Maduro teme por su vida: cambios de móvil y de residencia, menos actos públicos y escoltas cubanos
El presidente venezolano y su equipo más cercano han aumentado las medidas de seguridad ante el temor a una acción estadounidense o a la traición de su propio ejército
Miguel Pérez
Jueves, 4 de diciembre 2025, 00:47
La confianza y seguridad que Nicolás Maduro transmite en público no parece tenerla en privado. Desde que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pusiera ... la lupa sobre Venezuela en su aparente lucha contra el narcotráfico, el líder chavista ha incrementado su protección y modificado algunos hábitos en previsión de que la Casa Blanca en realidad lo persiga a él. Recurre a normas básicas: cambia de móvil a menudo, se mueve de una residencia a otra, pernocta en lugares diferentes y ha pasado paulatinamente a un plano más discreto. Según algunos medios, también ha establecido una guardia personal leal e incorruptible traída de Cuba. Aunque la lealtad es siempre difícil de baremar, en especial cuando se ofrecen 50 millones de dólares de recompensa por el jefe.
La lista del intervencionismo estadounidense en América Latina es larga. Maduro lo sabe y que él podría convertirse en otra casilla del calendario de la Historia. Quizá por eso, hace unos días conversó con Trump sobre una posible inmunidad en una llamada que terminó en nada. EE UU ha invadido Haití, Nicaragua, Panamá, Granada y Honduras, en este caso hasta en siete ocasiones. Washington apoyó a 'la contra' en Nicaragua, alimentó la caída de Allende en Chile y precipitó el derrocamiento de Jacobo Árbenz en Guatemala a base de una combinación de dinero y CIA.
¿Quién, con estos antecedentes, puede dejar de sentir en el venezolano Palacio de Miraflores que su silla tiembla? La inquietud que parece vivir su principal inquilino, Maduro, se ha extendido a sus más inmediatos acólitos, como el ministro de Interior, Diosdado Cabello; Vladimir Padrino López, titular de Defensa; el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez; el fiscal general del Estado, Tarek William Saab, o Delcy Rodríguez, aun a pesar de los rumores de que EE UU estaría dispuesto a que la vicepresidenta sustituyera a su jefe al frente del Ejecutivo. Todos ellos han rebajado su pulsión pública, aunque no siempre lo consiguen. A Padrino López le correspondió el pasado 27 de noviembre encabezar el desfile por el Día de la Aviación Militar Bolivariana en la base aérea Libertador en Maracay porque, a diferencia de anteriores aniversarios, Maduro prefirió enviar un discurso grabado de 22 minutos. Varios oficiales mostraron su malestar por el desplante.
La tensión se ha disparado en los últimos días, a raíz de que la Casa Blanca etiquetara como organización terrorista al Cártel de los Soles y apuntara a Maduro y a Diosdado como dos de sus jefes. Que Trump piense así es como jugar al bingo de la muerte. El círculo íntimo del dirigente venezolano se siente vigilado y amenazado. Incluso todos ellos han dejado de asistir juntos a actos y recepciones ante el temor a un golpe selectivo.
Existe una historia popular referida a que el presidente caribeño, sus ministros y algunos altos cargos más, ligados a puestos clave de la defensa o el buró político, pernoctan en ocasiones en un búnker situado debajo del Fuerte Tiuna, en Caracas. Nunca se ha podido comprobar. Este es el mayor complejo militar del país, sede del Ministerio del Poder Popular para la Defensa, el Batallón Bolívar y otros departamentos oficiales. Según esa tesis, bajo su superficie existiría un refugio blindado construido en la época de Hugo Chávez. Nadie parece haberlo visto pero es creíble para muchos opositores. Ahí, según varios medios, pasaría la noche con cierta frecuencia Maduro, bajo vigilancia de agentes cubanos.
El incorruptible chofer del presidente
Resulte real o fruto de la imaginación la existencia de este búnker, lo cierto es que la cúpula del régimen no parece ser la misma desde que Trump estacionó en la costa caribeña a una poderosa flota aeronaval, empezó a bombardear supuestas narcolanchas y advirtió de la posibilidad de que la CIA y los militares vayan a actuar en suelo venezolano. El líder chavista sentiría aprensión a ser localizado por el móvil –un aparato maldito si eres perseguido por alguien dotado de drones armados–, secuestrado o atacado por un comando.
