¿Quién es ese Carlos del que me habla?
Mazón ha ido siempre a rebufo, quizá sea el momento de recuperar la iniciativa y acudir ante la jueza de la dana
Pasado y futuro. El proceso de deconstrucción de Carlos Mazón ha comenzado. Y no se trata de un procedimiento interno, personal, incluso de purificación - ... que también-, sino que tiene otra vertiente pública, más vergonzante si cabe. La del alejamiento paulatino de absolutamente todos. Con Mazón ya destronado se presume la salida a la palestra de los decepcionados, olvidadizos y vengativos. Y no hay mejores profesionales de estos ejercicios que quienes fueron aparentemente fieles con el jefe. Es aquello de ser un tirano con los débiles, pero un sumiso con el poderoso. No hay muestra de mayor falta de libertad e hipocresía. La primera en subir a este escenario puede ser Salomé Pradas, que hace unos días grabó una entrevista con Salvados (La Sexta). Prefiere el campo ajeno, pero de primera división para esta primera incursión. Sin duda, será interesante el contenido. Mazón irá comprobando también cómo la defensa a ultranza de sus manos derechas ya no es tan a ultranza o incluso deja de ser catalogada como defensa. Pérez Llorca ayer no lo mencionó en su discurso. Y la vicepresidenta Susana Camarero, que arriesgó más de lo que debía, apuesta ya por no entrar en guerras. Todos tratarán de abrir su propio camino. Mazón, de aquí a un tiempo, comprobará que solo los amigos y la familia dan cobijo. Los errores propios le han costado la presidencia de la Generalitat. Aún hoy resulta incomprensible cómo en el peor momento de la dana estuvo cinco horas en una comida con la periodista Maribel Vilaplana. Ni el mejor guionista del PSPV hubiera podido montar un final más trágico a la carrera política de un adversario. Esto, con independencia de si su presencia en el Cecopi hubiera evitado alguna muerte. Terreno ya para la política ficción y que, además, apunta a que no hubiera tenido incidencia. Eso, no obstante, no resta gramaje a su responsabilidad política. Pero, aparte de lo anterior, Mazón ha cometido un error de inicio: ir siempre a la defensiva, a lo que se suman sus cambios en el guion, la hoja de ruta. Quizá ha llegado el momento, una vez asumido su error de El Ventorro, de tomar la iniciativa. Al menos, poder marcar los tiempos. Recuperar, en parte, el control. Hacer algo diferente a lo que se espera. Y eso pasa irremediablemente por comparecer de manera voluntaria ante la jueza de la dana. Eso le permitiría, además, tener un abogado en la causa que representara sus intereses ante determinadas diligencias de la jueza que claramente le perjudican. Tendría un argumento incluso para la oposición: «Comparezco ahora que no soy presidente y ya no estoy concentrado en la reconstrucción». Podría seguir con su aforamiento, además. Es decir, que aún le quedaría la baza del TSJ. ¿Arriesgado? Sí. Pero la situación es desesperada.
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