Morir por un vídeo viral
Una simple foto o vídeo en redes puede cambiar tu vida. No somos conscientes de sus peligros
Seguramente lo habrán visto porque, aunque ya muy antiguo, el vídeo se hizo brutalmente viral y continúa siéndolo. Ocurrió hace 13 años en una piscina ... de Teruel. Con la chavalería disfrutando en el agua en un junio tan abrasador como el que ya cerramos. Entre los mozos que se refrescaban estaba Álvaro, de 12 años. Y allá que se fue un equipo de Aragón TV para reflejar el verano de los jóvenes turolenses. Los redactores fijan su atención en Álvaro, en el agua, e inician la entrevista:
-¿Álvaro, cómo está el agua?
-Está templadísima, está muy buena.
-¿Qué es lo que más te gusta de esta piscina?
-Pues la tranquilidad, sobre todo eso. En otras piscinas de Teruel hay un montón panchitos, cubanos y todo eso...
-Bueno, bueno, Álvaro, un montón de gente...
Pese al intento de la periodista por maquillar la frase, es obvio que a Álvaro se le calentó la boca y metió la pata. Un mensaje racista que no hay por dónde sostenerlo. Pero quizás el precio que tuvo que pagar por el comentario lanzado por un simple niño ha sido demasiado. El vídeo corrió como la pólvora por las redes y acumuló cientos de miles de visitas en poco tiempo. Y esta semana, en un reportaje de 'La Voz de Galicia', que se hace eco de la entrevista de un youtuber, el propio Álvaro relata lo que le supusieron esos apenas 20 segundos de 'gloria' en su vida. El tremendo peligro que podemos desatar por el simple hecho de colgar algo en internet. Y el enorme riesgo de las conductas que imitan nuestros pequeños. Porque en la entrevista, Álvaro relata cómo él lo único que hizo fue repetir un comentario que había escuchado en casa. Aquello fue la chispa que prendió la hoguera del linchamiento social. De un chaval de 12 años, por muy desacertado que fuera su frase. Álvaro relata cómo recibó amenazas de muerte. Como le propinaron palizas, de llegar a casa «con el pecho hundido» y los ojos morados. Cómo afrontó hasta 17 juicios por racismo por el vídeo (no da más detalles de ello, sólo que los ganó «todos»). «Arruiné mi adolescencia», confiesa el hoy joven en el vídeo en el que se sincera con el youtuber. Hasta que suelta el comentario más tremendo: «Llegué a pensar en quitarme de en medio. 'No puedo aguantarlo más', me dije. Pero después mi cabeza hizo 'clic'».
La historia de Álvaro y su penitencia posterior es el claro ejemplo de lo mucho que debemos pensar a la hora de colgar un comentario, foto o vídeo en redes. Yo cada día no dejo de asombrarme de la facilidad con la que la gente pone fotos propias exhibiéndose en su perfiles, o de sus hijos, menores de edad. Yo cuelgo instantáneas de mi vida privada. Pero ni me gusta salir en ellas (apenas lo hago) y por principios no pongo prácticamente ninguna de mis chavales. No somos conscientes de hasta qué punto perdemos el control de instantáneas, vídeos y demás material desde el instante en que lo dejamos fluir por la red de redes. En qué manos pueden caer, qué uso se les puede dar o cuáles pueden llegar a ser las consecuencias. Como aquello del efecto mariposa, que una pequeña gota de agua en Honolulu puede causar un maremoto en Taiwán. A pensarlo la próxima vez dos veces antes de hacer 'clic'. Como el que estuvo a punto de dar la vuelta a la mente de Álvaro y al mismo tiempo a su vida. Por un insignificante comentario de niño en medio de un inocente y placentero día de verano. La vida es complicada, pero nos la torcemos aún más nosotros mismos. No viendo la verdadera gravedad (o levedad) de las cosas y con instantes aparentemente tan nimios como aquel del chascarrillo en una piscina de Teruel.
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