Una historia popular, que se desconoce si es cierta o no, cuenta que Maduro, sus ministros y algunos altos cargos más pernoctan en ocasiones en un búnker situado debajo en Caracas
Su escolta se ha incrementado y, según 'The New York Times', en su equipo de seguridad predominan ahora los guardaespaldas y exagentes de espionaje cubanos traídos desde La Habana. La finalidad es evitar una traición de los militares locales peor pagados o de aquellos disconformes con el régimen que preferirían detener al presidente y entregárselo a las autoridades estadounidenses. Al parecer, la CIA ya tentó al chófer de Maduro pero resultó infructuoso.
En cualquier caso, si el jefe del Estado tiene miedo procura no demostrarlo en público. Al contrario. Desde septiembre, cuando la Casa Blanca decidió que era el momento de atacar al negocio caribeño de la droga, Maduro se ha declarado firmemente «al servicio del pueblo» y desafiado a Estados Unidos, menospreciando incluso con bailes y chanzas las advertencias de Trump.
250.000 seguidores
sumaba Nicolás Maduro en su canal de YouTube, pero la plataforma decidió cerrarlo el pasado septiembre.
Al menos durante tres fines de semana ha movilizado a decenas de miles de civiles para demostrar la extraordinaria determinación de sus milicias bolivarianas. Preside marchas de adhesión a su figura y en contra del «enemigo yanqui». O se muestra festivo y alegre en el estreno del documental sobre su vida política. Pero en otras actividades públicas ha bajado el pistón. Su cita catódica constante con el pueblo, con apariciones de entre hora y media a tres horas diarias en televisión, ahora la cumple con la ayuda de programas pregrabados. YouTube eliminó en septiembre su canal y el del Ministerio de Defensa, lo que ha hecho que una de sus ventanas al mundo, con más de 250.000 seguidores, se cerrase.
Un gran despliegue aeronaval
Nadie moviliza una flota aeronaval poderosa, con un coste multimillonario, para tumbar unas decenas de narcolanchas y unos cuantos laboratorios si no estuviera decidido a objetivos serios: a) hacer arder hasta los cimientos el negocio del narco desde el origen; b) asediar y cambiar un gobierno. Tampoco parece probable que Trump esté dispuesto a hacer regresar a su mejor portaaviones a casa tras adjudicarse unas escaramuzas sobre el terreno que podría haber dirigido con drones desde bases lejanas o con los cazas estacionados en Puerto Rico, Panamá, República Dominicana y El Salvador.
Tampoco es la primera vez que Trump y Maduro juegan a este juego. En 2019, durante su primer mandato en la Casa Blanca, el líder republicano ya intentó derribar a su homólogo mediante presiones, la intensificación de las sanciones económicas a Venezuela y la pretensión de movilizar a las masas ciudadanas tras reconocer a Juan Guaidó como «legítimo» presidente del país. Al parecer, las dos administraciones han mantenido además conversaciones en las que el líder chavista estaría dispuesto a dejar el poder en 2029 a cambio de que la Casa Blanca mantuviera a sus cargos más directos e inyectara dinero a la nación mediante contratos comerciales.
Hasta ahora, Maduro lo ha resistido todo e incluso en estas horas tan bajas, con los marines llamando a la puerta y la opositora María Corina Machado a punto de recoger el 10 de diciembre el Nobel de la Paz, la calle está quieta. No existe la revolución en marcha que desea Washington. Muchos analistas fían la continuidad del dirigente bolivariano a su mentalidad firme de que no le arrebatarán el poder si él no quiere, a un entramado perfecto de lealtades dentro de su equipo y a la satisfacción de un aparato militar que recibe jugosos beneficios del cártel, aparte de una profunda labor de concienciación ideológica sobre la sociedad como heredero de Hugo Chávez. Sin embargo, nada de eso resulta posible sin un sistema de control y represión.
No parece una casualidad que Maduro haya creado y desplegado una fuerza especial de grandes proporciones basada en el ejército, la Policía y los civiles en paralelo al segundo mandato de Trump. Este lunes tomó juramento a 47.000 comandos bolivarianos, que se suman a otros 250.000 repartidos por el país. Los voluntarios, muchos armados, vigilan, escuchan, denuncian o amonestan, además de desempeñar labores comunitarias en una compleja relación entre el servicio social y la represión. No hay esquina ni aldea donde no paren. Según la oposición, la acción represiva ha aumentado y solo en noviembre fueron detenidas en Caracas 54 personas, la mayoría ligadas a Vente Venezuela, el partido de la opositora María Corina Machado. Este 1 de diciembre, un tribunal condenó también a 30 años de prisión a Rafael Tudares, el yerno de Edmundo González Urrutia, exiliado en España y presidente electo según las actas de las últimas elecciones venezolanas. Hasta que Maduro decidió autoinvestirse.
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