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Uno de los grandes momentos de la celebración granota fue sin duda el del balcón del Ayuntamiento. Miles de aficionados del Levante copaban la plaza como si de una mascletà se tratase. Iba cayendo la noche, pero allí nadie tenía ganas ni de irse a cenar ni de volver a casa. La música amenizaba la espera, hasta que se desató la locura con la aparición de las estrellas, especialmente Carlos Álvarez y Julián Calero, los más aclamados por la afición.
«Gracias infinitas por no dejarnos caer. Lo hemos conseguido juntos. Gracias a todos, os quiero», dijo un emocionado Vicente Iborra cuando tomó el micrófono en el balcón consistorial. «Dudaban de nosotros... Pues aquí estamos todos. La fuerza sois vosotros», espetaba el míster, que iniciaba un jocoso cántico: «El año que viene, Levante-Real Madrid». Calero, tras finalizar su intervención, preguntaba al respetable qué jugador querían que hablase después.
La respuesta, al unísono, fue clara. Carlos Álvarez. Al cual no le dejaron casi ni hablar, porque todos los presentes empezaron a entonar un «Carlos quédate» que el jugador agradeció con palabras bonitas, pero sin despejar las dudas diciendo algo como que no se va a ninguna parte, que seguro que hubiese desatado la euforia en la gente. Pero ya sabemos cómo es el fútbol. El momento gracioso de la celebración lo protagonizó José Luis Morales, que vaciló a todos aquellos que aún le hacen la cruz por marcharse al Villarreal con un «Morales es una rata» que recordó a aquel momento en el que Paulo Pezzolano cantó por su dimisión cuando ascendió el Valladolid el año pasado.
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