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Los lugares y objetos abandonados más insólitos del mundo

Lunes, 29 de junio 2020, 02:04

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Un viejo autobús abandonado en la salvaje Alaska es desde luego una imagen poco usual. El aparato se hizo famoso gracias a la novela 'Into the Wild' y la película que lleva el mismo nombre ('Hacia rutas salvajes'). El libro, escrito por Jon Krakauer, narra la historia real de Christopher McCandless, un joven que lo dejó todo tras graduarse de la universidad y que, tras varias aventuras por Estados Unidos, murió de hambre en el llamado ‘Magic Bus’. Ahora, las autoridades de Alaska han decidido retirar el vehículo de la zona. El autobús se había convertido en un reclamo turístico para muchos excursionistas, sin embargo, el acceso era peligroso.

EP/ Alaska Department of Natural Resources/dpa
Un viejo autobús abandonado en la salvaje Alaska es desde luego una imagen poco usual. El aparato se hizo famoso gracias a la novela 'Into the Wild' y la película que lleva el mismo nombre ('Hacia rutas salvajes'). El libro, escrito por Jon Krakauer, narra la historia real de Christopher McCandless, un joven que lo dejó todo tras graduarse de la universidad y que, tras varias aventuras por Estados Unidos, murió de hambre en el llamado ‘Magic Bus’. Ahora, las autoridades de Alaska han decidido retirar el vehículo de la zona. El autobús se había convertido en un reclamo turístico para muchos excursionistas, sin embargo, el acceso era peligroso.
Un viejo autobús abandonado en la salvaje Alaska es desde luego una imagen poco usual. El aparato se hizo famoso gracias a la novela 'Into the Wild' y la película que lleva el mismo nombre ('Hacia rutas salvajes'). El libro, escrito por Jon Krakauer, narra la historia real de Christopher McCandless, un joven que lo dejó todo tras graduarse de la universidad y que, tras varias aventuras por Estados Unidos, murió de hambre en el llamado ‘Magic Bus’. Ahora, las autoridades de Alaska han decidido retirar el vehículo de la zona. El autobús se había convertido en un reclamo turístico para muchos excursionistas, sin embargo, el acceso era peligroso.

Un viejo autobús abandonado en la salvaje Alaska es desde luego una imagen poco usual. El aparato se hizo famoso gracias a la novela 'Into the Wild' y la película que lleva el mismo nombre ('Hacia rutas salvajes'). El libro, escrito por Jon Krakauer, narra la historia real de Christopher McCandless, un joven que lo dejó todo tras graduarse de la universidad y que, tras varias aventuras por Estados Unidos, murió de hambre en el llamado ‘Magic Bus’. Ahora, las autoridades de Alaska han decidido retirar el vehículo de la zona. El autobús se había convertido en un reclamo turístico para muchos excursionistas, sin embargo, el acceso era peligroso.

EP/ Alaska Department of Natural Resources/dpa
Un viejo autobús abandonado en la salvaje Alaska es desde luego una imagen poco usual. El aparato se hizo famoso gracias a la novela 'Into the Wild' y la película que lleva el mismo nombre ('Hacia rutas salvajes'). El libro, escrito por Jon Krakauer, narra la historia real de Christopher McCandless, un joven que lo dejó todo tras graduarse de la universidad y que, tras varias aventuras por Estados Unidos, murió de hambre en el llamado ‘Magic Bus’. Ahora, las autoridades de Alaska han decidido retirar el vehículo de la zona. El autobús se había convertido en un reclamo turístico para muchos excursionistas, sin embargo, el acceso era peligroso.
Un viejo autobús abandonado en la salvaje Alaska es desde luego una imagen poco usual. El aparato se hizo famoso gracias a la novela 'Into the Wild' y la película que lleva el mismo nombre ('Hacia rutas salvajes'). El libro, escrito por Jon Krakauer, narra la historia real de Christopher McCandless, un joven que lo dejó todo tras graduarse de la universidad y que, tras varias aventuras por Estados Unidos, murió de hambre en el llamado ‘Magic Bus’. Ahora, las autoridades de Alaska han decidido retirar el vehículo de la zona. El autobús se había convertido en un reclamo turístico para muchos excursionistas, sin embargo, el acceso era peligroso.

Un viejo autobús abandonado en la salvaje Alaska es desde luego una imagen poco usual. El aparato se hizo famoso gracias a la novela 'Into the Wild' y la película que lleva el mismo nombre ('Hacia rutas salvajes'). El libro, escrito por Jon Krakauer, narra la historia real de Christopher McCandless, un joven que lo dejó todo tras graduarse de la universidad y que, tras varias aventuras por Estados Unidos, murió de hambre en el llamado ‘Magic Bus’. Ahora, las autoridades de Alaska han decidido retirar el vehículo de la zona. El autobús se había convertido en un reclamo turístico para muchos excursionistas, sin embargo, el acceso era peligroso.

EP/ Alaska Department of Natural Resources/dpa
Un viejo autobús abandonado en la salvaje Alaska es desde luego una imagen poco usual. El aparato se hizo famoso gracias a la novela 'Into the Wild' y la película que lleva el mismo nombre ('Hacia rutas salvajes'). El libro, escrito por Jon Krakauer, narra la historia real de Christopher McCandless, un joven que lo dejó todo tras graduarse de la universidad y que, tras varias aventuras por Estados Unidos, murió de hambre en el llamado ‘Magic Bus’. Ahora, las autoridades de Alaska han decidido retirar el vehículo de la zona. El autobús se había convertido en un reclamo turístico para muchos excursionistas, sin embargo, el acceso era peligroso.
Un viejo autobús abandonado en la salvaje Alaska es desde luego una imagen poco usual. El aparato se hizo famoso gracias a la novela 'Into the Wild' y la película que lleva el mismo nombre ('Hacia rutas salvajes'). El libro, escrito por Jon Krakauer, narra la historia real de Christopher McCandless, un joven que lo dejó todo tras graduarse de la universidad y que, tras varias aventuras por Estados Unidos, murió de hambre en el llamado ‘Magic Bus’. Ahora, las autoridades de Alaska han decidido retirar el vehículo de la zona. El autobús se había convertido en un reclamo turístico para muchos excursionistas, sin embargo, el acceso era peligroso.

