Manuel Vicent: «La dana tiene un misterio que no lo salta ni Agatha Christie: saber dónde estaba ese señor»

Habló de Valencia. De la suya y de la de hoy. «La dana tiene un misterio que no lo salta ni Agatha Cristie: saber dónde estaba ese señor. Tres horas de sombra alimentan toda la imaginación». Ha sido la respuesta del autor valenciano cuando este diario le ha preguntado si la riada encierra una novela. A su juicio, la catástrofe vivida en los pueblos de l’Horta Sud cuenta con todos los elementos para narrar «una epopeya». No le faltan personajes: «Por una parte, la gente que no estaba en su sitio o no cumplió. Por otra, la que fue heróica y la que arriesgó su vida por salvar la de otros».

Ha sido un domingo de fiesta. Los paseos de Viveros a lo largo de los que se extienden las 135 casetas con 91 librerías expositoras eran un hervidero de gente. Ofrecían la indiscutible imagen del éxito. Los muchos que por allí transitaban no sólo habían ido a pasear. Todo apuntaba a que las ventas iban bien, lo atestiguaban las bolsas ilustradas con el cartel de Paco Roca en las que los lectores llevaban los libros recién comprados. Y para este lunes -festividad de San Vicente Ferrer- se augura que la instantánea tenga su réplica.

Entre el constante ir y venir de gente, en medio de las terrazas repletas de clientes de café y cerveza, en el Espai Maria Benyeto, se han entregado los premios. Manuel Vicent, al recibirlo, por si había alguna duda, ha confesado su amor a Valencia. «Este es mi territorio; no he podido salir de este territorio. Todavía llevo conmigo el olor de las garrapiñadas de las feria de julio y diciembre de la Alameda».

Allá donde va, con él viaja su origen. En todo cuanto escribe rezuman los aromas y deslumbran las luces del mar de sus primeros años. «Descubrí que era valenciano en el café Gijón, cuando empecé a echar de menos el Mediterrráneo». Y ha contado también que al llegar a la capital de España se sentía «acomplejado» porque había dejado en su tierra a los amigos que luchaban por la cultura valenciana. Ante tal inquietud, «un día me fui a Sueca para hablar con Joan Fuster. Me dijo que no me preocupara porque aunque las palabras estaban en castellano, en los espacios que quedaban entre unas y otras, todo lo que yo escribía era en valenciano». Estas confesiones de Vicent han sido el agradecimiento del autor al galardón.

La poeta Bibiana Collado ha recibido el premio Emergente y ha acudido a uno de sus más bellos poemas, versos dedicados a su madre, para agradecer el galardón tras recordar la emoción que le produjo -cuando llegó a la Universitat de València- visitar la feria del libro, una cita que «forma parte de nuestra historia, de nuestra formación lectora y de nuestro imaginario como valencianos y valencianas». El premio a la trayectoria en lengua valenciana ha sido para Raquel Ricart, quien ha manifestado «una alegría inmensa porque la Fira es una institución en Valencia».

Al mismo tiempo que se entregaban los galardones, la Fira vivía su frenética actividad con casetas repletas de público y autores que firmaban sus obras. Larga era la cola que se acercaba a la escritora Irene Vallejo. La autora de ‘El infinito en un junco’ por propia iniciativa ha venido a Valencia para apoyar a las librerías de la dana, a las que luchan por su recuperación, por su renacimiento.