Mis almuerzos con gente interesante: Sara Portela, arquitecta
Nadadora de fondo, profesional de largo aliento a pesar de su juventud: la directora de Open House añora su Concentaina natal mientras disfruta de Valencia, su arquitectura y su estilo de vida
La respuesta a la pregunta de dónde compartir almuerzo en Valencia con la arquitecta Sara Portela se contesta sola: en Mercado Colón. La joya modernista ... que nos legó Francisco Mora encaja muy pertinente en la naturaleza del encuentro: una excusa para hablar sobre su profesión, en vísperas de que se inaugure la séptima edición de Open House, el festival arquitectónico que ella dirige, mientras saboreamos las delicias que despacha uno de los locales asentados en el hermoso edificio. Se llama MiCub, apuesta por esta clase de servicios frente a la tónica dominante de bares propicios para el desayuno o el tardeo que menudean a su alrededor, y pregona con su suculenta carta que sí: que es posible almorzar en el centro de Valencia. Que no hace falta peregrinar a su periferia o busca sitio en alguno de los templos de este ritual gastronómico, que también es social.
El Mercado, además, tiene una relación estrecha con Open House, apunta Portela. No sólo porque es uno de los espacios que se abren al público para cumplir con el propósito clave del festival, acercar la arquitectura a la ciudadanía, sino porque también parten desde aquí las rutas que, en el presente caso, guían a los interesados por los tesoros que exhibe la Valencia modernista. Ella comenta estos pormenores mientras saboreamos los bocadillos que hemos elegido al unísono: de calamares. Calamares de verdad, que se expiden en la pescadería Martín & Mary que se aloja en la planta sótano: cocina de kilómetro casi menos que cero. Superado el sugerente paso del preceptivo plato de aceitunas y cacaus, la charla también avanza... aunque sea paradójicamente hacia atrás. Ponemos la moviola a funcionar y viajamos hasta Cocentaina.
En ese municipio alicantino tiene Portela sus raíces, allí estudió hasta la etapa universitaria que le trajo a Valencia, a Cocentaina se escapa siempre que puede aunque menos de lo que quisiera y a su municipio natal ha recurrido para que configure la atractiva programación de esta edición de Open House: es una de las localidades invitadas, según un giro en las actividades originales del festival, que deja de circunscribirse a Valencia para abrirse a otros pueblos invitados. Lliria, Manises, Xátiva... En este último caso, Portela se abandona al entusiasmo: relata el enorme impacto que tuvo para sus habitantes abrir las puertas de 7 de los 77 palacios góticos de que dispone. Una cifra tan abrumadora como la masiva respuesta que obtuvo su propuesta, reflejada en filas y más filas de interesados que le participaron de ese mismo entusiasmo con que ella relata la experiencia.
La palabra entusiasmo es muy oportuna por cierto para reflejar su carácter. Y es un entusiasmo contagioso, con su punto intrépido: los atributos que hablan de esa jovencita que se decantó por estudiar arquitectura cuando observó que reunía dos clases de inquietudes donde descollaba (las matemáticas y el arte), pero que una vez inmersa en la carrera encontró que su lugar en el mundo se decantaba por una veta inusual, original: en lugar de crear proyectos en su tablero, eligió construir otros mundos. Por ejemplo, el que aguardaba en la selva de Guatemala, país hacia donde le dirigió una beca de la UPV que no entraba en principio en sus planes. El destino donde encontró su auténtica vocación: sería profesional de la arquitectura, pero por otros medios distintos a los convencionales.
Esa idea fuerza que se ha ido materializando en otros encargos nace tal vez de una veta personal adicta a los desafíos, porque Sara Portela es aficionada a la natación, pero no a cualquier clase de natación: su favorita es la de fondo, en aguas abiertas. La disciplina que un día le llevó a saltar a las aguas del Estrecho de Gibraltar en Tarifa, superar el oleaje, la temperatura del agua y otras adversidades, y alcanzar la orilla africana con la misma sonrisa, tan pimpante, con que cuenta su hazaña. Hoy, procura mantener la forma en la piscina de Carpesa del Club Valenciano de Natación, pero esa clase de aventuras engrosan la carpeta de pruebas superadas: los cinco sentidos de Sara Portela están puestos sobre Open House, que vive las horas previas al encuentro con la ciudadanía en estado de plena felicidad, el que transmite su directora: las entradas para las rutas se agotaron en apenas unas horas, habrá que encargar nuevas bolsas para los participantes porque el pedido inicial se va agotando, concita el interés de un público extravalenciano...
No está nada mal para quien tomó las riendas de la programación cuando Javier Domínguez dejó el timón para que una nueva generación llevara Open House a una nueva dimensión. Sara acreditaba experiencia en gestión, pese a su juventud (tiene 33 años), porque se desempeñó en tareas organizativas en el Ayuntamiento de Paterna, su colegio profesional... Encomiendas profesionales que forjaron su carácter, muy adecuado para poner la arquitectura en el eje de la conversación pública. Y para estimular ese perfil creativo que a ella le distingue y demuestra que esa clase de personalidades pueden exhibir su capacidad sin necesidad de levantar edificios: poniendo en marcha esta otra clase de proyectos, vitales igualmente para la arquitectura. Y mientras saborea el bocadillo, picotea en el plato de gambosís traídos desde Dénia, apura la copa de vino blanco valenciano, Sara proyecta su mirada hacia el futuro, el futuro reflejado en las espléndidas cerámicas del Mercado Colón. Un futuro tan abierto a satisfacer sus expectativas como las del propio Open House, la casa abierta de Valencia.
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