Un viejo autobús abandonado en la salvaje Alaska es desde luego una imagen poco usual. El aparato se hizo famoso gracias a la novela 'Into the Wild' y la película que lleva el mismo nombre ('Hacia rutas salvajes'). El libro, escrito por Jon Krakauer, narra la historia real de Christopher McCandless, un joven que lo dejó todo tras graduarse de la universidad y que, tras varias aventuras por Estados Unidos, murió de hambre en el llamado ‘Magic Bus’. Ahora, las autoridades de Alaska han decidido retirar el vehículo de la zona. El autobús se había convertido en un reclamo turístico para muchos excursionistas, sin embargo, el acceso era peligroso.

EP/ Alaska Department of Natural Resources/dpa
Un viejo autobús abandonado en la salvaje Alaska es desde luego una imagen poco usual. El aparato se hizo famoso gracias a la novela 'Into the Wild' y la película que lleva el mismo nombre ('Hacia rutas salvajes'). El libro, escrito por Jon Krakauer, narra la historia real de Christopher McCandless, un joven que lo dejó todo tras graduarse de la universidad y que, tras varias aventuras por Estados Unidos, murió de hambre en el llamado ‘Magic Bus’. Ahora, las autoridades de Alaska han decidido retirar el vehículo de la zona. El autobús se había convertido en un reclamo turístico para muchos excursionistas, sin embargo, el acceso era peligroso.
Un viejo autobús abandonado en la salvaje Alaska es desde luego una imagen poco usual. El aparato se hizo famoso gracias a la novela 'Into the Wild' y la película que lleva el mismo nombre ('Hacia rutas salvajes'). El libro, escrito por Jon Krakauer, narra la historia real de Christopher McCandless, un joven que lo dejó todo tras graduarse de la universidad y que, tras varias aventuras por Estados Unidos, murió de hambre en el llamado ‘Magic Bus’. Ahora, las autoridades de Alaska han decidido retirar el vehículo de la zona. El autobús se había convertido en un reclamo turístico para muchos excursionistas, sin embargo, el acceso era peligroso.

Un viejo autobús abandonado en la salvaje Alaska es desde luego una imagen poco usual. El aparato se hizo famoso gracias a la novela 'Into the Wild' y la película que lleva el mismo nombre ('Hacia rutas salvajes'). El libro, escrito por Jon Krakauer, narra la historia real de Christopher McCandless, un joven que lo dejó todo tras graduarse de la universidad y que, tras varias aventuras por Estados Unidos, murió de hambre en el llamado ‘Magic Bus’. Ahora, las autoridades de Alaska han decidido retirar el vehículo de la zona. El autobús se había convertido en un reclamo turístico para muchos excursionistas, sin embargo, el acceso era peligroso.

EP/ Alaska Department of Natural Resources/dpa
Un viejo autobús abandonado en la salvaje Alaska es desde luego una imagen poco usual. El aparato se hizo famoso gracias a la novela 'Into the Wild' y la película que lleva el mismo nombre ('Hacia rutas salvajes'). El libro, escrito por Jon Krakauer, narra la historia real de Christopher McCandless, un joven que lo dejó todo tras graduarse de la universidad y que, tras varias aventuras por Estados Unidos, murió de hambre en el llamado ‘Magic Bus’. Ahora, las autoridades de Alaska han decidido retirar el vehículo de la zona. El autobús se había convertido en un reclamo turístico para muchos excursionistas, sin embargo, el acceso era peligroso.
Un viejo autobús abandonado en la salvaje Alaska es desde luego una imagen poco usual. El aparato se hizo famoso gracias a la novela 'Into the Wild' y la película que lleva el mismo nombre ('Hacia rutas salvajes'). El libro, escrito por Jon Krakauer, narra la historia real de Christopher McCandless, un joven que lo dejó todo tras graduarse de la universidad y que, tras varias aventuras por Estados Unidos, murió de hambre en el llamado ‘Magic Bus’. Ahora, las autoridades de Alaska han decidido retirar el vehículo de la zona. El autobús se había convertido en un reclamo turístico para muchos excursionistas, sin embargo, el acceso era peligroso.

Ese paisaje apocalíptico de buques de pesca herrumbrosos y conserveros ajados y varados por los años de los años en un arenal ocre tendría su atractivo si se tratara solo de imágenes captadas para una exposición de estética fantasmal o una de esas producciones del cine de catástrofes. Pero no es ficción. Las espectrales escenas son reales y fueron provocadas por el error histórico de las autoridades de la extinta Unión Soviética que, al principio de los sesenta, decidieron desviar el curso de los dos grandes ríos que alimentaban el Mar de Aral para regar algodón.

Reuters/AP/Fotolia
Ese paisaje apocalíptico de buques de pesca herrumbrosos y conserveros ajados y varados por los años de los años en un arenal ocre tendría su atractivo si se tratara solo de imágenes captadas para una exposición de estética fantasmal o una de esas producciones del cine de catástrofes. Pero no es ficción. Las espectrales escenas son reales y fueron provocadas por el error histórico de las autoridades de la extinta Unión Soviética que, al principio de los sesenta, decidieron desviar el curso de los dos grandes ríos que alimentaban el Mar de Aral para regar algodón.
Ese paisaje apocalíptico de buques de pesca herrumbrosos y conserveros ajados y varados por los años de los años en un arenal ocre tendría su atractivo si se tratara solo de imágenes captadas para una exposición de estética fantasmal o una de esas producciones del cine de catástrofes. Pero no es ficción. Las espectrales escenas son reales y fueron provocadas por el error histórico de las autoridades de la extinta Unión Soviética que, al principio de los sesenta, decidieron desviar el curso de los dos grandes ríos que alimentaban el Mar de Aral para regar algodón.

Ese paisaje apocalíptico de buques de pesca herrumbrosos y conserveros ajados y varados por los años de los años en un arenal ocre tendría su atractivo si se tratara solo de imágenes captadas para una exposición de estética fantasmal o una de esas producciones del cine de catástrofes. Pero no es ficción. Las espectrales escenas son reales y fueron provocadas por el error histórico de las autoridades de la extinta Unión Soviética que, al principio de los sesenta, decidieron desviar el curso de los dos grandes ríos que alimentaban el Mar de Aral para regar algodón.

