Feijóo, más allá de la euforia
El líder del PP se crece ante el hundimiento de Sánchez; pero hay claves que debe despejar, como el futuro de Mazón
Si en las últimas elecciones generales, Pedro Sánchez logró dar la vuelta a las encuestas en sólo una semana, ¿qué no podría hacer en dos ... años? Su nivel de resistencia, como ha venido demostrando, es tal que nadie puede dar por hecho que caerá. Cierto es que ahora nada es igual. El perdón de los suyos costará en llegar. Si llega. Lo ocurrido en el seno de su partido tiene tanto de hipocresía, de estafa moral, de sonrojo y, sobre todo, de decepción para las bases que le auparon que cuesta creer que no pase factura. La diferencia, de hecho, respecto a otros lodazales en los que ha tenido que chapotear antes, es que ahora le ha atravesado la coraza. Tanto es así que su rostro (dicen que espejo del alma) tiene destellos de angustia incontrolables y de mucha tensión. Y no fingida, como tantas otras ocasiones en las que le ha podido la teatralización verbal y gesticular. Quizá porque, lo vivido y desvelado estos últimos meses (con la puntilla ayer del caso de Paco Salazar), le genera desasosiego. Y quizá porque, por primera vez, el presidente del Gobierno está viendo de cerca el abismo. Ese que, muchas veces, ha intuido, pero que ahora se le muestra con toda su crudeza. Un vacío abismal que va más allá del mero hecho de perder el poder, y que es: el por qué lo pierde. Y que tiene mucho que ver con quiénes le están llevando -como le llevaron antes hasta la Moncloa- hacia ese tremendo acantilado político. Un averno al que llega empujado por las presuntas fechorías de quienes fueron sus hombres de confianza y que, por mucho que quiera ahora desmarcarse de ellos, no puede hacerlo. Entre otras cosas porque, tanto tiempo conviviendo con personas que se han burlado de los principios esenciales del socialismo y la decencia mínima a la hora de actuar, hace que, quien con ellos va, termine con las manos sucias por las mismas heces. Porque el mero hecho de no darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor, siendo el capitán del barco, le salpica. Y peor aún si, dándose cuenta, miró hacia otro lado. El capitán, como él mismo se autodenomina, es el responsable final de lo que ocurre en su escuadrón. Por eso, llegados a este momento tan esperpéntico, ni Rebeca Torró, ni fastuosos códigos éticos, ni argumentarios sesudos, ni azuzar el miedo... pueden servir de salvavidas para un Sánchez atrapado en una porqueriza demasiado densa como para flotar sobre ella.
Ante este panorama, Alberto Núñez Feijóo sólo debería poder salir triunfante. Porque, si con este desmoronamiento tan brutal del todopoderoso líder socialista, no logra definitivamente el billete a la Moncloa, la realidad es que no merecerá estar en ella. Por muy buen gobernante que pueda llegar a ser, como demostró en su Galicia natal. Lo escribía esta semana, de manera coloquial pero también clara, el admirado Fernando Onega en 'La Vanguardia': «Pocas veces, quizá nunca, un candidato del PP lo tuvo tan a huevo». El presidente de los populares lo tiene todo a favor para lograr el objetivo que se frustró de forma inesperada para él en las últimas elecciones y que le obligó a vestir un traje -el de líder de la oposición- que nunca ha sabido llevar. Debe, sin embargo, ahora más que nunca, acomodarse a él. A ese puesto de jefe de la oposición. Porque de sus aciertos y sus fracasos dependerá que esa meta, que tan cerca se dibuja ante él, llegue a atravesarla. Para hacerlo, va a tener que pasar por un proceso evidente que pasa por controlar los tiempos y la hoja de ruta. Debe saber tener cintura para que el escurridizo Sánchez no le vuelva a estrangular con sus maniobras reconocibles. Esas que le convierten, gracias a su despiadada verborrea, en víctima siendo ejecutor. Feijóo debe demostrar que, más allá de un buen gestor, es también un gran líder para su partido, manteniéndose fuerte ante los suyos -ante Isabel Díaz Ayuso también-, tomando decisiones contundentes y certeras y siendo un estratega de altura. Que es lo que precisa el PP, pero también el país. Alguien con decisión, carisma, firmeza, pero también empatía, sosiego y realismo. Y, por favor, con humanidad. Aquello de 'ser normal'.
El jefe de los populares está ante el todo o la nada. Ese que pasa por saber encajar su proyecto con el de Santiago Abascal, del que, a su pesar, va a depender. Saber transmitir qué va a hacer con Vox y controlar qué le van a dejar hacer ellos a él. Pero, al tiempo, saber actuar de manera acertada en territorios que son clave para poder llegar al Gobierno: Cataluña, donde todo se hizo trizas; el País Vasco, donde debe volver a ganarse la confianza de su mermado electorado que le dio la espalda, y en la Comunitat Valenciana. Sí, porque el futuro de Carlos Mazón sigue siendo la gran ecuación a despejar por el gallego.
Si con el hundimiento que vive Sánchez, el líder del PP no alcanza la Moncloa, es porque no merece estar en ella
Que la espuma haya bajado, no quiere decir que la cuestión se haya zanjado. El futuro del PP valenciano sigue requiriendo respuestas, después de meses de alta convulsión e incertidumbre. El futuro de Mazón se debe despejar, porque de lo que vaya a ser de él va a depender también el mañana de los populares valencianos. En el pronto del presidente de la Generalitat, está continuar, parece evidente; que sea la mejor opción para la Comunitat, no lo es tanto. Pero es una cuestión que ambos, Feijóo y Mazón, deben dilucidar. Si es posible, de la mano, a pesar de que es más que conocida la distancia entre ambos. Lo que tenga que ocurrir o se debe pactar ahora o deberá decidirse de forma unilateral cuando se perfile el final de la legislatura. El problema es cómo se llegará a ella.
El líder nacional del PP ha sabido resistir a las múltiples presiones recibidas, en todos los ámbitos -político, social y mediático-, respecto al destino del jefe del Consell. Ha evitado decisiones apresuradas y arrebatos, y ha dejado correr los meses. Ha ganado, en definitiva, tiempo. Como Mazón, ahora con oxígeno incluido gracias a la bomba de relojería que es el caso de Santos Cerdán. Pero eso no quiere decir que las dudas estén despejadas. Tarde o temprano, habrá que transmitir a la ciudadania (valenciana o no) la respuesta a la incógnita. Una respuesta clara. Más pronto que tarde, si es posible. Porque, Feijóo lo sabe: la llave de la Moncloa está en la Comunitat.
Es domingo, 6 de julio. «Una mañana, al despertar de sueños intranquilos, Gregor Samsa se encontró en su cama convertirdo en un monstruoso bicho». 'La metamorfosis' de Franz Kafka nació en 1915. Los inquietantes amaneceres siguen 110 años después.
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