Llevamos seis días encadenando riesgos de fuertes lluvias y alertas. Y en ellos, momentos de tensión, de recuerdos por lo vivido en la dana del ... año pasado y, sobre todo, de mucha incertidumbre. No estamos acostumbrados a que las clases se puedan suspender de un día a otro sin tener controlado si va a llover de verdad o no; no estamos concienciados a renunciar a un viaje, por el mero hecho de que una tormenta imprevisible pueda caer de pronto en algún punto del territorio; no estamos preparados para asumir que debemos trabajar desde casa cuando un desplazamiento puede implicar poner en riesgo tu vida o la de otros... Vivimos anclados a un recuerdo atroz y eso nos genera desasosiego y, al tiempo, nos debe hacer ver más allá. Comprender que nada ya es igual. Por lo que pasó y, sobre todo, porque el clima está dando todo tipo de señales para indicarnos que quiere ser cada vez más imprevisible, virulento y letal. Nuevas presas, encauzamientos, medidores eficaces, más controles... hace falta un pacto de Estado ya. Sin pretextos. De un sorbo y sin azucarillo.
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