La bodega valenciana que trabaja la tierra como si fuera un organismo vivo

El buen vino es aquel que captura la esencia del paisaje donde crece la uva de la que está hecho. El mundo del vino exige cada vez más transparencia, autenticidad y, sobre todo, respeto por el medio ambiente. En este contexto, Bodegas LOALTO, ubicada en la comarca Requena-Utiel, representa un proyecto singular. La finca, situada sobre una colina (de ahí su nombre, «lo alto») en Venta del Moro, no solo tiene una rica herencia, con un pago vitícola activo desde 1794, sino que encarna una filosofía moderna: la fusión del viñedo con su entorno de una forma sostenible.

Aunque el viñedo tiene raíces que se remontan al siglo XVIII, Bodega LOALTO se fundó en 1976. La extensión de Lo Alto es fundamental para entender su carácter: 60 hectáreas de viña, 30 hectáreas dedicadas a almendros, y 60 hectáreas de masa forestal circundante. Esta composición crea un «mosaico natural» que define el paraje único y el carácter de sus vinos. Juanjo Muñoz, enólogo de la bodega, explica que el viaje ha sido un compromiso constante: «Rescatar variedades autóctonas, regenerar suelos y demostrar que la sostenibilidad no está reñida con la excelencia».

La filosofía de LOALTO se articula en torno a la idea del «paisaje habitado». El objetivo es obtener la máxima expresión de las cepas en fusión con el ecosistema natural que las rodea. Para lograrlo, la bodega trabaja bajo una premisa fundamental: «En Lo Alto trabajamos bajo la premisa de que la tierra es un organismo vivo», destaca el enólogo.

Este respeto se traduce en un manejo de cultivo respetuoso. La bodega evita el uso de productos químicos de síntesis para no interferir en la meso y macrobiota del suelo. Así, se asegura que el suelo se mantenga vivo para expresar las características del terruño. Se respetan escrupulosamente los ciclos naturales, se evitan intervenciones agresivas y se priorizan prácticas que fomenten la biodiversidad. El abonado, por ejemplo, es de tipo orgánico de origen animal y se complementa con preparados biodinámicos con la finalidad de revitalizar el suelo y llenarlo de biodiversidad.

Desde la poda hasta la vendimia, los tiempos se establecen en función del equilibrio del ecosistema, no de la rapidez del mercado. La altitud, a 750 metros, también es clave, pues «aporta frescura y acidez natural». La interacción de los viñedos con los almendros y pinares circundantes es vital, ya que estos crean corredores biológicos que regulan el microclima y favorecen la fauna auxiliar, aportando complejidad aromática al vino.

Muñoz resume el valor diferencial de la bodega: «Cada botella es un reflejo auténtico del paisaje y del clima mediterráneo continental».

Para garantizar que el vino exprese la identidad de cada parcela, LOALTO realiza un profundo proceso de investigación. Este proceso incluye análisis físicos y químicos del suelo, además de estudios de microbiota. Con esta información detallada, la bodega diseña prácticas específicas para cada parcela, ajustando desde el tipo de cubierta vegetal hasta la elección de la variedad. El objetivo es que «cada parcela sea diferente y única«. Esa diferenciación es la que debe atesorar una botella de vino para el enólogo.

La bodega apuesta firmemente por las variedades históricas, adaptadas perfectamente al clima mediterráneo continental y a los suelos calizos. Su catálogo incluye vinos monovarietales 100% como Bobal, Garnacha Tinta, Garnacha Blanca y Tardana. Bobal aporta estructura y frescura, Garnacha brinda elegancia y fruta, y Tardana destaca por su resistencia y singularidad aromática.

Las prácticas sostenibles que garantizan la calidad de Lo Alto incluyen la agricultura ecológica certificada, el uso de cubiertas vegetales y compost orgánico, el control biológico de plagas y la vendimia manual, la cual selecciona solo la mejor fruta. El sistema de elaboración es de mínima intervención, buscando obtener la tipicidad posible del paraje.

Aunque el sector está avanzando hacia la sostenibilidad, Muñoz advierte que «aún persisten prácticas intensivas que priorizan volumen sobre calidad». El enólogo explica que el abuso de químicos degrada la fertilidad del suelo, rompe el equilibrio microbiológico y genera dependencia en la planta, reduciendo su capacidad de expresar el 'terroir'.

Frente a estos desafíos, LOALTO ha obtenido un importante reconocimiento internacional, validando su compromiso con la excelencia. Sus vinos han sido elogiados por críticos como Tim Atkin, y caldos como Los Álamos A y LoAlto Bobal han conseguido 91 Puntos en la Guía Peñín 2025. Además, la uva Bobal de la bodega ha triunfado incluso en Burdeos con una Medalla de Oro.

En cuanto a proyectos futuros, la bodega trabaja en «vinos de parcela para resaltar la identidad de cada suelo y en proyectos de investigación sobre biodiversidad», cuenta Juanjo Muñoz. Además, busca ampliar su propuesta enoturística para seguir compartiendo su filosofía. El enoturismo en Lo Alto ofrece experiencias diseñadas para conectar al visitante con la naturaleza y la historia local, buscando que cada persona entienda el valor de conservar el paisaje y las variedades autóctonas. La reciente introducción de sus nuevos Vinos de Parcela refuerza este compromiso con la fusión entre el viñedo y su entorno.

Lo Alto demuestra que la historia y la biodiversidad son los pilares de la excelencia, transformando la materia prima en un producto que es, en esencia, la memoria líquida de un paisaje.

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