Reuters/AP/Fotolia
Ese paisaje apocalíptico de buques de pesca herrumbrosos y conserveros ajados y varados por los años de los años en un arenal ocre tendría su atractivo si se tratara solo de imágenes captadas para una exposición de estética fantasmal o una de esas producciones del cine de catástrofes. Pero no es ficción. Las espectrales escenas son reales y fueron provocadas por el error histórico de las autoridades de la extinta Unión Soviética que, al principio de los sesenta, decidieron desviar el curso de los dos grandes ríos que alimentaban el Mar de Aral para regar algodón.
Ese paisaje apocalíptico de buques de pesca herrumbrosos y conserveros ajados y varados por los años de los años en un arenal ocre tendría su atractivo si se tratara solo de imágenes captadas para una exposición de estética fantasmal o una de esas producciones del cine de catástrofes. Pero no es ficción. Las espectrales escenas son reales y fueron provocadas por el error histórico de las autoridades de la extinta Unión Soviética que, al principio de los sesenta, decidieron desviar el curso de los dos grandes ríos que alimentaban el Mar de Aral para regar algodón.

Ese paisaje apocalíptico de buques de pesca herrumbrosos y conserveros ajados y varados por los años de los años en un arenal ocre tendría su atractivo si se tratara solo de imágenes captadas para una exposición de estética fantasmal o una de esas producciones del cine de catástrofes. Pero no es ficción. Las espectrales escenas son reales y fueron provocadas por el error histórico de las autoridades de la extinta Unión Soviética que, al principio de los sesenta, decidieron desviar el curso de los dos grandes ríos que alimentaban el Mar de Aral para regar algodón.

Reuters/AP/Fotolia
Ese paisaje apocalíptico de buques de pesca herrumbrosos y conserveros ajados y varados por los años de los años en un arenal ocre tendría su atractivo si se tratara solo de imágenes captadas para una exposición de estética fantasmal o una de esas producciones del cine de catástrofes. Pero no es ficción. Las espectrales escenas son reales y fueron provocadas por el error histórico de las autoridades de la extinta Unión Soviética que, al principio de los sesenta, decidieron desviar el curso de los dos grandes ríos que alimentaban el Mar de Aral para regar algodón.
Ese paisaje apocalíptico de buques de pesca herrumbrosos y conserveros ajados y varados por los años de los años en un arenal ocre tendría su atractivo si se tratara solo de imágenes captadas para una exposición de estética fantasmal o una de esas producciones del cine de catástrofes. Pero no es ficción. Las espectrales escenas son reales y fueron provocadas por el error histórico de las autoridades de la extinta Unión Soviética que, al principio de los sesenta, decidieron desviar el curso de los dos grandes ríos que alimentaban el Mar de Aral para regar algodón.

Ese paisaje apocalíptico de buques de pesca herrumbrosos y conserveros ajados y varados por los años de los años en un arenal ocre tendría su atractivo si se tratara solo de imágenes captadas para una exposición de estética fantasmal o una de esas producciones del cine de catástrofes. Pero no es ficción. Las espectrales escenas son reales y fueron provocadas por el error histórico de las autoridades de la extinta Unión Soviética que, al principio de los sesenta, decidieron desviar el curso de los dos grandes ríos que alimentaban el Mar de Aral para regar algodón.

Reuters/AP/Fotolia
Ese paisaje apocalíptico de buques de pesca herrumbrosos y conserveros ajados y varados por los años de los años en un arenal ocre tendría su atractivo si se tratara solo de imágenes captadas para una exposición de estética fantasmal o una de esas producciones del cine de catástrofes. Pero no es ficción. Las espectrales escenas son reales y fueron provocadas por el error histórico de las autoridades de la extinta Unión Soviética que, al principio de los sesenta, decidieron desviar el curso de los dos grandes ríos que alimentaban el Mar de Aral para regar algodón.
Ese paisaje apocalíptico de buques de pesca herrumbrosos y conserveros ajados y varados por los años de los años en un arenal ocre tendría su atractivo si se tratara solo de imágenes captadas para una exposición de estética fantasmal o una de esas producciones del cine de catástrofes. Pero no es ficción. Las espectrales escenas son reales y fueron provocadas por el error histórico de las autoridades de la extinta Unión Soviética que, al principio de los sesenta, decidieron desviar el curso de los dos grandes ríos que alimentaban el Mar de Aral para regar algodón.

Ese paisaje apocalíptico de buques de pesca herrumbrosos y conserveros ajados y varados por los años de los años en un arenal ocre tendría su atractivo si se tratara solo de imágenes captadas para una exposición de estética fantasmal o una de esas producciones del cine de catástrofes. Pero no es ficción. Las espectrales escenas son reales y fueron provocadas por el error histórico de las autoridades de la extinta Unión Soviética que, al principio de los sesenta, decidieron desviar el curso de los dos grandes ríos que alimentaban el Mar de Aral para regar algodón.

Reuters/AP/Fotolia
Ese paisaje apocalíptico de buques de pesca herrumbrosos y conserveros ajados y varados por los años de los años en un arenal ocre tendría su atractivo si se tratara solo de imágenes captadas para una exposición de estética fantasmal o una de esas producciones del cine de catástrofes. Pero no es ficción. Las espectrales escenas son reales y fueron provocadas por el error histórico de las autoridades de la extinta Unión Soviética que, al principio de los sesenta, decidieron desviar el curso de los dos grandes ríos que alimentaban el Mar de Aral para regar algodón.
Ese paisaje apocalíptico de buques de pesca herrumbrosos y conserveros ajados y varados por los años de los años en un arenal ocre tendría su atractivo si se tratara solo de imágenes captadas para una exposición de estética fantasmal o una de esas producciones del cine de catástrofes. Pero no es ficción. Las espectrales escenas son reales y fueron provocadas por el error histórico de las autoridades de la extinta Unión Soviética que, al principio de los sesenta, decidieron desviar el curso de los dos grandes ríos que alimentaban el Mar de Aral para regar algodón.

