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Sánchez llega al Congreso para dirigirse a su grupo parlamentario tras la decisión de adelantar elecciones generales anunciada el lunes EP

Sánchez plantea el 23-J como cruzada del PSOE contra una ola reaccionaria mundial

«Hay que saber si los españoles quieren un presidente del Gobierno al lado de Lula o de Bolsonaro», dice

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Miércoles, 31 de mayo 2023, 13:30

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«¿Hemos cometido errores? Sin duda alguna. ¿Hemos tropezado algunas veces? Claro que sí. Es imposible no hacerlo cuando avanzas y además abres camino en situaciones tan inéditas como las vividas en estos últimos cuatro años. Pero, humildemente -esgrimió este miércoles Pedro Sánchez ante el grupo parlamentario socialista en el Congreso-, creo que los aciertos han sido mayores que los tropiezos». El presidente del Gobierno reunió a sus diputados y senadores para explicarles en persona su decisión de adelantar las generales al próximo 23 de julio después del descomunal revés sufrido por el PSOE en las autonómicas y municipales del pasado domingo, pero su intervención le sirvió, sobre todo, para perfilar el marco sobre el que pretende construir la siguiente campaña.

En privado, tanto barones como miembros de la ejecutiva socialista dan por sentado que la alianza con Podemos, las continuas tensiones en el seno de la coalición y los lazos con ERC y Bildu les han pasado factura y que muchos candidatos recibieron el 28-M «una patada que no iba para ellos», como abiertamente expresó el martes el más crítico de todos los dirigentes territoriales y único presidente socialista hoy seguro en pie, el castellanomanchego Emiliano García-Page.

De un modo más sutil, el moderado Ximo Puig, también reconoció este miércoles en Onda Cero que seguramente le habría ido mejor si hubiera adelantado las elecciones en la Comunidad Valenciana porque habría podido evitar la contaminación del debate nacional. Pero Sánchez no admitió el peso de las equivocaciones propias. Simplemente, presentó al PSOE como víctima de una «corriente reaccionaria» que recorre el mundo. «Y España, lógicamente, no es inmune», adujo.

Incluso se presentó como héroe que se dispone a reparar tamaña injusticia. «Tomé la decisión (de adelantar las generales) con mi conciencia, pensando en vosotros y en vuestro trabajo, porque ningún líder que merezca serlo puede mirar para otro lado cuando los suyos sufren un castigo tan inmerecido y tan injusto como el que se ha sufrido», dijo en un intento de mostrar empatía con una formación aún en estado de shock por una debacle imprevista.

A estas alturas, está claro que el jefe del Ejecutivo plantea este 23-J como una segunda vuelta contra el mal, una revancha en la que tiene intención de agitar el miedo contra Vox - estrategia que ya le ha resultado fallida en varias contiendas, a excepción de las generales de abril de 2019- y en la que aspira a reagrupar el voto de la izquierda. «Necesito contar con un respaldo rotundo, porque España -defendió- se juega mucho».

Si hasta estas elecciones, que se han saldado con la muy probable pérdida de seis Gobiernos autonómicos y 15 capitales de provincia, en Moncloa insistían en que al PSOE le interesaba que el espacio a su izquierda también jugara sus cartas porque después lo necesitarían de nuevo para gobernar, ahora reconocen sin ambages que se lanzarán sin escrúpulos a por los votantes de Podemos y Yolanda Díaz.

«Vamos a dejarnos de experimentos. El domingo tuvimos la demostración empírica: a nuestra izquierda ha habido desierto; nuestros alcaldes y presidentes se mantuvieron en los mismos niveles de voto que en 2019 o los mejoraron, pero en todas partes el tercer partido ha sido Vox». Si antes defendían que había dos ligas y que ellos jugarían en primera contra el PP y Sumar lo haría en segunda contra Vox, ahora se ven solos, sin socios posibles, contra quienes pretenden, dijo Sánchez, «desmantelar todo lo conquistado, acabar con los avances sociales logrados en estos últimos cinco años».

Bajar al barro

Hay un cambio de tono en el jefe del Ejecutivo, que, en los últimos tiempos -tras el viraje a la izquierda que siguió a las andaluzas del pasado año-, había recuperado un registro más institucional acorde con el de la socialdemocracia clásica. «Ahora hay que dejarse de sutilezas y bajar al barro -defiende un dirigente territorial afín-; si quieren España o 'sanchismo', nosotros España o 'trumpismo'». Así será, aunque no todos en el partido lo comparten . No es casual que el primer vídeo propagandístico de esta nueva fase explotara, puesto en bucle, un lapsus del portavoz del PP, Borja Sémper, al que difícilmente puede identificarse con el extremismo, en el que decía «lo que nosotros queremos es derogar el 'sanchismo' para que la mentira vuelva a operar en política».

En su descripción de lo que ahora está en juego, Sánchez ya presentó este miércoles a PP y Vox como herederos de la dictadura y alumnos aventajados de Donald Trump, Viktor Orban o Jair Bolsonaro. «Un tándem de derechas extremas -proclamó- que copia las proclamas que se han visto en Washington o en Brasil», dispuesto a arrasar con el Estado de bienestar y a usar todas las armas a su alcance, legítimas o no.

El planteamiento de Sánchez es, de nuevo, el de la gente normal contra los «poderosos», los empresarios, los bancos, los «grandes medios de comunicación». «Hablarán de pucherazo. De que hay que detenerme como responsable de ese pucherazo. Tampoco es nuevo -insistió-. Sus maestros norteamericanos ya lanzaron a una turba enloquecida al asalto del Capitolio». Y remató: «Estoy convencido de que si nos movilizamos en España no va a suceder lo que estamos viendo en otras naciones. Así que vamos a ganar las elecciones».

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