¿Qué Valencia merecen los valencianos?
La turistificación y la gentrificación provocan que la ciudadanía pierda su soberanía local. Hablamos con varios expertos para arrojar luz sobre la Valencia que necesitan los valencianos
«Cuando una ciudad intenta ser solo una marca, deja de ser una ciudad». Esta frase del escritor y geógrafo Vicent Molins bien podría servir de resumen de todo el reportaje que se desarrolla a continuación. Si uno piensa en la Valencia de hoy en día, ya no solo le viene a la cabeza el esmorzar, la paella, la Albufera o el 'això ho pague jo!'. Ahora, casi con mayor fuerza, invaden el pensamiento asuntos como el precio de la vivienda, el encarecimiento de los servicios, el turismo desatado…
El antropólogo francés Marc Augé acuñaba en 1993 un término muy interesante, los 'no-lugares', con el que hacía referencia a esos espacios sin identidad ni tejido comunitario, sitios donde todo confluye de manera anónima como aeropuertos, centros comerciales y, cada vez más, nuestros barrios de siempre.
La Valencia auténtica del pasado, nos guste o no, ha desaparecido. Con el tiempo se escucha más esa idea de que nuestra ciudad se asemeja cada vez más a Madrid y Barcelona, sin tener Valencia las dimensiones o los recursos para asumir tal transformación (en realidad, ninguna ciudad los tiene). ¿Qué Valencia merecen los valencianos? ¿Qué modelo de ciudad puede revertir lo que hasta ahora se ha hecho mal? ¿Qué cosas se han hecho bien y debemos reforzar?
Hay varias claves que explican lo que está ocurriendo, así como las posibles soluciones. Muchas de ellas pasan por una mayor apuesta por la Economía Social. Sobre todo esto hablan Vicent Molins, Julia Salom (catedrática de Geografía en la UV y experta en innovación y desarrollo local) y María José Broseta (presidenta de la Federación de Asociaciones Vecinales de Valencia).
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
«Estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro», decía Confucio. La situación actual de Valencia se explica a través de dos épocas en las últimas décadas. Dos modelos «muy claros» de ciudad, según Molins. El primero transcurrió entre 1995 y 2007, justo antes de la explosión de la burbuja inmobiliaria. En la segunda mitad de los 90, la sensación generalizada era la de que «Valencia se había quedado fuera de todas las fiestas». Los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 no dieron el fruto esperado a Valencia, y aquello generó en el imaginario colectivo «cierta rabia» por querer tener «una ciudad atractiva y a la altura de las grandes ciudades». Este modelo situó a Valencia en el mapa e hizo que se pasara de alrededor de 4 millones de visitantes en el año 2000 a casi el triple el pasado 2024, cuando 12 millones de turistas pasaron por aquí de vacaciones. La Ciudad de las Artes y las Ciencias es el símbolo que mejor define esta etapa.
Aquel primer modelo se basó sobremanera en la idea de contentar al visitante sin tener en cuenta del todo las consecuencias que acarrearía sobre la ciudad. A partir de 2015, cuenta Vicent Molins, comienza un nuevo modelo que intenta recuperar, sin demasiado éxito, esa identidad a la que se había renunciado por ubicar a Valencia en el mapa. Durante esta época gana fuerza otra idea que Molins menciona habitualmente: «Valencia es sexy y debemos hacer gala de ello». Durante esta última década, la marca Valencia se revalorizó, las capitalidades mundiales fueron desfilando una detrás de otra y, como colofón, Valencia apareció en Forbes con el reconocimiento de mejor ciudad para vivir (y para jubilarse) del mundo el año pasado.
A esto se le suman factores como la democratización del turismo y su cotidianización. Ahora, viajar está entre las prioridades vitales de buena parte de la sociedad. Y otro factor de suma importancia para Molins: la digitalización, que ha acelerado todos esos procesos en enorme medida.
¿En qué punto estamos ahora?
El resultado de todo lo anterior es una Valencia que, a día de hoy, presenta ciertas carencias. Julia Salom, geógrafa experta en transformaciones urbanas, enumera algunos de los principales retos a los que se enfrenta la ciudad: «Hay un proceso de dispersión metropolitano en el que los habitantes que antes vivían en el centro, deben irse a los barrios de fuera o a otros municipios del área metropolitana, un deterioro y una privatización de los espacios públicos y de socialización, problemas de congestión en el transporte, desigualdad y pobreza…». Todo esto, además de socavar el estatus económico de los ciudadanos, también provoca que estos se vean arrojados al aislamiento: «La ausencia de lugares de encuentro e interacción social está afectando a muchos mayores y a grupos que precisan de esas redes sociales para para la vida en común. El modelo urbanístico actual -expresa- no favorece la interacción social».
La plaza actual con el exterior igual. En el entorno se aprecian las obras de la cercana estación de metro.
Una de las imágenes más espectaculares de la época, con los trenes en las actuales calles de Marqués de Sotelo y Xàtiva.