Houtouwan era una próspera comunidad de pescadores en la isla de Shenghshan (provincia oriental china de Zhejiang). En la década de 1990, la mayoría de la población abandonó el pueblo. Los pescadores locales no podían competir con la fuerte industria del continente. El aislamiento y la dificultad de abastecimiento abocaron a la localidad al declive. La vegetación avanzó durante años hasta cubrir por completo viviendas y calles. La aldea se ha convertido desde hace unos años en un punto de atracción de turismo.

AFP/Johannes Eisele
Houtouwan era una próspera comunidad de pescadores en la isla de Shenghshan (provincia oriental china de Zhejiang). En la década de 1990, la mayoría de la población abandonó el pueblo. Los pescadores locales no podían competir con la fuerte industria del continente. El aislamiento y la dificultad de abastecimiento abocaron a la localidad al declive. La vegetación avanzó durante años hasta cubrir por completo viviendas y calles. La aldea se ha convertido desde hace unos años en un punto de atracción de turismo.
Houtouwan era una próspera comunidad de pescadores en la isla de Shenghshan (provincia oriental china de Zhejiang). En la década de 1990, la mayoría de la población abandonó el pueblo. Los pescadores locales no podían competir con la fuerte industria del continente. El aislamiento y la dificultad de abastecimiento abocaron a la localidad al declive. La vegetación avanzó durante años hasta cubrir por completo viviendas y calles. La aldea se ha convertido desde hace unos años en un punto de atracción de turismo.

Houtouwan era una próspera comunidad de pescadores en la isla de Shenghshan (provincia oriental china de Zhejiang). En la década de 1990, la mayoría de la población abandonó el pueblo. Los pescadores locales no podían competir con la fuerte industria del continente. El aislamiento y la dificultad de abastecimiento abocaron a la localidad al declive. La vegetación avanzó durante años hasta cubrir por completo viviendas y calles. La aldea se ha convertido desde hace unos años en un punto de atracción de turismo.

AFP/Johannes Eisele
Houtouwan era una próspera comunidad de pescadores en la isla de Shenghshan (provincia oriental china de Zhejiang). En la década de 1990, la mayoría de la población abandonó el pueblo. Los pescadores locales no podían competir con la fuerte industria del continente. El aislamiento y la dificultad de abastecimiento abocaron a la localidad al declive. La vegetación avanzó durante años hasta cubrir por completo viviendas y calles. La aldea se ha convertido desde hace unos años en un punto de atracción de turismo.
Houtouwan era una próspera comunidad de pescadores en la isla de Shenghshan (provincia oriental china de Zhejiang). En la década de 1990, la mayoría de la población abandonó el pueblo. Los pescadores locales no podían competir con la fuerte industria del continente. El aislamiento y la dificultad de abastecimiento abocaron a la localidad al declive. La vegetación avanzó durante años hasta cubrir por completo viviendas y calles. La aldea se ha convertido desde hace unos años en un punto de atracción de turismo.

Houtouwan era una próspera comunidad de pescadores en la isla de Shenghshan (provincia oriental china de Zhejiang). En la década de 1990, la mayoría de la población abandonó el pueblo. Los pescadores locales no podían competir con la fuerte industria del continente. El aislamiento y la dificultad de abastecimiento abocaron a la localidad al declive. La vegetación avanzó durante años hasta cubrir por completo viviendas y calles. La aldea se ha convertido desde hace unos años en un punto de atracción de turismo.

AFP/Johannes Eisele
Houtouwan era una próspera comunidad de pescadores en la isla de Shenghshan (provincia oriental china de Zhejiang). En la década de 1990, la mayoría de la población abandonó el pueblo. Los pescadores locales no podían competir con la fuerte industria del continente. El aislamiento y la dificultad de abastecimiento abocaron a la localidad al declive. La vegetación avanzó durante años hasta cubrir por completo viviendas y calles. La aldea se ha convertido desde hace unos años en un punto de atracción de turismo.
Houtouwan era una próspera comunidad de pescadores en la isla de Shenghshan (provincia oriental china de Zhejiang). En la década de 1990, la mayoría de la población abandonó el pueblo. Los pescadores locales no podían competir con la fuerte industria del continente. El aislamiento y la dificultad de abastecimiento abocaron a la localidad al declive. La vegetación avanzó durante años hasta cubrir por completo viviendas y calles. La aldea se ha convertido desde hace unos años en un punto de atracción de turismo.

Houtouwan era una próspera comunidad de pescadores en la isla de Shenghshan (provincia oriental china de Zhejiang). En la década de 1990, la mayoría de la población abandonó el pueblo. Los pescadores locales no podían competir con la fuerte industria del continente. El aislamiento y la dificultad de abastecimiento abocaron a la localidad al declive. La vegetación avanzó durante años hasta cubrir por completo viviendas y calles. La aldea se ha convertido desde hace unos años en un punto de atracción de turismo.

AFP/Johannes Eisele
Houtouwan era una próspera comunidad de pescadores en la isla de Shenghshan (provincia oriental china de Zhejiang). En la década de 1990, la mayoría de la población abandonó el pueblo. Los pescadores locales no podían competir con la fuerte industria del continente. El aislamiento y la dificultad de abastecimiento abocaron a la localidad al declive. La vegetación avanzó durante años hasta cubrir por completo viviendas y calles. La aldea se ha convertido desde hace unos años en un punto de atracción de turismo.
Houtouwan era una próspera comunidad de pescadores en la isla de Shenghshan (provincia oriental china de Zhejiang). En la década de 1990, la mayoría de la población abandonó el pueblo. Los pescadores locales no podían competir con la fuerte industria del continente. El aislamiento y la dificultad de abastecimiento abocaron a la localidad al declive. La vegetación avanzó durante años hasta cubrir por completo viviendas y calles. La aldea se ha convertido desde hace unos años en un punto de atracción de turismo.

Houtouwan era una próspera comunidad de pescadores en la isla de Shenghshan (provincia oriental china de Zhejiang). En la década de 1990, la mayoría de la población abandonó el pueblo. Los pescadores locales no podían competir con la fuerte industria del continente. El aislamiento y la dificultad de abastecimiento abocaron a la localidad al declive. La vegetación avanzó durante años hasta cubrir por completo viviendas y calles. La aldea se ha convertido desde hace unos años en un punto de atracción de turismo.

