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El descubridor
Jueves, 29 de mayo 2025, 16:56
En el principio, fue el Rioja: el gran vino de España detonó el interés de un grupo de emprendedores que fundaron en el barrio ... de la Estación de Haro una bodega llamada como la comarca donde radica, La Rioja Alta. Era el año 1890. Luego vinieron nuevas aventuras, también en busca de la excelencia, de Galicia a Ribera de Duero, para regresar siempre sobre sus pasos, hacia la casa madre y hacia un proyecto en Rioja Alavesa, Torre de Oña, que ha crecido hasta comportarse según el mismo código que la bodega matriz y sus hermanas. Grandes vinos, grandísimos. Con un discurso común (respeto inmaculado por el territorio, elaboración casi artesanal, toda clase de mimos en mil detalles) y un resultado análogo: una experiencia excepcional que 135 años después permite concluir con el presidente del grupo, Guillermo de Aranzábal, que La Rioja Alta puede entonar aquello de misión cumplida. «Hemos actualizado lo clásico en nuestros vinos, con un final redondo».
Aranzábal pronunció estas palabras durante un encuentro con la prensa especializada Valencia que sirvió para protagonizar una experiencia única: llevar sus mejores vinos al encuentro de la crítica. Salir de sus bodegas y elegir el restaurante El Poblet para someterse al escrutinio de un grupo de expertos ante quienes, acompañado por su enólogo Julio Sáenz, enarboló un mensaje prendido al propósito de fondo de La Rioja Alta: «Evolución, no revolución». Fieles al sello diferencial de su marca, empeñados en la elaboración de vinos «ya desde el terruño», apóstoles de un método de trabajo que apuesta por »extraer lo mejor de cada finca con la menor intervención humana», los responsables de la bodega han logrado modernizar su catálogo (empezando también por el principio, sus Riojas, y ahí está el espléndido El Camino que lo demuestra) mediante una estrategia de gestión integral («Apenas compramos uvas fuera de nuestras fincas», señaló su director general) y un objetivo plasmado en esta declaración de intenciones: «No somos fundamentalistas».
Guillermo de Aranzábal
Presidente del grupo La Rioja Alta
Esa versatilidad de su relato florece en cada uno de los vinos que ofreció durante la cata. Deslumbrantes sus tres blancos gallegos, enérgicos sus tintos de Ribera, elegantes sus Riojas, tanto los de Torres de Oña como los alumbrados en Haro, que Aranzábal descifró ante la concurrencia con una frase elocuente: todos elegantes, aunque unos sedosos y otros aterciopelados. Entre estos últimos, puro terciopelo en efecto, con un paso de boca que suscitó la emoción generalizada, la gran estrella de la velada: su gran reserva 890, que alude a la fecha fundacional de la bodega, según la versión nacida en la añada del 2020. Un tinto emocionante, desde luego, porque a la experiencia inolvidable de saborear uno de los grandes de Rioja en su máxima expresión se añadía la magia que depositaba durante el trance su creador. Las palabras de Julio Sáenz conmovían con el mismo grado de sentimentalidad que se desprendía de la cata de sus criaturas, esos vinos que se han hecho mayores sin ser nunca antiguos.
Más bien al contrario. La radicalidad del discurso de La Rioja Alta consiste en defender que la modernidad en el método de elaboración pasa por volver a las raíces, como ocurre en tantas circunstancias de la vida, en tantas y tantas disciplinas. Sus vinos encarnan la tipicidad propia de Rioja (finura, frescura, longitud en boca, una textura «deliciosa», en opinión de Sáenz), adaptada al gusto contemporáneo del consumidor. ¿Cómo se logra el milagro? Siendo fieles al estilo pero renovando algunos de sus atributos. Por ejemplo, que la madera esté pero no se note, de acuerdo con la lógica de los nuevos tiempos. Siendo en definitiva leales al contrato suscrito desde hace 135 años con sus primeros feligreses, a quienes sus Ardanza, Alberdi o Arana, las marcas que operan como buque insignia de su prestigioso proyecto, han hecho tan felices durante tan largo tiempo. Los vinos que Aranzábal definió cuando la cata concluía con la frase que explica su éxito: «Son como los Beatles. Son de altísima calidad y gustan a todo el mundo»
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