Nostalgia de concordia constitucional
Hoy celebramos el cuadragésimo séptimo aniversario de la Constitución y lo más destacado tendría que ser la preparación de unas bodas de oro con las ... que sentirnos orgullosos de cinco décadas de concordia. En sus vísperas conviene tener en cuenta que, si se cumplen todos los pronósticos, es probable que en 2028, el sanchismo haya pasado a la historia. En un frágil ejercicio de prospectiva demoscópica es probable que las celebraciones corran a cargo de partidos como el PP y Vox que ahora están en la oposición parlamentaria. Sería valioso saber en qué medida ambas formaciones aspiran a mantener la celebración, manteniendo lo sustancial del espíritu y la letra, o si, llegado el caso, se plantean algún tipo de cambio, reforma o ruptura que diera al traste con dicha conmemoración. Ciertamente, para los cambios habría que contar lo que quedase de otras formaciones, como el PSOE o Sumar. Sin contar con ellos, lo previsible es centrarse en la estabilidad y lo que aún nos vaya quedando de la concordia que se cosió aquellos meses de 1976 a 1978 con los sólidos hilvanes de la ética cívica que la sociedad había entretejido.
Mientras llega el momento, si comprobamos la celebración que estos días tiene preparada el 'Centro de Estudios Políticos y Constitucionales', nos encontramos con una jornada sobre feminismo e igualdad, un seminario sobre exhumaciones de fosas comunes y la presentación de un libro sobre los estudios de género en ciencia política. Igual tenemos que felicitarnos porque no destacan en su programación el papel de la polarización para el fortalecimiento del partidismo, la dignificación de la mentira en la práctica parlamentaria, la traición de los amigos en la cotidianeidad política o incluso el papel de los muros en la arquitectura constitucional. Ni rastro del valor del disenso para el consenso del que hablaron constitucionalistas como Óscar Alzaga. Ni rastro del diálogo para superar la cainita España del duelo a garrotazos, del que tanto ha publicado Juan Antonio Ortega. Ni tampoco alusiones de la ética mínima recordada por la profesora Adela Cortina.
Aunque sea de manera nostálgica, no está de más tener presente en estas horas aquella concordia porque la monarquía, la sociedad civil, algunas élites políticas y la gran mayoría de los profesionales o trabajadores que diariamente sacamos este país adelante consideramos que no todo está perdido. Aunque solo falten tres años, merece la pena tender puentes que no sólo sirvan para conectar partidos sino para lograr cierta ilusión con la que se puedan abrazar viejas y nuevas generaciones.
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