Retos en la nueva gobernanza migratoria
La agenda de esta semana ha estado condicionada por los disturbios en Torre Pacheco y la visita de Sánchez a Mauritania con la finalidad de ... regular flujos migratorios. En segundo plano han quedado las cesiones a los socios de gobierno y la progresiva desvertebración de las instituciones. Con ello, el gobierno aguanta una semana más y los asesores no descartan utilizar la fórmula de Torre Pacheco para entretener las audiencias en el nuevo 'Gran Prix del Verano'. Es una fórmula ideal para los profesionales de la polarización inducida donde aparecen cuatro elementos de técnica política: (a) emociones que se despiertan, calientan y activan, (b) chivos expiatorios que se construyen con habilidad digital, (c) deseo originario de un benévolo poder paternalista que garantice 'manu militari' el orden y la seguridad, (d) las religiones como chispa identitaria que necesitan ser anuladas, controladas o privatizadas por la hipócrita neutralidad de un estado Leviatán.
Esta fórmula polarizante es poco constructiva para la convivencia y saca a la luz la inexistencia de un pacto nacional sobre la gobernanza migratoria que necesitamos. El gobierno actual no tiene el más mínimo interés en afrontar el tema con seriedad, cohesión y responsabilidad. Buena prueba de ello son dos datos importantes. Lo primero, no hizo caso al comisario europeo de Interior y Migraciones, Magnus Brunner, cuando instó a Sánchez a pedir más fondos en la UE y ampliar el despliegue de Frontex en Canarias. Lo segundo, hay una sentencia del Tribunal Supremo condenando al gobierno español que está sin cumplir dada la responsabilidad legal directa que tiene sobre los menores inmigrantes.
En lugar de instrumentalizar la inmigración y actuar de manera fragmentaria, reactiva y polarizadora, con el apoyo de la sociedad civil, el Congreso y el Senado deberían activar con urgencia una nueva gobernanza migratoria. No solo para evitar el mantra de que necesitamos una inmigración regulada, segura y legal, sino para fortalecer los deshilachados mimbres morales de nuestra democracia. La polarización inducida es una herramienta poderosa para debilitar la porosa frontera Sur y favorece la instrumentalización de los flujos migratorios, como arma para poner a prueba los vínculos morales de la ciudadanía. Lo ministerios, las autonomías y los municipios no pueden actuar aisladamente, las tensiones provocadas entre ellos agravan las crisis. No olvidemos que el reto no está solo en la acogida administrativa o laboral, sino en la plena integración cívica y cultural. Lo que requiere un marco confiable de institucionalidad donde ofrecer una seguridad y una solidaridad que ayuden a percibir la inmigración como oportunidad.
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