AFP/Johannes Eisele
Houtouwan era una próspera comunidad de pescadores en la isla de Shenghshan (provincia oriental china de Zhejiang). En la década de 1990, la mayoría de la población abandonó el pueblo. Los pescadores locales no podían competir con la fuerte industria del continente. El aislamiento y la dificultad de abastecimiento abocaron a la localidad al declive. La vegetación avanzó durante años hasta cubrir por completo viviendas y calles. La aldea se ha convertido desde hace unos años en un punto de atracción de turismo.
Houtouwan era una próspera comunidad de pescadores en la isla de Shenghshan (provincia oriental china de Zhejiang). En la década de 1990, la mayoría de la población abandonó el pueblo. Los pescadores locales no podían competir con la fuerte industria del continente. El aislamiento y la dificultad de abastecimiento abocaron a la localidad al declive. La vegetación avanzó durante años hasta cubrir por completo viviendas y calles. La aldea se ha convertido desde hace unos años en un punto de atracción de turismo.

El centro comercial New World de Bangkok, Tailandia, ha estado abandonado y sin vida desde 1997. Ese año el edificio fue cerrado por las autoridades tailandesas, después de descubrir que sus propietarios habían construido varios pisos más de los autorizados. Después fue pasto de varios incendios y derrumbes. Ahora, una exposición lo ha devuelto momentáneamente a la vida.

El centro comercial New World de Bangkok, Tailandia, ha estado abandonado y sin vida desde 1997. Ese año el edificio fue cerrado por las autoridades tailandesas, después de descubrir que sus propietarios habían construido varios pisos más de los autorizados. Después fue pasto de varios incendios y derrumbes. Ahora, una exposición lo ha devuelto momentáneamente a la vida.
El centro comercial New World de Bangkok, Tailandia, ha estado abandonado y sin vida desde 1997. Ese año el edificio fue cerrado por las autoridades tailandesas, después de descubrir que sus propietarios habían construido varios pisos más de los autorizados. Después fue pasto de varios incendios y derrumbes. Ahora, una exposición lo ha devuelto momentáneamente a la vida.

El centro comercial New World de Bangkok, Tailandia, ha estado abandonado y sin vida desde 1997. Ese año el edificio fue cerrado por las autoridades tailandesas, después de descubrir que sus propietarios habían construido varios pisos más de los autorizados. Después fue pasto de varios incendios y derrumbes. Ahora, una exposición lo ha devuelto momentáneamente a la vida.

El centro comercial New World de Bangkok, Tailandia, ha estado abandonado y sin vida desde 1997. Ese año el edificio fue cerrado por las autoridades tailandesas, después de descubrir que sus propietarios habían construido varios pisos más de los autorizados. Después fue pasto de varios incendios y derrumbes. Ahora, una exposición lo ha devuelto momentáneamente a la vida.
El centro comercial New World de Bangkok, Tailandia, ha estado abandonado y sin vida desde 1997. Ese año el edificio fue cerrado por las autoridades tailandesas, después de descubrir que sus propietarios habían construido varios pisos más de los autorizados. Después fue pasto de varios incendios y derrumbes. Ahora, una exposición lo ha devuelto momentáneamente a la vida.

El centro comercial New World de Bangkok, Tailandia, ha estado abandonado y sin vida desde 1997. Ese año el edificio fue cerrado por las autoridades tailandesas, después de descubrir que sus propietarios habían construido varios pisos más de los autorizados. Después fue pasto de varios incendios y derrumbes. Ahora, una exposición lo ha devuelto momentáneamente a la vida.

El centro comercial New World de Bangkok, Tailandia, ha estado abandonado y sin vida desde 1997. Ese año el edificio fue cerrado por las autoridades tailandesas, después de descubrir que sus propietarios habían construido varios pisos más de los autorizados. Después fue pasto de varios incendios y derrumbes. Ahora, una exposición lo ha devuelto momentáneamente a la vida.
El centro comercial New World de Bangkok, Tailandia, ha estado abandonado y sin vida desde 1997. Ese año el edificio fue cerrado por las autoridades tailandesas, después de descubrir que sus propietarios habían construido varios pisos más de los autorizados. Después fue pasto de varios incendios y derrumbes. Ahora, una exposición lo ha devuelto momentáneamente a la vida.

El centro comercial New World de Bangkok, Tailandia, ha estado abandonado y sin vida desde 1997. Ese año el edificio fue cerrado por las autoridades tailandesas, después de descubrir que sus propietarios habían construido varios pisos más de los autorizados. Después fue pasto de varios incendios y derrumbes. Ahora, una exposición lo ha devuelto momentáneamente a la vida.

El centro comercial New World de Bangkok, Tailandia, ha estado abandonado y sin vida desde 1997. Ese año el edificio fue cerrado por las autoridades tailandesas, después de descubrir que sus propietarios habían construido varios pisos más de los autorizados. Después fue pasto de varios incendios y derrumbes. Ahora, una exposición lo ha devuelto momentáneamente a la vida.
El centro comercial New World de Bangkok, Tailandia, ha estado abandonado y sin vida desde 1997. Ese año el edificio fue cerrado por las autoridades tailandesas, después de descubrir que sus propietarios habían construido varios pisos más de los autorizados. Después fue pasto de varios incendios y derrumbes. Ahora, una exposición lo ha devuelto momentáneamente a la vida.

El centro comercial New World de Bangkok, Tailandia, ha estado abandonado y sin vida desde 1997. Ese año el edificio fue cerrado por las autoridades tailandesas, después de descubrir que sus propietarios habían construido varios pisos más de los autorizados. Después fue pasto de varios incendios y derrumbes. Ahora, una exposición lo ha devuelto momentáneamente a la vida.

El centro comercial New World de Bangkok, Tailandia, ha estado abandonado y sin vida desde 1997. Ese año el edificio fue cerrado por las autoridades tailandesas, después de descubrir que sus propietarios habían construido varios pisos más de los autorizados. Después fue pasto de varios incendios y derrumbes. Ahora, una exposición lo ha devuelto momentáneamente a la vida.
El centro comercial New World de Bangkok, Tailandia, ha estado abandonado y sin vida desde 1997. Ese año el edificio fue cerrado por las autoridades tailandesas, después de descubrir que sus propietarios habían construido varios pisos más de los autorizados. Después fue pasto de varios incendios y derrumbes. Ahora, una exposición lo ha devuelto momentáneamente a la vida.

