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¿Por qué necesitamos leer la naturaleza?

¿Por qué necesitamos leer la naturaleza?

El 'nature writing', género literario que goza de una rica tradición en el mundo anglosajón, empieza a ganar adeptos en España

Rafa Honrubia

Valencia

Miércoles, 24 de julio 2019, 23:49

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El alejamiento de la naturaleza nos enferma. Estoy absolutamente convencido de esta afirmación; por muy urbanita que te sientas, por mucho que ames la ciudad y su oferta infinita, aunque te apasione la comodidad y no quieras vivir lejos del cemento ni un fin de semana, necesitas -todos lo hacemos- salir y volver a conectar con el mundo que nos hizo tal y como somos. El ser humano se aleja paulatinamente de la naturaleza de la misma forma que las estrellas lo hacen unas de otras en nuestro universo en expansión desde el Big Bang, irremediablemente. Y parece que siempre hubiera sido así. Nuestro particular Big Bang artificial -como contrapuesto a natural- ha ocurrido gracias a los avances tecnológicos y al desarrollo urbano desde hace poco. Hubo un tiempo en que la naturaleza nos hablaba y nosotros -o nuestros abuelos- la entendíamos.

Esta literatura se distingue por la implicación del autor en el relato

El éxodo rural en España alcanzó cifras revolucionarias: entre 1961 y 1965, los municipios de menos de 2.000 habitantes perdieron unos 100.000 habitantes cada año. Con otras cifras y otras fechas esto ha pasado, o está pasando, en el resto del mundo industrializado. El resultado es que no reconocemos la que fuera nuestra casa, no sabemos nombrar apenas tres o cuatro árboles, ni encontrar setas o rastros de animales, ni leer las nubes, ni orientarnos, no distinguimos olores ni disfrutamos del silencio, ni de la fauna que lo interrumpe. Es la desesperación que provoca un Alzheimer colectivo y -en algunos casos- consciente.

Distopías sin naturaleza

Las distopías creadas para la literatura y el cine -vienen a la cabeza 'La carretera' de Cormac McCarthy o 'Mad Max'- suelen dibujar un mundo apocalíptico sin naturaleza. Es nuestra pesadilla más estremecedora porque nos arrebata el contexto, nos deja solos frente a nuestra víctima, sin redención posible ante un parricidio que nunca quisimos cometer ni impedir. Es el dolor profundo del que no se implica hasta que las consecuencias le abofetean. Y las consecuencias van más allá del cambio climático y la sensibilidad ecológica, se refieren también al mundo alienante de las grandes urbes.

Por eso no parece extraño que muchos ciudadanos fantaseen con la huída -o el regreso- y que algunos, incluso, hayan podido completarla y sean merecedores -entre todos aquellos que no sumamos el coraje suficiente- del título de héroes modernos, forajidos que renunciaron a muchas comodidades por vivir más intensamente, en sintonía con las montañas y los bosques. Aquellos que prestaron atención en reducir sus necesidades y que supieron contar una historia desde dentro son los protagonistas de uno de los géneros literarios más resplandecientes del último tercio del siglo XX. Los anglosajones le pusieron de nombre 'nature writing' y así se ha quedado en el resto de idiomas porque el inglés tiene el descaro de nombrar desde la sencillez y la sonoridad. Y porque los anglosajones y más concretamente los estadounidenses fueron los primeros en crear un universo mitológico de lo salvaje.

Cuando Henry David Thoreau dejó su cómoda vida en Concord, Massachusetts, para instalarse en una cabaña construida por él mismo en las inmediaciones del lago Walden durante «dos años, dos meses y dos días» no era consciente de que el relato de su experiencia en los bosques se convertiría en la biblia de este género. Cada apunte -o versículo- en 'Walden' se ha estudiado al milímetro porque, sin quererlo, estaba elaborando uno de los clásicos fundamentales del ensayo moderno, un libro que proporciona un sentimiento de armonía con la naturaleza, una defensa de la vida libre y salvaje, y una crítica descarnada a las imposiciones sociales. Y lo hizo en 1845.

'Walden', de Henry David Thoreau, se considera la Biblia del género

Concluida la industrialización, el siglo XX fue un buen aliado para hablar de una naturaleza cada vez más difuminada, pero el XXI se lleva la palma: durante las próximas décadas decidiremos si rematamos el planeta o lo salvamos. Así que desde el final del siglo pasado un buen puñado de escritores han conectado con lo salvaje a través de la escritura. Rubén Hernández, editor del sello Errata Naturae, uno de los más precoces en la difusión del 'nature writing' en España, asegura que estos libros se distinguen de otros sobre naturaleza por dos aspectos: «el énfasis en el enfoque literario, narrativo y experiencial de la escritura; y la reivindicación, más o menos explícita, de un modelo de relación entre los seres humanos y la naturaleza».

