Arqueología confidencial

El porqué de la demora hay que buscarlo en el Código deontológico

Lunes, 8 de diciembre 2025, 00:07

Un dato llamaba la atención del descubrimiento de que la Valentia de la época republicana romana era más grande de lo que se pensaba. El ... hallazgo de la recia muralla que confirma este extremo se produjo en 2023. Un margen de estudio y análisis excesivamente largo hasta para los procedimientos de actuación más exigentes. El porqué de esta demora radica en una desconocida disposición del 'Código deontológico de la profesión de arqueólogo' que no todos los profesionales comparten. La cláusula de confidencialidad que obliga a las empresas especializadas a cumplir el encargo y a guardar discreción sobre los hallazgos en durante un plazo determinado. La por demás razonable garantía que exigen los inversores de que proceder con arreglo a ley no entorpecerá innecesaria o negligentemente las obras previstas en ese lugar. Se me dirá que, igual que esperamos más de un siglo para saber que el Paseo de Valencia al Mar no llegaría a su destino, podemos esperar tranquilamente dos años para conocer el resultado de una excavación arqueológica. Y es verdad, como también lo es que hay «animales invertebrados que viven magníficamente» en la inopia, en memorable respuesta de Joan Lerma a quienes le daban la monserga con «la vertebració del País Valencià». Pocas cosas han causado más daño al progreso de la investigación histórica y al conocimiento del patrimonio arqueológico que la premiosidad injustificada en las excavaciones de los yacimientos, ya que tan malo es abocar a constructores y promotores a saltarse a la torera el trámite arqueológico para no sufrir costosas paralizaciones, como que no se aborde una construcción por lo que pueda aparecer en el subsuelo. Alfonso Rus me contó un día que renunció a construir un aparcamiento en la plaza del Mercado de Xàtiva porque si en la Alameda, extramuros, apareció un cementerio islámico que bloqueó varios meses la conclusión del proyecto, «allà dalt m'apareixerien indis». El temor que embarga a quienes participaron en algunas de las excavaciones más importantes que se han realizado en Valencia es obvio. El peligro de que sólo nos enteremos de lo que nos enteremos cuando nos enteremos. La posibilidad cierta de que, gracias a estas condiciones, se nos esté hurtando algo más que el derecho a la información. Se nos esté escamoteando la facultad de valorar si el yacimiento en cuestión está recibiendo el tratamiento que se merece y si la solución que se le pretende dar al hallazgo es la adecuada. Que no es el caso de la revelación que motiva este escrito. Mihura se preciaba de que donde no hay publicidad resplandece la verdad porque su revista, «La Codorniz», carecía de anuncios. Pero es justo al revés. Sólo donde la hay en el sentido estricto, donde se divulga la información es posible conocer la verdad.

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