El hallazgo de diamantes dio lugar a la creación en 1908 de Kolmanskop, ciudad de estilo centroeuropeo situada al sur de la colonia alemana de Namibia. Tras la I Guerra Mundial, la caída de la producción provocó su declive y definitivo abandono en 1954. Su peculiar arquitectura, invadida por las arenas del desierto del Namib, la semejan más a un poblado del Lejano Oeste.

GIANLUIGI GUERCIA / AFP
El hallazgo de diamantes dio lugar a la creación en 1908 de Kolmanskop, ciudad de estilo centroeuropeo situada al sur de la colonia alemana de Namibia. Tras la I Guerra Mundial, la caída de la producción provocó su declive y definitivo abandono en 1954. Su peculiar arquitectura, invadida por las arenas del desierto del Namib, la semejan más a un poblado del Lejano Oeste.
El hallazgo de diamantes dio lugar a la creación en 1908 de Kolmanskop, ciudad de estilo centroeuropeo situada al sur de la colonia alemana de Namibia. Tras la I Guerra Mundial, la caída de la producción provocó su declive y definitivo abandono en 1954. Su peculiar arquitectura, invadida por las arenas del desierto del Namib, la semejan más a un poblado del Lejano Oeste.

El hallazgo de diamantes dio lugar a la creación en 1908 de Kolmanskop, ciudad de estilo centroeuropeo situada al sur de la colonia alemana de Namibia. Tras la I Guerra Mundial, la caída de la producción provocó su declive y definitivo abandono en 1954. Su peculiar arquitectura, invadida por las arenas del desierto del Namib, la semejan más a un poblado del Lejano Oeste.

GIANLUIGI GUERCIA / AFP
El hallazgo de diamantes dio lugar a la creación en 1908 de Kolmanskop, ciudad de estilo centroeuropeo situada al sur de la colonia alemana de Namibia. Tras la I Guerra Mundial, la caída de la producción provocó su declive y definitivo abandono en 1954. Su peculiar arquitectura, invadida por las arenas del desierto del Namib, la semejan más a un poblado del Lejano Oeste.
El hallazgo de diamantes dio lugar a la creación en 1908 de Kolmanskop, ciudad de estilo centroeuropeo situada al sur de la colonia alemana de Namibia. Tras la I Guerra Mundial, la caída de la producción provocó su declive y definitivo abandono en 1954. Su peculiar arquitectura, invadida por las arenas del desierto del Namib, la semejan más a un poblado del Lejano Oeste.

El hallazgo de diamantes dio lugar a la creación en 1908 de Kolmanskop, ciudad de estilo centroeuropeo situada al sur de la colonia alemana de Namibia. Tras la I Guerra Mundial, la caída de la producción provocó su declive y definitivo abandono en 1954. Su peculiar arquitectura, invadida por las arenas del desierto del Namib, la semejan más a un poblado del Lejano Oeste.

GIANLUIGI GUERCIA / AFP
El hallazgo de diamantes dio lugar a la creación en 1908 de Kolmanskop, ciudad de estilo centroeuropeo situada al sur de la colonia alemana de Namibia. Tras la I Guerra Mundial, la caída de la producción provocó su declive y definitivo abandono en 1954. Su peculiar arquitectura, invadida por las arenas del desierto del Namib, la semejan más a un poblado del Lejano Oeste.
El hallazgo de diamantes dio lugar a la creación en 1908 de Kolmanskop, ciudad de estilo centroeuropeo situada al sur de la colonia alemana de Namibia. Tras la I Guerra Mundial, la caída de la producción provocó su declive y definitivo abandono en 1954. Su peculiar arquitectura, invadida por las arenas del desierto del Namib, la semejan más a un poblado del Lejano Oeste.

El hallazgo de diamantes dio lugar a la creación en 1908 de Kolmanskop, ciudad de estilo centroeuropeo situada al sur de la colonia alemana de Namibia. Tras la I Guerra Mundial, la caída de la producción provocó su declive y definitivo abandono en 1954. Su peculiar arquitectura, invadida por las arenas del desierto del Namib, la semejan más a un poblado del Lejano Oeste.

GIANLUIGI GUERCIA / AFP
El hallazgo de diamantes dio lugar a la creación en 1908 de Kolmanskop, ciudad de estilo centroeuropeo situada al sur de la colonia alemana de Namibia. Tras la I Guerra Mundial, la caída de la producción provocó su declive y definitivo abandono en 1954. Su peculiar arquitectura, invadida por las arenas del desierto del Namib, la semejan más a un poblado del Lejano Oeste.
El hallazgo de diamantes dio lugar a la creación en 1908 de Kolmanskop, ciudad de estilo centroeuropeo situada al sur de la colonia alemana de Namibia. Tras la I Guerra Mundial, la caída de la producción provocó su declive y definitivo abandono en 1954. Su peculiar arquitectura, invadida por las arenas del desierto del Namib, la semejan más a un poblado del Lejano Oeste.

El hallazgo de diamantes dio lugar a la creación en 1908 de Kolmanskop, ciudad de estilo centroeuropeo situada al sur de la colonia alemana de Namibia. Tras la I Guerra Mundial, la caída de la producción provocó su declive y definitivo abandono en 1954. Su peculiar arquitectura, invadida por las arenas del desierto del Namib, la semejan más a un poblado del Lejano Oeste.

GIANLUIGI GUERCIA / AFP
El hallazgo de diamantes dio lugar a la creación en 1908 de Kolmanskop, ciudad de estilo centroeuropeo situada al sur de la colonia alemana de Namibia. Tras la I Guerra Mundial, la caída de la producción provocó su declive y definitivo abandono en 1954. Su peculiar arquitectura, invadida por las arenas del desierto del Namib, la semejan más a un poblado del Lejano Oeste.
El hallazgo de diamantes dio lugar a la creación en 1908 de Kolmanskop, ciudad de estilo centroeuropeo situada al sur de la colonia alemana de Namibia. Tras la I Guerra Mundial, la caída de la producción provocó su declive y definitivo abandono en 1954. Su peculiar arquitectura, invadida por las arenas del desierto del Namib, la semejan más a un poblado del Lejano Oeste.

