Altos conceptos, bajas pasiones
Morant recibe la condescendencia de sus compañeros en el Gobierno y algunos torpedos amigos que denotan una desconfianza que se ha ganado a pulso
No sé cuáles eran las intenciones de Óscar Puente cuando decidió salir a defender la idoneidad del perfil de Diana Morant como candidata a ... la Generalitat y pidió «paciencia» para ver cómo se consolida su proyecto en la Comunitat. Lo que sí parece claro es que no le hizo ningún favor. De ahí que luego haya ganas de resucitar los jarrones chinos. O ximos. Que reflote a lo público esa posibilidad ya dice mucho de la impaciencia y la falta de confianza que los propios socialistas de toda la vida tienen frente a su secretaria general del PSPV.
Es muy complicado saber cuándo ese ministro pretende hacerte un roto o un favor. Su forma es tan grosera y su fondo tan adecuado y acoplado a las redes sociales que sus palabras hay que reposarlas y traducirlas al mensaje político ortodoxo. Lo que parece evidente es que Morant ya no puede pedir paciencia, por muy condescendiente que quiera ser Puente. Es una de las ministras del gabinete liderado por Pedro Sánchez que lleva más tiempo pisando moqueta madrileña. Cuatro años cumplidos. Todo un ciclo olímpico en el que no se le conocen grandes asuntos de provecho para los valencianos. Que aprenda de Montero, capaz de retorcer la realidad de la financiación española para regalarle a los andaluces una quita de la deuda totalmente injustificada e injusta respecto a murcianos o valencianos. Para equipararse a Montero, Sánchez debería darle chance a Morant para que se traiga a la Comunitat, lo menos, el CNIO, la NASA española, las Agencias del Espacio Exterior y hasta la del Espacio Interior. Algo muy fantástico que, sin embargo, no tiene visos de ocurrir. Descartado el expolio al Estado practicado a favor de Illa o Montero, qué menos que la ministra Morant pudiera presumir de ejercer de la Tía Gilita regando de inversiones lugares sensibles o infraestructuras estratégicas y determinantes. Por ejemplo, la zona de la dana, para la que el Gobierno ofrece dinero a los ayuntamientos que no pueden ni soñar ejecutarlo, mientras que le niega la ayuda directa a la Generalitat por no considerarla afectada por la devastación. Sería cómico si no fuera trágico. Esos son los mimbres de Morant. Esos y la «paciencia» reclamada por Puente para una señora que está al frente del PSPV desde hace casi un año y medio. En ese tiempo, la persona que aspira a ser alternativa a Mazón y presidir la Generalitat se ha reunido una vez, y bajo presión, con ese al que debe fiscalizar y seguir de cerca. Además de negar que Mazón y Sánchez se deban reunir con motivo de las actuaciones de la Administración en todo lo referente a la dana («¿coordinarse para qué?», ha llegado a preguntar), Morant, que de Almansa hacia el este no es más que una aspirante (ya que no ejerce de Montero), tampoco parece tener el más mínimo interés de reunirse con Mazón.
Qué alto concepto tendrá Morant de sí misma cuando no es capaz de interpelar personalmente a Mazón bajo la excusa de que, si pide reunirse con él, su distinguida presencia legitimaría a Mazón, completamente legitimado por las urnas por muy torpe o desatinado que estuviera el día de la dana. Es chocante que alguien que lleva casi un año clamando por las pertinentes explicaciones que Mazón no ha dado sobre su incomparecencia en el Cecopi el día de autos no haya sido capaz de mostrar el coraje de reclamárselas en persona. Qué menos. Esa manera de hacer oposición sin mancharse los pies es la que obliga a Puente a excusarla pidiendo paciencia para ella, que es incapaz de pedirle personalmente explicaciones al presidente de la Generalitat.
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