-RirPVBqsbRvjHkvS95gldqN-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Jordi Bonillo creció entre cocinas, tuvo una infancia poco convencional. Sus dos padres gestionaban dos de los negocios hosteleros más conocidos de Valencia. La familia ... de su abuelo por parte paterna eran dueños del icónico restaurante a los pies de la Calderona, Rossinyol. La de su madre, por su parte, tenía un salón de banquetes ubicado en Bétera llamado Azhor. «En las cenas en mi casa hemos hablado siempre del mismo tema de conversación: la hostelería», cuenta Jordi. De hecho, su abuela materna, Tonica, abrió una de las primeras discotecas de la ciudad, Comic, donde se conocieron sus padres. Toda su familia tiene una especie de gen hostelero.
Su abuelo abrió Rossinyol en la carretera entre Bétera y Náquera en el año 1973, y su abuela, Amparo Bernat, junto a sus dos hijos Vicente y Carlos, convirtieron el restaurante en uno de los mejores sitios de Valencia para comer arroz. Era el lugar donde todo el mundo quería celebrar su boda, con un salón con capacidad para casi 800 personas y una gastronomía exquisita con producto de mercado. De hecho, la cocina de Rossinyol se convirtió en una escuela de la que han salido grandes cocineros de nuestra tierra, como Vicente Navarro que abrió Casa Granero o Fernando Navarro de Goya Gallery.
«Salía a cenar con mis padres los lunes o los martes, cuando descansaban también sus amigos los dueños de Rausell, Granero o con mis tíos, dueños de La Pérgola. Iban siempre a buenos restaurantes y yo iba con ellos», recuerda Jordi. «También les acompañaba desde bien pequeño a Mercavalencia. Los fines de semana no los veía porque ambos tenían siempre bodas y cuando me hice mayor llegábamos todos a casa a las tres de la mañana, yo venía de fiesta y ellos de trabajar». Empezar en la hostelería fue entonces lo más natural para Jordi, casi inevitable.
Estudió cocina, trabajó unos meses en Rausell, se montó un Rossinyol en el centro, después se fue a Escocia, estuvo también cocinando en el hotel de lujo Val de Neu y entre tanto trabajando junto a sus padres. Después de pandemia, Carlos y Amparo empezaron a pensar en la jubilación, y fue cuando Jordi se unió a Pablo y Salva, dueños del restaurante El gordo y el flaco, y les ofreció montar un obrador en el local de Azhor. Más tarde, en 2021 su padre decidió colgar el delantal y así fue como cerró Rossinyol, después de casi 50 años. «No quería morirme sin intentarlo, el restaurante estaba parado. Fue una decisión difícil de tomar, pero me dije: voy a intentarlo», relata Jordi.
Y así fue como él y su socio, Toni Arenas, prendieron de nuevo la leña a los paelleros de Rossinyol, quereabría al público ayer, día 4 de junio. La nueva oferta del restaurante no se aleja demasiado de la anterior. Los arroces siguen siendo los protagonistas y a ellos se suman las tapas clásicas de siempre (titaína, buñuelo de bacalao), algunas con un toque actual (steak tartar, tataki de atún), los imprescindibles (cecina, jamón de bellota) y sugerencias del día con productos de temporada.
Reabren con un horario de 9 a 5, para almorzar y comer a los pies de la sierra Calderona, y con previsión de celebrar de nuevo grandes eventos, bodas, comuniones, navidades en familia, e incluso eventos empresariales. Los meses de julio y agosto se podrá disfrutar de la brisa de la sierra desde su jardín. Y en septiembre los fines de semana habrá un espacio para que los niños se diviertan, mientras los padres se entregan a lo mejor de nuestra gastronomía.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.