Los templos de Angkor Wat, en la región de Camboya, son considerados como el mayor complejo arqueológico del sureste asiático, permanecieron desconocidos al mundo occidental hasta mediados del siglo XX. El territorio fue, en el siglo primero de nuestra era, el exótico país Jemer. La tradición estipulaba que cada rey debía erigir un nuevo templo a Shiva (el dios destructor) o a Vishnu (el guardian) según le perteneciera, y que a su muerte le serviría de tumba. Así empezaron las edificaciones religiosas a los dioses hindúes, concebidas como una representación simbólica del universo. Su abandono sigue siendo uno de los misterios que envuelven estas reliquias.

Agencias
Los templos de Angkor Wat, en la región de Camboya, son considerados como el mayor complejo arqueológico del sureste asiático, permanecieron desconocidos al mundo occidental hasta mediados del siglo XX. El territorio fue, en el siglo primero de nuestra era, el exótico país Jemer. La tradición estipulaba que cada rey debía erigir un nuevo templo a Shiva (el dios destructor) o a Vishnu (el guardian) según le perteneciera, y que a su muerte le serviría de tumba. Así empezaron las edificaciones religiosas a los dioses hindúes, concebidas como una representación simbólica del universo. Su abandono sigue siendo uno de los misterios que envuelven estas reliquias.
Los templos de Angkor Wat, en la región de Camboya, son considerados como el mayor complejo arqueológico del sureste asiático, permanecieron desconocidos al mundo occidental hasta mediados del siglo XX. El territorio fue, en el siglo primero de nuestra era, el exótico país Jemer. La tradición estipulaba que cada rey debía erigir un nuevo templo a Shiva (el dios destructor) o a Vishnu (el guardian) según le perteneciera, y que a su muerte le serviría de tumba. Así empezaron las edificaciones religiosas a los dioses hindúes, concebidas como una representación simbólica del universo. Su abandono sigue siendo uno de los misterios que envuelven estas reliquias.

Los templos de Angkor Wat, en la región de Camboya, son considerados como el mayor complejo arqueológico del sureste asiático, permanecieron desconocidos al mundo occidental hasta mediados del siglo XX. El territorio fue, en el siglo primero de nuestra era, el exótico país Jemer. La tradición estipulaba que cada rey debía erigir un nuevo templo a Shiva (el dios destructor) o a Vishnu (el guardian) según le perteneciera, y que a su muerte le serviría de tumba. Así empezaron las edificaciones religiosas a los dioses hindúes, concebidas como una representación simbólica del universo. Su abandono sigue siendo uno de los misterios que envuelven estas reliquias.

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Los templos de Angkor Wat, en la región de Camboya, son considerados como el mayor complejo arqueológico del sureste asiático, permanecieron desconocidos al mundo occidental hasta mediados del siglo XX. El territorio fue, en el siglo primero de nuestra era, el exótico país Jemer. La tradición estipulaba que cada rey debía erigir un nuevo templo a Shiva (el dios destructor) o a Vishnu (el guardian) según le perteneciera, y que a su muerte le serviría de tumba. Así empezaron las edificaciones religiosas a los dioses hindúes, concebidas como una representación simbólica del universo. Su abandono sigue siendo uno de los misterios que envuelven estas reliquias.
Los templos de Angkor Wat, en la región de Camboya, son considerados como el mayor complejo arqueológico del sureste asiático, permanecieron desconocidos al mundo occidental hasta mediados del siglo XX. El territorio fue, en el siglo primero de nuestra era, el exótico país Jemer. La tradición estipulaba que cada rey debía erigir un nuevo templo a Shiva (el dios destructor) o a Vishnu (el guardian) según le perteneciera, y que a su muerte le serviría de tumba. Así empezaron las edificaciones religiosas a los dioses hindúes, concebidas como una representación simbólica del universo. Su abandono sigue siendo uno de los misterios que envuelven estas reliquias.

Los templos de Angkor Wat, en la región de Camboya, son considerados como el mayor complejo arqueológico del sureste asiático, permanecieron desconocidos al mundo occidental hasta mediados del siglo XX. El territorio fue, en el siglo primero de nuestra era, el exótico país Jemer. La tradición estipulaba que cada rey debía erigir un nuevo templo a Shiva (el dios destructor) o a Vishnu (el guardian) según le perteneciera, y que a su muerte le serviría de tumba. Así empezaron las edificaciones religiosas a los dioses hindúes, concebidas como una representación simbólica del universo. Su abandono sigue siendo uno de los misterios que envuelven estas reliquias.

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Los templos de Angkor Wat, en la región de Camboya, son considerados como el mayor complejo arqueológico del sureste asiático, permanecieron desconocidos al mundo occidental hasta mediados del siglo XX. El territorio fue, en el siglo primero de nuestra era, el exótico país Jemer. La tradición estipulaba que cada rey debía erigir un nuevo templo a Shiva (el dios destructor) o a Vishnu (el guardian) según le perteneciera, y que a su muerte le serviría de tumba. Así empezaron las edificaciones religiosas a los dioses hindúes, concebidas como una representación simbólica del universo. Su abandono sigue siendo uno de los misterios que envuelven estas reliquias.
Los templos de Angkor Wat, en la región de Camboya, son considerados como el mayor complejo arqueológico del sureste asiático, permanecieron desconocidos al mundo occidental hasta mediados del siglo XX. El territorio fue, en el siglo primero de nuestra era, el exótico país Jemer. La tradición estipulaba que cada rey debía erigir un nuevo templo a Shiva (el dios destructor) o a Vishnu (el guardian) según le perteneciera, y que a su muerte le serviría de tumba. Así empezaron las edificaciones religiosas a los dioses hindúes, concebidas como una representación simbólica del universo. Su abandono sigue siendo uno de los misterios que envuelven estas reliquias.

Los templos de Angkor Wat, en la región de Camboya, son considerados como el mayor complejo arqueológico del sureste asiático, permanecieron desconocidos al mundo occidental hasta mediados del siglo XX. El territorio fue, en el siglo primero de nuestra era, el exótico país Jemer. La tradición estipulaba que cada rey debía erigir un nuevo templo a Shiva (el dios destructor) o a Vishnu (el guardian) según le perteneciera, y que a su muerte le serviría de tumba. Así empezaron las edificaciones religiosas a los dioses hindúes, concebidas como una representación simbólica del universo. Su abandono sigue siendo uno de los misterios que envuelven estas reliquias.

