Pedro Sánchez–, permiten a Mazón ganar oxígeno ante el señalamiento constante que ha vivido. Incluso, ganar estabilidad. Aunque recordando que las víctimas no olvidan. Y que todo es oscilante. Una tregua, en todo caso, que hace que las decisiones sobre su futuro político dejen de tener un horizonte claro (si es que acaso lo tuvo) y siembra, incluso, la duda sobre si es posible que se presente a la reelección. Algo de lo que muchos del propio PP no quieren ni oír hablar y hasta inquieta a muchos otros. Él, siempre ha dicho que está con la reconstrucción. Y eso significa que la puerta la mantiene abierta y, por tanto, que nada está claro sobre el cartel electoral para las autonómicas del 27. O mejor dicho, que la incertidumbre gana enteros –aun más-, a la espera de que Alberto Núñez Feijóo, con las encuestas en las manos, decida qué hacer, con Paco Camps –absolutamente desinhibido e incomprensiblemente acelerado- sembrando más crispación interna y no poca perplejidad externa.
En el PSPV, donde la sensación de descomposición y de falta de liderazgo claro es algo patente, la hoja de ruta tampoco parece que sea inamovible. Porque sí, de puertas a fuera, todos en el seno del socialismo valenciano te dirán que Diana Morant es su candidata indiscutible. Pero la realidad es que la opción no parece tener una fortaleza tan asentada como quieren aparentar. Primero, porque la ministra de Universidades y Ciencia sigue sin empatizar con su tierra; segundo, porque la gestión del Gobierno al que representa respecto a la Comunitat (y también a nivel nacional) está plagada de dudas y déficits (comenzando por la infrafinanciación) y ella no ha hecho nada por revertirlo; y tercero, porque su absoluta dependencia de un Sánchez que vive uno de sus momentos de popularidad más bajo, le lastra ahora y en un futuro de manera absoluta. ¿Aguantará como la gran apuesta del PSPV? Veremos.
La política valenciana, en cualquier caso, depende (o pende, cual equilibristas) de un inestable hilo. Sus líderes ven cómo el tiempo pasa. Todos conscientes de que el paso de las horas, en la situación de inestabilidad actual, les puede herir. Y que la última de ellas, la última hora, quizá les marque su final. Como el reloj de Baroja.
Es domingo, 31 de agosto. 'Tempus fugit'. Todo acaba. Todo comienza.
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