Juanet, Rosa y Català, los bocadillos que triunfan en Orba
El bar familiar Escales, con más de un siglo de historia, pone a sus propuestas para almorzar el nombre de clientes y propietarios del negocio a lo largo de su historia
R. González
Orba
Viernes, 29 de septiembre 2023, 11:30
Los rayos del sol iluminan la plaça d'Espanya de Orba, en pleno corazón de la Marina Alta. Durante toda la mañana las mesas de ... la terraza del bar Escales son testigo de un trasiego de personas que se acercan a este negocio centenario para almorzar. Juanet, Rosa y Català se han convertido en algunos de los bocadillos que más triunfan; bajo ellos se esconden deliciosas propuestas elaboradas con productos de proximidad.
Con estos platos con nombre propio, Amparo y Gisela Escales rinden homenaje a clientes fieles y también a la familia que durante tantos años ha llevado este establecimiento.
Juanet era su abuelo y también es como apodan algunos a su padre, aunque realmente se llama José Vicente. Pero en su bar también se refiere a un bocadillo elaborado con figatell y tortilla francesa, una combinación deliciosa en honor a sus familiares.
Un Català ofrece al paladar pechuga de pollo, morcilla, queso y berenjena. La denominación obedece, en este caso, a un cliente habitual que siempre pedía el mismo tipo de bocadillo, hasta que al final decidieron ponerle ese nombre. Y lo mismo ocurre con el JJ, otra de las propuestas contundentes para el almuerzo, que lleva figatell de una carnicería de Orba, panceta y figatell de sobrasada de Sanet, un cóctel para afrontar con fuerza el día.
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Entre los jóvenes, el bocadillo estrella es Rosa. Ofrece pollo rebozado a modo de 'nuggets' con salsa tártara. Todo ello elaborado con cariño y de forma casera en la cocina del Escales.
Otros muy demandados son los de calamares a la plancha con picaeta y mayonesa y Sana, que es un versión del anterior, pero con la sepia como protagonista. El menú de bocadillos también incluye los nombres de Fernando (calamar y alioli), Ángela (verduras) o el de las actuales dueñas, Amparo (atún, cebolla y huevo) y Gisela (pechuga, beicon y cebolla).
La oferta de tostadas y tapas también resulta atractiva. El bacalao rebozado, la pelota y el hígado de pollo con cebolla se han convertido en los bocados más demandados entre las tapas.
La clientela que se acerca a este bar es muy variada. Allí hacen un stop de avituallamiento muchos ciclistas, sobre todo en verano y los fines de semana. También hacen un alto personas que van a hacer la ruta del Castellet o se van a enfrentar al barranc de l'Infern. Tampoco faltan los turistas, los trabajadores que quieren degustar su plato del día, pues siempre preparan algún arroz, o los propios vecinos, que acuden especialmente a tomar tapas para cenar los viernes y sábados, aprovechando que abren hasta medianoche.
Rosalina Aranda, bisabuela de Amparo y Gisela, abrió el bar en 1919. En aquella época era una especie de centro cultural en el que además había un salón de baile. Después decidió dividir el espacio en tres partes y darle una a cada hijo. Uno de ellos, Juanet Escales, decidió continuar con el bar y después el hijo de éste, José Vicente, tomó las riendas del negocio hasta que se retiró y dejó al frente a la cuarta generación, que lleva también la restauración en la sangre. Amparo se ha convertido en la gerente y Gisela está como camarera.
Escales es un bar de los de toda la vida, acogedor y donde se puede disfrutar de la comida casera. Los platos han ido evolucionando con el tiempo. Antaño en sus cocinas se preparaban tapas tradicionales como los callos, la 'sang' o el 'bull amb ceba'. Ahora se han modernizado y, aunque mantienen la sangre con cebolla en la carta, el resto ha desaparecido y tiene más tirón el hígado de pollo con cebolla, las patatas bravas, la pelota de puchero y el bacalao.
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