Las fases del duelo

Antonio Badillo

Valencia

Lunes, 3 de noviembre 2025, 23:52

Y un año después, al fin las víctimas van a poder pasar página. Carlos Mazón, el presidente de la dana, permanecía atravesado como una piedra ... en el engranaje de las fases del duelo. Concretamente en la segunda, la de la ira, tan justificada e intensa que por momentos cualquiera habría dicho que es el hijo de Zeus y él desató la tormenta.

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Mazón se va tarde, aunque mejor eso que nunca. Y se va mal, porque la autocrítica a un año vista llega devaluada y lo que ayer las víctimas necesitaban no era una plañidera usurpadora del cruel papel al que la vida las ha condenado, sino un presidente empático dispuesto a asumir responsabilidades -como lo hizo- sin pasar facturas -como también lo hizo- y a evaporarse después en riguroso silencio.

No irse cuando tocaba lega un daño irreparable al PP, una erosión imposible de mesurar, para mayor gloria de Vox, que se nutre del desconcierto -normal ese abrazo del oso de Abascal, él elegirá al sucesor-, oscureciendo incluso la histórica foto del paseíllo del fiscal general del Estado con la que Feijóo tanto fantaseó. Llama Mazón a Sánchez mala persona, pero por encima de cualquier otro calificativo merece el de hombre afortunado.

La debilidad presidencial también ha asestado en términos generales un duro golpe a la política, al demostrar que el anillo de poder deslumbra demasiado como para soltarlo sin más, mi tesoro, coronada la absurda prolongación de la agonía con ese indecoroso me voy pero no me voy, abandono el trono pero conservo el acta de diputado, maniobra defensiva que da otra mano de pintura al trampantojo político. Soltar ahora el clavo ardiendo convertiría al compungido dimisionario en uno más ante la justicia, así que mejor enfriarlo sin relajar el puño, autografiando el último capítulo del descrédito gremial y de una institución ensombrecida desde hace ya tres décadas por la pasarela que conecta el Palau con los tribunales.

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Vivir de espaldas a la realidad, lo resumió Mazón con su lacónico «ya no puedo más», habrá supuesto un deterioro personal insoportable. Lo trajo hasta aquí un sueño del que no ha sabido despertar a tiempo, cuando ante el mandato que caminaba hacia la plácida reelección, sin oposición y con viento a favor, se interpuso una catástrofe natural que no acertó a calibrar; convirtiendo al presidente arrollador y cercano, con tanto futuro como presente, en un meme. Debió irse y ha dado pie a que lo echen, primero el pueblo, luego el jefe, temeroso de que a este paso su rey de bastos acabe desmoronando al caer todo el castillo de naipes.

La obstinación de Mazón ha hecho mucho mal, aunque parezca un contrasentido, a la oposición y el Gobierno, que hoy se frotan las manos manchadas de lodo. Cuando se disipe la niebla que todo lo confunde tal vez el análisis se vuelva imparcial y delate hasta qué límites se ha instrumentalizado el dolor.

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Pero lo único importante hoy es que con esta salida la Comunitat escala al final el peldaño más alto de la reconstrucción y quienes tanto perdieron pueden ya dejar de mirar atrás para, ahora sí, encerrarse en la introspección y llorar a sus muertos. Iniciar el tránsito hacia la aceptación, la última fase del duelo, imposible bajo el paraguas agujereado de Mazón. El presidente de la dana.

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