Kirk, ese desconocido
Ya saben, estamos en lo que estamos: en que la reforma laboral de Yolanda Díaz perdió la votación y el presidente la dejó sola ante ... el bochorno porque se fue al cine con Begoña, la esposa que por la mañana había declarado en el juzgado otra vez. Oiga, don Miguel de Cervantes, ¿qué le parecen estos mimbres para una novela al estilo de Rinconete y Cortadillo, con el señor Monipodio allí, organizando la agenda...?
Eso fue el miércoles, y en una España agria, dividida y polarizada como nunca. El martes, en Francia, el presidente Macron decidió cerrar su crisis y nombró a Sébastien Lecornu, como primer ministro, en víspera de una nueva huelga general. El 'New York Times' lanzó al mundo, quiero decir a sus lectores, una pregunta-sentencia-reflexión sobre lo que está pasando: «Cómo Macron no puede frenar a la extrema derecha». Cómo Macron intenta hacer frente a una deriva en un clima de malestar creciente y economía menguante, donde el estado de bienestar se muestra cada día más endeudado, anémico e inalcanzable.
A Rusia se le han escapado unos drones que han ido a parar a Polonia de la manera más tonta. Pero no pasa nada, es solo un susto; porque no llevaban bomba. La OTAN se inquieta y Sánchez no dice nada. Europa, ¿qué te pasa? ¿Tendrá razón Pérez Reverte cuando dice que estás muerta, acabada sin remedio? Gaza es como la culminación de una larga vergüenza, una ignominia que se ha dado la vuelta. ¿Dónde está aquella matrona, Golda Meir, que asistió a Israel en el parto? ¿No queda ya gente como Ben Gurión? Ay, señor, la izquierda. El lunes, Donald Trump habló, en el Museo de la Biblia de Washington, de la necesidad de recuperar la oración en las escuelas. Anunció medidas y su razonamiento no fue difícil de entender: «Durante la mayor parte de la historia de nuestro país, la Biblia estuvo presente en todas las aulas». Y luego: «Hay que recuperar la religión en América, recuperarla más fuerte que nunca».
Pasan cosas, cosas sueltas, a las que no se presta atención. Pero si vamos sumando, es que estamos de hoz y coz en una enorme guerra cultural que, por el momento, 'solo' polariza. «Para tener una gran nación -dijo Trump- es necesario tener religión. Lo creo firmemente». El miércoles, en la Universidad de Utah, un francotirador mató a un muchacho de 31 años perfectamente desconocido en esa Europa adormecida que no se entera de nada. Pero resulta que Charlie Kirk era el ideólogo que ha procurado millones de votos jóvenes a Donald Trump. Su partido -Turning Point (Momento crucial)- activamente presente en 3.500 escuelas, 2.000 foros estudiantiles y 800 grupos religiosos, iniciaba su campaña de otoño, de universidad en universidad. Y lo han matado. Como a Martin Luther King, pero del revés.
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