Odio, velocidad y tiempo
La prisa política y vital actual contrasta con la actitud de aquellos que logran aguantar frente a las estrellas fugaces y augurios de hoy para mañana
Mañueco quintuplicaba la distancia con el PSOE en mayo, en las encuestas que analizaban la primera gran cita del ciclo electoral que se avecina. ... Lo tenía hecho. Esta semana, cuando los Reyes fueron a saludar a los bomberos que han participado en los incendios de Castilla y León, el presidente autonómico se tuvo que salir de la fila protocolaria por la negativa de los agentes forestales de estrecharle la mano y ante una agresividad que podría haber acabado mal. Eso es la política actual: en mayo arrasas y en agosto te arrasa el fuego. Velocidad, el resultado de la distancia recorrida durante un tiempo determinado. Han pasado diez meses desde la dana. Un tiempo que ya permite sacar algunas conclusiones.
Se dio por finiquitado a Mazón antes de tiempo, evidentemente. Si alguien pensaba que resistiría hasta julio, y en el PSPV así se decía, ya ha visto que no. Ahora sabemos que, además, ha encargado elaborar presupuesto para el próximo año. Mazón tiene la intención de aguantar y esperar. Hace unos meses, en petit comité, admitía la imposibilidad de presentarse a la reelección. Ya veremos. Yo no apostaría. Subestimar a un rival, como hizo Puig en 2023 y como hace la izquierda (y hasta Génova, al menos en lo tocante a su capacidad de resistencia), no es un buen negocio. Nunca lo es, despreciar a los contrincantes o a sus votantes. Agitar el odio contra ellos, el que sea (llámese Mazón o Sánchez), con más o menos razón, puede generar réditos tan rápidos como efímeros.
El odio es intenso, y efervescente. Esa fugacidad es hasta sana. No puedes pasarte el día odiando. Ni encandilado. Lo explicaba un protagonista de Woody Allen, sorprendido de que su novia añorase esa actitud pasional y locuela del inicio de la relación, porque ciertamente es imposible mantener esta intensidad en el tiempo, ya estés enamorado u odiando. Son sentimientos inestables y de ahí que haya partidos que suben y bajan en las encuestas a velocidad del Shambhala.
Milei llama «zurdos de mierda» a los políticos y activistas de la izquierda. En RTVE se tilda de idiotas a los votantes de la derecha, algo muy extendido también entre los políticos españoles de lengua más larga y reflexión más corta. De este modo, se desprecia al oponente y sus afines, se renuncia a convencer porque se evita empatizar. Cada voto al oponente se vive como irreversible y, con los insultos, se convierte en inamovible.
Mazón se ha falcado. Le espera un octubre muy caliente. Pero es evidente que, después del noqueo (en noviembre) y el despiste (hasta bien entrado febrero y su tremenda intervención en el Ritz), apostó por un perfil bajo. Ni Magdalena, ni Fallas, ni Santa Faz, apenas San Juan, poco correr y pocas fiestas patronales. «En España, el que resiste, gana», decía Cela. Las crónicas venecianas aseguran que 'La grazia' (la última película de Sorrentino, se estrenará en enero), trata de amor y de la utilidad de la buena política. También toca la importancia de armarse de estoicismo. «Soy el argumento más aburrido que conozco», dice el protagonista que encarna Toni Servillo, un presidente sobre el que su hija dice que ha superado media docena de crisis de gobierno «sin hacer nada», o quizá por que elige no hacer, mientras se pregunta «¿de quién son nuestros días»? Mañueco pensó que eran completamente suyos y obvió el clásico axioma: 'memento mori'. Los odiadores y amantes de los líderes les acercan a la picota o al trono. Aguantarán solo los que aguanten, que se dice pronto, pero no es fácil y un punto impredecible.
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