La motosierra no estaba gripada
Las elecciones legislativas argentinas del pasado domingo han vuelto a ser un plebiscito sobre el país que quieren sus ciudadanos. Y estos han decidido, quizá ... sorpresivamente, que lo que muchos analistas manifestaban sobre la avería de la motosierra de Milei no era cierto, o puede que dichos analistas no contaran con el combustible extra que el rescate de EE UU va a aportar a la maquinaria del falso libertario. Tras los inesperados resultados y el triunfo electoral, el presidente se regocijó con su victoria, prometió profundizar las reformas (educativas, laborales y de jubilación) que considera necesarias para recuperar la supuesta grandeza del país que él sitúa cien años atrás y, lanzó el anzuelo a políticos vinculados al antiguo «macrismo» para conseguir su apoyo y de esta forma reemplazar a ministros y otros cargos que renunciaron para escapar de unos resultados electorales que auguraban desastrosos.
El rescate de Trump, que no de EE UU, ha sido un puente decisivo por el que transitar sosegadamente a las legislativas del domingo. Aunque no solucione la profunda crisis económica, ni anule el acuerdo vigente con el FMI, ni resuelva la necesidad de acumular reservas, ha mejorado a todas luces las posibilidades electorales de Milei y, supuestamente, evita el descalabro de los tipos de cambio, a la par que sostiene el gobierno de la motosierra. Al margen de algunos futuribles como la cuestión cambiaria, lo que es una clara realidad es que dicha intervención asienta la geopolítica estadounidense en la región y obliga al Gobierno argentino a interrumpir y minorar la presencia de capitales chinos en áreas estratégicas como la energética y minera, la tecnológica y la de las comunicaciones en favor de las empresas del coloso norteamericano.
El socio entregado, dócil y subyugado ha aceptado un rescate que le ha permitido ganar unas elecciones cruciales para su proyecto libertario. Rescate que no va a resolver los numerosos problemas económicos, políticos y sociales de un país fracturado cuyo presupuesto se equilibró con los recortes de la motosierra al Estado de Bienestar, a los servicios públicos, al despido de miles de trabajadores públicos y, sobre todo, con unos fondos de rescate sin precedentes del FMI que afianzaron el peso frente al dólar, manteniéndolo muy por encima de su tasa real de cambio, para reducir la desmedida inflación argentina.
Ingentes alabanzas y loas de agencias internacionales, de inversores extranjeros, de la OCDE y del FMI exteriorizaban con satisfacción que la economía de la motosierra estaba funcionando. No se contemplaban en estos informes la enorme destrucción de puestos de trabajo, las privatizaciones (centrales nucleares, hidroeléctricas, red ferroviaria, etc.), el cierre de innumerables negocios, el aumento de la pobreza que oscila entre el 25% y el 40% de la población, el deterioro ambiental y una desigualdad que ha llegado al máximo histórico de 0,47 en el Índice Gini.
El temor a no recibir la envenenada ayuda estadounidense y el rechazo a una clase política de gobiernos peronistas y de derechas que especularon e invirtieron fuera del país todos los préstamos anteriores del FMI, permiten a la motosierra seguir funcionando en una Argentina atrapada en un endeudamiento y vencimientos de corto y mediano plazo imposibles de cancelar.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión