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Lo que va de un PP a otro

Han sido los vecinos los que han obligado a reabrir la piscina

Miércoles, 25 de junio 2025, 23:42

El concejal de Deportes de Rita Barberá concluyó su mandato en 2015 al revés de cómo lo empezó la delegada correspondiente de MªJ Catalá en ... 2024. Mientras Cristóbal Grau anunció la puesta en marcha de un Plan Estratégico del Sector Ecuestre, su camarada Rocío Gil tomó una decisión radicalmente contraria: anunció el cierre de la Hípica. El proyecto de Grau contemplaba la creación de una Escuela Municipal de Equitación y una posta de turismo ecuestre en las inmediaciones de las cuadras de la Sección Montada de la Policía Local. El de Gil, lo que el Ayuntamiento de Valencia no le había hecho nunca hasta entonces a ningún otro concesionario: el desalojo de las dependencias de la calle Jaca. Una treintena de canchas y polideportivos del Cap i Casal estaban a la sazón con la licencia administrativa caducada, en algunos casos desde hacía diez años. Pero la corporación sólo le dio un ultimátum de cuatro meses a la Hípica. El porqué no se privó de admitirlo la concejala en conferencia de prensa. Tenía recambio. Una empresa -no aclaró cuál- se ofrecía a transformar las viejas instalaciones ecuestres en un moderno polideportivo. Una idea tan seductora -agregó- que ya tenían pensado (sic) cómo vestirla para que no diera que hablar. La solución pasaba por improvisar un concurso, ya convocado, y adjudicar la explotación a largo plazo. Una fórmula, la de la cesión demanial, demasiado generosa para un sector donde menudea, si se me permite la ordinariez, el prometer hasta meter y una vez, etc. Y es que, a diferencia de Aumar, que mantuvo la AP-7 en aceptables condiciones de uso hasta que JL Ábalos se lio nuestra manta a la cabeza y eliminó los peajes, esta clase de concesionarios no puede ser más informal. Prestan, por lo general, un mal servicio, incumplen las condiciones del contrato de adjudicación en punto a conservación y, si no les salen las cuentas, se declaran en huelga o echan a correr. Mucho me temo que porque saben que no por ello perderán el favor consistorial. Cualquiera se arriesga a explotarlas directamente con los quebraderos de cabeza que han dado las fundaciones deportivas locales. A lo que sí que se arriesgó Catalá al desahuciar a la Hípica es a que se le levantaran en armas los caballeros de la ciudad. Y, sin embargo, han sido los vecinos, los usuarios de la supuesta piscina elitista los que han obligado al Ayuntamiento a abrirla para no agravar la deriva de un conflicto que podría complicar la agenda de la señora Gil. Juzgue el lector hasta qué punto: Lo nunca visto en estos pagos. Tres AA.VV. se han unido para optar a la gestión de un establecimiento que ya está «adjudicado», según adelantó «motu proprio» la concejala Gil.

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