Gaza, un mes después de la tregua: «La vida se ha vuelto demasiado difícil de soportar»
El alto el fuego en la Franja alivia el día a día de una población que se enfrenta a unas condiciones «espantosas» entre los escombros de la guerra
Antes de la guerra, las lluvias eran esperadas y festejadas en Gaza. La gente salía a caminar por las calles para disfrutar de una sensación ... poco habitual en la Franja, un lugar de inviernos cortos y moderados. Ahora, esas gotas son un castigo más que se suma a la larga lista de problemas de la población y en las últimas horas los campos para desplazados se han inundado. Las precipitaciones han removido las montañas de basura y se han mezclado con las aguas negras para bañar a los gazatíes en un mar de barro líquido pestilente.
El acuerdo de paz promovido por Donald Trump cumple un mes y permanece estancado en la primera fase: los mandos militares hebreos ya han recibido la orden de preparar un 'plan b' por si no sale adelante. Ambas partes se acusan de violar el pacto. Israel denuncia que Hamás no ha devuelto los cuerpos de todos los rehenes, ya que aún quedan tres por entregar. Los islamistas reclaman la reapertura del paso de Rafah y la entrada diaria de 600 camiones con ayuda humanitaria. Las autoridades sanitarias señalan, además, que unas 245 personas han muerto y más de 600 han resultado heridas en diferentes bombardeos en Gaza desde que entró en vigor el pacto. Los ataques son diarios.
«Honestamente, todavía no sentimos realmente que la guerra haya terminado. Estamos agradecidos de que los bombardeos hayan cesado y de que la gente ya no esté muriendo como antes, pero es como si hubiéramos estado dormidos y despertáramos para descubrir que no queda nada a nuestro alrededor. Nuestro hogar cálido ya no existe, nuestra ropa, nuestro barrio, nuestros vecinos, nuestros hermanos…», lamenta Ayah Hamad, refugiada del campo de Yabalia desplazada al de Al Maghazi, en el centro de la Franja, una de las zonas que mantienen un aspecto parecido al que tenían antes del 7 de octubre. Esta profesora sueña con la vuelta de los niños a las aulas, algo que le parece muy lejano, aunque ya se han puesto en marcha algunos intentos puntuales.
El lunes, una votación clave
Las familias de los rehenes cuentan las horas para la llegada de los cuerpos. Los gazatíes también lo hacen, para comprobar si Israel cumplirá con el acuerdo y pasará a la segunda fase. En marzo, cuando el primer ministro hebreo, Benjamín Netanyahu, estaba en una tesitura similar tras dos meses de tregua, optó por violar el pacto y volver a los bombardeos a gran escala. El futuro de esa nueva etapa del alto el fuego pasa también por el Consejo de Seguridad de la ONU, que el lunes tiene previsto votar la resolución propuesta por Estados Unidos y los países árabes. Una contrapropuesta rusa de última hora complica la votación y desde Washington recordaron que quienes rechacen la medida estarán votando «o bien por la continuidad del reinado de los terroristas de Hamás o por el retorno a la guerra».
«Después de haber sido desplazados por la fuerza repetidamente, muchos palestinos todavía viven en tiendas improvisadas y sin acceso a agua corriente ni electricidad, junto a montones de basura y alcantarillas desbordadas».
Caroline Seguin
Coordinadora de emergencias de Médicos Sin Fronteras
Esta votación es clave para la conformación de una fuerza multinacional, el desarme de Hamás y la creación de un nuevo gobierno. La Autoridad Nacional Palestina (ANP) presiona para tener voz en ese nuevo organismo, aunque Israel rechaza la idea. El enclave es ahora mismo un territorio dividido en dos, con Israel ocupando más de la mitad de la Franja. Hamás controla la otra parte, la zona costera, que es donde sobreviven los dos millones de gazatíes. La milicia ha salido de los túneles para imponer el orden en las calles y Munther Al Hayek, portavoz de Fatah en Gaza, advierte que todo indica que los islamistas «quieren seguir gobernando».
Hazem Qassem, portavoz de Hamás, responde que el movimiento está «listo para un diálogo nacional» con todas las facciones, incluyendo la ANP, controlada por Fatah, para definir el futuro de Gaza.
Los bombardeos a gran escala han parado, pero «las condiciones de vida en Gaza siguen siendo espantosas», afirma Caroline Seguin, coordinadora de emergencias de Médicos Sin Fronteras. «Después de haber sido desplazados por la fuerza repetidamente, muchos palestinos todavía viven en tiendas improvisadas y sin acceso a agua corriente ni electricidad, junto a montones de basura y alcantarillas desbordadas». Esas tiendas son incapaces de soportar las lluvias de estos días.
Desde el alto el fuego, la mayor parte de la ayuda ha entrado a través de dos pasos principales hacia el centro y sur de Gaza. En los últimos días, Israel ha reabierto un tercer paso en el Norte y la mercancía llega también a través de Zikim. Cientos de camiones cruzan ahora la Franja diariamente, aunque muchos transportan suministros comerciales para la venta en lugar de ayuda humanitaria, y los funcionarios de la ONU denuncian que se mantienen las restricciones sobre qué bienes pueden ingresar al enclave. Estas restricciones afectan por ejemplo a 1,6 millones de jeringuillas y casi un millón de biberones de fórmula, según Unicef. El retraso ha detenido la inmunización de más de 40.000 niños que no pudieron recibir vacunas rutinarias durante la guerra.
245 personas
han muerto y más de 600 han resultado heridas en Gaza durante el primer mes de la actual tregua por los ataques israelíes.
«Muchos expresan en voz alta su pena por no haber muerto en los bombardeos porque la vida se ha vuelto demasiado difícil de soportar», explica Ayah. Ella tiene la fortuna de contar con un techo, pero carece de ventanas y las lluvias torrenciales han inundado la habitación que comparte con su pequeña. Sale cada día al mercado, donde «vemos una leve mejoría porque algunos días encontramos algunos tipos de queso, frutos secos, huevos, verduras y frutas, pero los precios siguen altos. Es mejor que durante las primeras dos semanas, cuando los puestos se llenaron de artículos no esenciales como chocolatinas». La vida en Gaza se reconstruye entre la escasez, los recuerdos y la esperanza de que este alto el fuego sea un primer paso para salir del infierno.
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