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Comer en la playa en Valencia | Las tellinas de toda la vida

Las tellinas de toda la vida

Reivindicación de un bocado propio valenciano o cómo saborear el Mediterráneo

Jorge Alacid

Valencia

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Jueves, 30 de septiembre 2021, 22:33

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A Juan, un valenciano de Tres Forques recién jubilado, le mandaban de niño de vacaciones lejos, muy lejos: hasta El Saler, nada menos. Una travesía que en la Valencia de entonces tenía algo de expedición hacia los polos, porque de hecho recuerda que no volvía casi a ver a sus padres durante aquellos meses que entonces le parecían interminables. Entre juegos infantiles, travesuras y demás experiencias propias de la canícula, una de ellas todavía habita en su memoria. No, no olvida aquellas incursiones con sus tíos, que vivían en la zona, a por tellinas. Un manjar humilde, según recuerda, poco o nada valorado en su mocedad, que representaba para Juan y los suyos todo un banquete. «Mis tías las limpiaban, luego un golpe de sartén y hala: a comer tellinas, todo el día, como si fueran pipas. Porque mis tíos traían sacos y sacos».

Las tellinas, las humildes tellinas de aquella feliz infancia de Juan y tantos valencianos de su generación, son una golosina poco conocida fuera de la Comunitat. Pero de fronteras hacia adentro no hay valenciano que se resista a su hechizo. En las cartas de las mejores casas de comidas compiten por el favor de la clientela con bocados más reputados o de mayor prestigio (o que exigen una derrama más exagerada), igual que siguen presentes en el recetario familiar en sus distintas preparaciones. Que en realidad conviven mal con las recetas demasiado elaboradas: como con tantos hermanos nacidos en la profundidad del mar, ocurre con las tellinas que el principal secreto consiste en no manipular demasiado el producto para que exprese lo que tiene que decir; a saber, ese jugoso aporte salino, el concentrado espíritu del Mediterráneo que perfuma la carta de establecimientos como por ejemplo Casa Carmela. O Casa Navarro: hay algo mágico en saborear una ración de tellinas frente al mar, pensando en el breve viaje que acaba de protagonizar este pequeño molusco hasta presentarse en nuestra mesa.

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Un trayecto tan magro como sucinta es también la manera de cocinarlo: Santi Hernández, colaborador de LAS PROVINCIAS y mago de los fogones, aporta una receta que muy bien pudiera ser compartida por la mayoría de valencianos. A saber: «Se dejan en remojo con agua clara para que eliminen la arena que pueda quedar. Se saltean en la sartén con un ajos laminados y un chorrito de aceite y tapamos hasta que se abran». ¿Resumen? El propio Santi nos lo regala: «Así de sencillo, así de buenas». Y así de maravillosas: porque, de propina, regalan a quienes las devoran un recorrido por su pasado. Por su infancia. La suya, la de Juan y la de tantos otros valencianos.

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