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El retorno a la actividad normal puede acarrear problemas que combinan síntomas de una depresión y de ansiedad. LP
Cerrados tras las vacaciones de verano

Cerrados tras las vacaciones de verano

Uno de cada tres trabajadores padece el conocido como síndrome posvacacional al reincorporarse a la rutina laboral

Rafa Honrubia.

Miércoles, 18 de septiembre 2019, 00:32

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Llega septiembre, las lluvias y la vuelta al trabajo. Este año la DANA y el descenso de las temperaturas parecen un presagio para muchos trabajadores de un momento complejo en su vida laboral: el regreso. Y es que las vacaciones se asocian con la libertad y la diversión ilimitadas, el buen tiempo y los planes con la familia y los amigos en la naturaleza, y esa sensación extraña de no tener nada que hacer, quizá algún plan autoimpuesto y decidido por nosotros mismos, pero eso no cuenta como trabajo, puede incluso ser de ayuda para relajarnos y reducir el estrés. De eso trata el descanso y cuenta con una buena cantidad de efectos beneficiosos para el organismo, como el aumento de la creatividad. El tiempo libre ayuda a que el cerebro deje de enfocarse en un tema concreto y activa nuevas áreas que la rutina laboral suele dejar a un lado. El descanso también libera endorfinas, esas sustancias opioides producidas por el sistema nervioso central que disminuyen el dolor, regulan el apetito, liberan hormonas sexuales y despiertan la euforia. La droga que todo lo cura está dentro de nosotros.

Rutina estresante

Por eso la vuelta al trabajo, a la normalidad y a la rutina resulta tan estresante. Y le hemos puesto ese nombre de síndrome posvacacional aunque realmente no es un síndrome clínico ni una enfermedad. Como dato, se calcula que en España lo sufren uno de cada tres trabajadores al reincorporarse al trabajo tras el verano, según cifras extraídas de una encuesta del Grupo Adecco. Una parte importante de los otros dos tercios padecerá un cuadro de fatiga o estrés que estará directamente vinculado a la incorrecta adaptación al orden y la rutina tras los días tranquilos. Se trata, en realidad, de una ruptura en el proceso de adaptación entre el tiempo de ocio y la vuelta a la rutina laboral. La puerta de esta transición está cerrada a cal y canto.

El profesor de Psicología de la Universitat de València (UV) José Gil Martínez lo define como «un estado emocional desagradable y pasajero, la persona no sufre una auténtica enfermedad mental o psicopatología, sino que estos estados son normales e inherentes a la naturaleza humana». No obstante, alerta de que en algunos casos, «como la punta de un iceberg, pueden ser indicadores de que existe algo que no funciona correctamente». Las sensaciones más frecuentes son fatiga, pérdida de energía, insomnio los días previos a la reincorporación, ligera pérdida de apetito, sentimiento de tristeza o vacío, dificultad para concentrarse, tensión muscular, irritabilidad, palpitaciones, sudoración, sensación de ahogo, náuseas o problemas estomacales.

Es un trastorno que combina los síntomas de una depresión y de ansiedad. Nadie está a salvo, todos podemos sufrirlo en potencia: un directivo, un deportista, un trabajador de primera línea, un ama de casa, un voluntario, incluso los niños con la vuelta al colegio. Eso sí, hay profesiones que favorecen su aparición. «Sobre todo lo padecen los profesionales relacionados con servicios humanos: medicina, servicios sociales, educación, periodismo, etcétera. Donde un error, una crítica, una desaprobación o el pobre reconocimiento por parte de un superior, pueden minar la motivación de la persona», aclara Gil.

Hedonistas

Las causas del síndrome posvacacional son variadas y van más allá de que un día te hagas el remolón en la cama mientras contemplas el mar por la ventana y al día siguiente estés camino de la oficina antes de que salga el sol. Según el profesor de la UV, «ocurre porque el organismo tiene que volver a activarse, porque cada vez somos más sensibles en nuestra sociedad a los estados emocionales que nos resultan desagradables, porque estamos demasiado centrados en el individuo y somos muy hedonistas, porque tenemos un tipo de pensamiento anticipador de consecuencias desagradables, porque no sabemos relativizar las cosas que nos suceden».

No obstante, aunque este cambio brusco puede ser incómodo y doloroso, los seres humanos somos animales con una extraordinaria capacidad de adaptación, así que normalmente es una desazón que nos deja pronto, en pocos días, y volvemos a entrar en el huracán del trabajo diario sin consecuencias. El problema es cuando este malestar dura más de 15 días, se cronifica y los síntomas se intensifican. Es en estos casos cuando hay que plantearse si esconde o va de la mano de algún otro problema.

Para Gil, existe una elevada correlación entre el síndrome posvacacional y el de estar quemado o 'burnout', un síndrome que recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha incluido en la Clasificación Internacional de Enfermedades. «La mayoría de las personas que sufren el síndrome posvacacional presentan puntuaciones elevadas en los cuestionarios que valoran el síndrome de estar quemado», sostiene. La OMS lo describe como un síndrome resultante del estrés crónico del trabajo que no ha sido gestionado con éxito. Entre los síntomas que experimentan los profesionales que lo sufren están el sentimiento de agotamiento, una reducción del rendimiento laboral y unos sentimientos negativos relacionados con el trabajo.

Precariedad

Desde la crisis de 2008 la inestabilidad y la precariedad se ha instalado en muchas vidas que anteriormente vivían un clima de seguridad económica y laboral. Por tanto, en muchas ocasiones la insatisfacción del empleado en su puesto de trabajo es un resorte para caer deprimido. Pero existen muchas variables laborales que pueden interferir: el ambiente físico de trabajo, el contenido del puesto, las relaciones interpersonales, la posibilidad de desarrollo de la carrera, las dimensiones estructurales de la organización, la edad, el sexo, la antigüedad y la personalidad, dice el profesor.

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