Hasta hace poco, había una idea muy extendida que defiende que cuantos más turistas visitan una ciudad, mejor le irá al ciudadano, porque el turista, según esta idea, se gasta su dinero en los servicios locales y ello acaba revirtiendo en los habitantes. Esa idea, al menos en Valencia, ha quedado rebatida. De hecho, la realidad ha resultado ser diferente. Conforme el turismo aumentaba de 6,5 millones de visitantes en 2015 a 10,4 millones en 2023, la tasa AROPE de pobreza en la Comunitat tan solo pasaba en en el mismo periodo del 33% al 30%. Por no hablar de la pérdida de poder adquisitivo de los valencianos, que, todo sea dicho, está motivada por diversidad de factores.
Salom, sobre este asunto, apunta que el modelo turístico valenciano «contamina mucho y tiene un impacto económico bastante limitado». Además, añade, «erosiona los ejes urbanos de comercio y actividad comercial». Ante la desaparición del comercio local, dice, «ninguna administración sabe qué hacer».
Según Molins, ahora estamos intentando legislar algo que debimos haber legislado «hace veinte años». Indica que Valencia ha perdido «las herramientas para articularse a sí misma» y plantea una metáfora: «Airbnb es un bólido y las administraciones un hombre corriendo en chanclas detrás del bólido». La digitalización y su rapidez, en este punto, ha dificultado la capacidad de reacción de las administraciones. Tal y como indica, «Valencia necesita encontrar ese tercer modelo de ciudad».
Paralelamente, María José Broseta, presidenta de la Federación de Asociaciones Vecinales de Valencia, habla de la vivienda como asunto fundamental en la actualidad. «El gran problema está en la poca cantidad de vivienda que hay, para alquilar y para comprar», dice. Problema que se ve agravado, añade, por «la gran cantidad de vivienda turística en la ciudad». De las 393.798 viviendas que hay en la ciudad de Valencia según Idealista, un total de 63.190 son de uso turístico, un 16%.
¿En qué medidas consiste ese nuevo modelo de ciudad?
Los tres expertos enumeran las medidas que, según ellos, deberían implementarse en Valencia para transitar hacia ese cambio de modelo del que habla Vicent Molins.
Julia Salom habla, para empezar, del parque público de vivienda. «Necesitamos que haya mucha más Vivienda de Protección Oficial que no se privatice a los pocos años. Vivienda pública y asequible». No obstante, matiza, «esto no se puede hacer en dos años. Son procesos muy largos y los problemas van a continuar». También comenta que siempre hablamos del modelo económico o urbanístico, pero deberíamos pensar más «el modelo social de ciudad que queremos». Indica que «la segregación de los ciudadanos de clases medias-bajas hacia el exterior de la ciudad» está destrozando la vida social de los barrios. Y pone un ejemplo que ha estudiado a fondo en las tesis que ha dirigido: el barrio de Russafa. Según cuenta, antes era un barrio «muy dinámico» a nivel de asociaciones y tejido vecinal. Esta red, revela, «se ha desestructurado». Afirma que ya no es posible movilizar al barrio porque «ya no tiene tejido social».
Hoy
1921
Aquí es donde entra la importancia de la Economía Social. Asociaciones de barrio, fundaciones, redes organizadas de tejido vecinal… Todo aquello que, tras el paso de la dana, salió a relucir en la ciudad, demostrando que todavía existe, aunque no como antes.
Salom también pone en valor algo que hasta ahora no hemos mencionado y que puede marcar la diferencia en el caso de Valencia: nuestro pulmón verde, los Jardines del Túria, el jardín urbano más grande de España. La experta detalla que existe una idea que, dentro del Plan Territorial del Área Metropolitana de Valencia, consiste en la creación de un gran corredor verde hacia el noroeste desde el cauce del río Turia y otra hacia el sureste, conectando con la Albufera a través de la Horta Sud. Para Salom, este proyecto haría que los espacios verdes «permearan» en la ciudad, lo que, además de prevenir ante el aumento de temperaturas y el riesgo de inundaciones, «mejoraría la salud mental y física de los ciudadanos y les otorgaría nuevos espacios de encuentro».
Por último, la catedrática aboga por una perspectiva «más metropolitana» en la gobernanza. «Independientemente del color del gobierno, nunca se actúa con visión metropolitana. Lo que ocurre en Paterna y Mislata repercute en el centro y viceversa. Un gobierno más metropolitano es algo posible, mediante convenios, asociaciones, acuerdos… Gobernanza blanda para compartir visiones», asevera. Todo para que el ciudadano recupere su soberanía, como decía Molins, para resignificar los espacios urbanos.
Broseta aboga por la creación de una agencia de alquiler asequible que «otorgue seguridad a inquilinos y propietarios». También habla de la regulación de los pisos turísticos ilegales y de los servicios públicos. «Se habla mucho del espacio que ha ganado el peatón en los últimos años, pero la frecuencia del transporte público es caótica». Aboga, a su vez, por una mejoría en la calidad de los centros de servicios sociales: residencias de día, centros para personas con discapacidad, asociaciones de barrio…
Este reportaje ha sido realizado por LAS PROVINCIAS y Caixa Popular, la entidad cooperativa, valenciana, con valores sociales y solidarios. Una banca diferente que destaca por la gestión ética y profesional y por su solvencia. Una cooperativa que crece generando riqueza local, ocupaciones estables y con una sensibilidad social diferente a otras entidades. La principal entidad financiera valenciana se convierte en un ejemplo práctico de cómo la banca puede contribuir a una economía más justa y equitativa mediante los valores de la Economía Social.
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