Javier García, creador de la editorial Volcano Libros, especializada en este género, asegura que la principal característica del 'nature writing' es la implicación emocional del autor y lo define como «un género que normalmente suele atribuirse a obras de no ficción donde el autor plasma no solo su experiencia como observador de la naturaleza sino donde, además, tiene un papel protagonista al reflexionar sobre aspectos personales en su relación con ella y, por lo tanto, establece un vínculo emocional con el lector. Es muy frecuente que el 'nature writing' exalte las virtudes de la vida en contacto con la naturaleza y, al mismo tiempo, su poder transformador o sanador en el ser humano».

«Sopla un 'chinook' cálido, húmedo e irritante por el estrecho valle y espanta nuestro invierno -que, hasta hace poco, no me parecía que nos hubiéramos ganado-. La consecuencia es que estoy enfadado: la nieve se derrite, cae de los tejados del granero y de las cabañas y los carámbanos gotean. Siento como si me hubiera despojado de algo». Es la pluma de Rick Bass en 'Invierno', una obra que acaricia la vida nevada en el valle del Yaak con palabras suaves, reflexivas e hipnóticas. Bass trabajó como geólogo en una petrolera, hasta que sintió la llamada de la naturaleza y se trasladó a un inhóspito valle de Montana, donde reside desde hace 40 años. Y como él hay muchos, de una calidad literaria excelente, y de todas las latitudes del planeta.

Traducciones

En España es un fenómeno en ciernes, por eso la mayoría de los libros publicados son traducciones. Hernández considera que «en nuestro país hemos mantenido una relación pobre con la naturaleza, con la conservación de los bosques, los litorales, la fauna salvaje... ¿qué tipo de libros salvajes pueden surgir en un territorio donde la propia idea de lo salvaje no tiene ningún peso social ni cultural? Si pensamos en Estados Unidos, muchos de sus mitos fundadores y sus grandes relatos vertebradores, esos que generan una identidad colectiva, tienen que ver con la idea de lo salvaje, los grandes paisajes aún intocados, etcétera. Se trata de una lógica esquizofrénica que les lleva a destruir aquello que sienten como suyo, pero precisamente esa tensión es una buena fuente para la escritura y la creatividad -como suele ocurrir con todas las grandes contradicciones humanas-. En nuestro caso, no tengo claro que esto esté presente desde un punto de vista histórico y social».

La literatura hace posible descubrir, amar y celebrar la naturaleza

Pero hay lectores, de eso no hay duda. Este panorama, según García, se ha visto favorecido por «el esfuerzo que algunas editoriales hemos hecho por traducir e introducir el género en España y por el propio interés que han demostrado los lectores». Y es que muchos de los sellos culpables de este impulso son los protagonistas del 'boom' en el mundo editorial. Pequeños, atrevidos, valientes, comunicativos, atractivos, ágiles. Las pequeñas editoriales han intuido que había lectores ávidos de naturaleza y libreros salvajes. Impedimenta, Errata Naturae, Volcano Libros, Tundra, Capitán Swing han sido pioneras. Ahora el eco de la llamada de la naturaleza ha subido los decibelios y también lo han escuchado los gigantes del mundo editorial.

Errata Naturae creó en 2016 la colección Libros Salvajes especializada en 'nature writing' con la fe de una buena mano de póquer. Rubén Hernández, lector voraz de este género, explica: «un buen día decidí que merecía la pena arriesgarse y comprobar si realmente existía en nuestro país un público para este tipo de lecturas. La intuición fue buena: desde que comenzamos, hace tres años, hemos publicado más de 25 libros en la colección y la acogida ha sido fantástica desde el primer momento».

Volcano Libros comenzó su andadura en 2017 y García tuvo claro que sus libros iban a hablar de naturaleza en mayúsculas «por la convicción personal de que, también desde la literatura, es posible descubrir, amar y celebrar la naturaleza, lo que constituye nuestro motivo principal a la hora de editar. Pero también por una razón más prosaica, como es la necesidad de diferenciar la propuesta de Volcano entre otros cientos de propuestas editoriales: que se entienda rápidamente que lo que hacemos es publicar libros de literatura y naturaleza. Pero no solo 'nature writing', también otras obras que hablan de la naturaleza en todos sus géneros: ensayo, narrativa, memorias, viajes, etcétera».