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Los templos de Angkor Wat, en la región de Camboya, son considerados como el mayor complejo arqueológico del sureste asiático, permanecieron desconocidos al mundo occidental hasta mediados del siglo XX. El territorio fue, en el siglo primero de nuestra era, el exótico país Jemer. La tradición estipulaba que cada rey debía erigir un nuevo templo a Shiva (el dios destructor) o a Vishnu (el guardian) según le perteneciera, y que a su muerte le serviría de tumba. Así empezaron las edificaciones religiosas a los dioses hindúes, concebidas como una representación simbólica del universo. Su abandono sigue siendo uno de los misterios que envuelven estas reliquias.
Los templos de Angkor Wat, en la región de Camboya, son considerados como el mayor complejo arqueológico del sureste asiático, permanecieron desconocidos al mundo occidental hasta mediados del siglo XX. El territorio fue, en el siglo primero de nuestra era, el exótico país Jemer. La tradición estipulaba que cada rey debía erigir un nuevo templo a Shiva (el dios destructor) o a Vishnu (el guardian) según le perteneciera, y que a su muerte le serviría de tumba. Así empezaron las edificaciones religiosas a los dioses hindúes, concebidas como una representación simbólica del universo. Su abandono sigue siendo uno de los misterios que envuelven estas reliquias.

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Los templos de Angkor Wat, en la región de Camboya, son considerados como el mayor complejo arqueológico del sureste asiático, permanecieron desconocidos al mundo occidental hasta mediados del siglo XX. El territorio fue, en el siglo primero de nuestra era, el exótico país Jemer. La tradición estipulaba que cada rey debía erigir un nuevo templo a Shiva (el dios destructor) o a Vishnu (el guardian) según le perteneciera, y que a su muerte le serviría de tumba. Así empezaron las edificaciones religiosas a los dioses hindúes, concebidas como una representación simbólica del universo. Su abandono sigue siendo uno de los misterios que envuelven estas reliquias.
Los templos de Angkor Wat, en la región de Camboya, son considerados como el mayor complejo arqueológico del sureste asiático, permanecieron desconocidos al mundo occidental hasta mediados del siglo XX. El territorio fue, en el siglo primero de nuestra era, el exótico país Jemer. La tradición estipulaba que cada rey debía erigir un nuevo templo a Shiva (el dios destructor) o a Vishnu (el guardian) según le perteneciera, y que a su muerte le serviría de tumba. Así empezaron las edificaciones religiosas a los dioses hindúes, concebidas como una representación simbólica del universo. Su abandono sigue siendo uno de los misterios que envuelven estas reliquias.

El mayor desastre nuclear de la historia tuvo lugar hace 34 años en Chernóbil. De acuerdo con evaluaciones oficiales, la explosión ocurrida en la madrugada del 26 de abril de 1986 esparció hasta 200 toneladas de material con una radiactividad de 50 millones de curies, equivalente a 500 bombas atómicas como la lanzada en Hiroshima. La llamada 'zona de exclusión' es un área que se extiende en un radio de 30 kilómetros alrededor de la central nuclear cuyo reactor número 4 saltó por los aires. Hasta diciembre de 2010, a la esta zona solo podía acceder personal autorizado, científicos, médicos y, con la debida autorización, periodistas. Ahora se organizan hasta viajes turísticos.

Agencias
El mayor desastre nuclear de la historia tuvo lugar hace 34 años en Chernóbil. De acuerdo con evaluaciones oficiales, la explosión ocurrida en la madrugada del 26 de abril de 1986 esparció hasta 200 toneladas de material con una radiactividad de 50 millones de curies, equivalente a 500 bombas atómicas como la lanzada en Hiroshima. La llamada 'zona de exclusión' es un área que se extiende en un radio de 30 kilómetros alrededor de la central nuclear cuyo reactor número 4 saltó por los aires. Hasta diciembre de 2010, a la esta zona solo podía acceder personal autorizado, científicos, médicos y, con la debida autorización, periodistas. Ahora se organizan hasta viajes turísticos.
El mayor desastre nuclear de la historia tuvo lugar hace 34 años en Chernóbil. De acuerdo con evaluaciones oficiales, la explosión ocurrida en la madrugada del 26 de abril de 1986 esparció hasta 200 toneladas de material con una radiactividad de 50 millones de curies, equivalente a 500 bombas atómicas como la lanzada en Hiroshima. La llamada 'zona de exclusión' es un área que se extiende en un radio de 30 kilómetros alrededor de la central nuclear cuyo reactor número 4 saltó por los aires. Hasta diciembre de 2010, a la esta zona solo podía acceder personal autorizado, científicos, médicos y, con la debida autorización, periodistas. Ahora se organizan hasta viajes turísticos.

El mayor desastre nuclear de la historia tuvo lugar hace 34 años en Chernóbil. De acuerdo con evaluaciones oficiales, la explosión ocurrida en la madrugada del 26 de abril de 1986 esparció hasta 200 toneladas de material con una radiactividad de 50 millones de curies, equivalente a 500 bombas atómicas como la lanzada en Hiroshima. La llamada 'zona de exclusión' es un área que se extiende en un radio de 30 kilómetros alrededor de la central nuclear cuyo reactor número 4 saltó por los aires. Hasta diciembre de 2010, a la esta zona solo podía acceder personal autorizado, científicos, médicos y, con la debida autorización, periodistas. Ahora se organizan hasta viajes turísticos.

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El mayor desastre nuclear de la historia tuvo lugar hace 34 años en Chernóbil. De acuerdo con evaluaciones oficiales, la explosión ocurrida en la madrugada del 26 de abril de 1986 esparció hasta 200 toneladas de material con una radiactividad de 50 millones de curies, equivalente a 500 bombas atómicas como la lanzada en Hiroshima. La llamada 'zona de exclusión' es un área que se extiende en un radio de 30 kilómetros alrededor de la central nuclear cuyo reactor número 4 saltó por los aires. Hasta diciembre de 2010, a la esta zona solo podía acceder personal autorizado, científicos, médicos y, con la debida autorización, periodistas. Ahora se organizan hasta viajes turísticos.
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