Los editores salvajes

Igual que los escritores, los editores también sintieron la llamada de los salvaje, simbólica en algunos casos, como el de Javier García, que dejó un puesto de 25 años en una multinacional para poner en marcha Volcano. Para Rubén Hérnandez la llamada fue algo más radical. «Para aquellos para los que los libros conforman una parte esencial de nuestra vida, rara vez tomamos una decisión importante sin algún tipo de influencia venida de la página escrita, aunque no seamos muy conscientes... En todo caso, es cierto que la huida de la ciudad era un plan que yo llevaba gestando muchos años. Pero llegó un momento en el que vi con claridad que quería otra vida para mí, pero también para mi hija, que cumple ahora seis años. Sin duda, diría que ciertos libros que leí en el pasado me ayudaron a buscar y encontrar este lugar; pero, además, para mí es fundamental que los libros que edito en el presente y que editaré en el futuro, que defienden unos valores y un modelo de vida concretos, sean coherentes con mi propia vida -en términos ecológicos, pero también políticos, sociales, etcétera-. Y en eso estoy. Ahora, la casa en la que vivo está rodeada de montañas, en la zona de Riotuerto, Cantabria, y se sitúa a unos siete kilómetros de pueblito más cercano».

A diferencia de EE. UU., lo salvaje no tiene peso social en España

Pero todavía, diréis, no se ha respondido a la pregunta: ¿por qué necesitamos leer la naturaleza? En palabras de Javier García: «necesitamos leer la naturaleza, y me gusta mucho la expresión, porque nuestra sociedad, tan avanzada en tantos aspectos, muestra un sentimiento de pérdida de la naturaleza y de culpa por esa misma pérdida. Eso genera una sensación de nostalgia por aquello que estamos ayudando a destruir pero que no querríamos perder definitivamente. Leer se convierte en una terapia que sirve para mitigar esa nostalgia y alimentar una conciencia cada vez más arraigada de que debemos preservar la naturaleza para tener un mundo mejor».

Cada vez más editoriales incluyen títulos de 'nature writing' en sus catálogos. LP

Libros y editoriales salvajes para todos los gustos y para todos los terrenos

Sue Hubbell -1935- es una bibliotecaria que con casi 40 años abandona su trabajo y la vida urbana y monta, junto a su marido, un negocio de apicultura en las Montañas de los Ozarks -Misuri-. Allí escribe, entre otros, 'Un año en los bosques' (Errata Naturae), considerado un clásico de la llamada 'nature writing'. El premio Nobel de Literatura Jean-Marie Gustave Le Clézio mostró algo más que admiración por este relato: «A menudo he soñado con un libro en el que cupiera toda la naturaleza (…). Un libro en el que la poesía fuera como una respiración, en el que el lenguaje nos acercara su música. Creo que 'Un año en los bosques' de Sue Hubbell es ese libro».

'Nuestra casa en el bosque' -Volcano Libros- es el relato en primera persona de la activista medioambiental Andrea Hejlskov -1975-, que decidió junto a su marido y sus hijos, abandonar una vida de insatisfacciones y escapar a un bosque de Suecia para vivir una vida más auténtica, ser autosuficientes y reaprender tareas esenciales como cortar leña, encender un fuego, lavar la ropa en el río o construir su propia cabaña de troncos. «La mayor traición que puede uno cometer consigo mismo es darse cuenta de que algo no funciona, y no hacer nada para remediarlo», dice la protagonista.

Doug Peacock -1942- es un híbrido entre Henry David Thoreau y John Rambo. Sin exageraciones. Es un Boina Verde que, a su regreso de Vietnam, decide apartarse a una de las zonas más remotas de los Estados Unidos, donde todavía habitan los osos grizzly. 'Mis años Grizzly' -Errata Naturae- es el apasionante relato de sus años junto a los mayores depredadores del continente americano, donde fue dejando atrás el alcohol, las armas y las terroríficas pesadillas sobre la guerra para convertirse en una referencia del activismo ecologista y en una de las personas que más sabe de osos en el mundo.

'El libro de la madera' -Alfaguara-, de Lars Mytting -1968-, es un fenómeno editorial en todo el mundo. Ganador del British Book Industry Award y del Premio de los Libreros de Noruega, ofrece un retrato de la tradición noruega de hacer fuego con leña cuando llega el frío: una tradición en la que cada generación ha ido transmitiendo ciencia y pasión. Una delicia.

Edward Abbey -1927- trabajó como ranger en el Parque Nacional de los Arcos -Utah-, donde vivió una experiencia casi mística. Su elogio del esplendor del desierto, de las rocas de gres rosa y rojo esculpidas por la erosión, de las matas de enebro es 'El solitario del desierto' -Capitán Swing-, un libro poético contra el saqueo de los paisajes naturales cometido por el hombre.

'El árbol' -Impedimenta- es una de las pocas obras en las que el novelista John Fowles -1926- exploró el género ensayístico. Plantea una reflexión sobre la conexión entre la creatividad humana y la naturaleza y sostiene un poderoso argumento contra la censura de lo salvaje. Para ello, Fowles recurre a su propia infancia en Inglaterra, en la que se rebela contra las estrictas ideas de su padre, que vive obsesionado con la producción cuantificable de árboles frutales. En su lugar decide abrazar la belleza de la naturaleza no modificada por el ser humano.

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