La reconversión pendiente
La Conselleria de Agricultura convoca al sector naranjero para estudiar una vez más cómo mejorar las estructuras de cultivo y comerciales
La Conselleria de Agricultura ha reunido una vez más al sector citrícola de la Comunitat Valenciana para reiterar la necesidad de afrontar mejoras en las estructuras productivas y comerciales. Se trata de una iniciativa que se repite cada cierto tiempo, con la idea general de afrontar la una reconversión en profundidad que todos califican de necesaria, sin que luego se emprendan actuaciones que se vean realmente encaminadas al fin que teóricamente las mueve. Por ello cabe hablar de la reconversión pendiente. Siempre pendiente, como un recurso al que acudir de vez en cuando, cada equipo de la conselleria, cada partido político al frente de la misma.
También por ello, por ese cansancio acumulado, con la larga experiencia de que al final sólo se impera la política pequeña de poner algunos parches ocasionales, pero no se acude al fondo de la cuestión, ha habido unanimidad en la respuesta a la conselleria. Todos los representantes de asociaciones agrarias y entidades comerciales le han hecho ver al conseller del ramo, Miguel Barrachina, y a su equipo directivo, que para hacer algo verdaderamente de calado se ha de poner en juego suficiente presupuesto, porque si no, mejor dejar las cosas como están y no andar renqueando.
Y como lo que más escuece es lo del presupuesto, siempre recortado, pocas veces suficiente, no cabe albergar grandes esperanzas. Tampoco por la costumbre de convocar de vez en cuando para ver qué hacer, más allá de lamentos y reiteraciones retóricas. Demasiado que se sabe en qué puntos se debe actuar, con relaciones de preferencia y todo, también con amplias coincidencias. Tanto, que la Conselleria de Agricultura (el equipo del Botánic) encargó años atrás un pormenorizado estudio a una consultoría externa para que dictaminara diagnósticos y tratamientos. Luego, aquel plan de reconversión (uno más) lo dejaron dormir en un cajón, porque seguramente no les convino a los directivos del departamento agrario en aquel momento lo que aconsejaba el informe, que costó buen dinero. De manera que si los que lo encargaron no lo echaron a rodar, menos atención le iban a prestar quienes han venido luego, los actuales responsables de la conselleria. Por tanto, a empezar de nuevo.
Entidades agrícolas y de comercialización piden que se gane dimensión y sobre todo que se ponga suficiente presupuesto
¿Por dónde? Otra vez por el principio. Definiciones de lo que significa la citricultura valenciana, la riqueza supone, las exportaciones, la superficie dedicada a ello, la industrialización, los cientos de miles de puestos de trabajo, el minifundismo, los abandonos, el retroceso incesante en los últimos años, el envejecimiento de plantaciones y agricultores, la falta de mano de obra, la necesidad de mecanizar a tope y profesionalizar, la ausencia de resultados del IVIA por medio de nuevas variedades prometedoras, la dependencia en tal extremo de variedades foráneas y elevados royalties...
Un decidido impulso
El conseller Barrachina está preocupado. En la reunión con los representantes del sector afirmó que «la citricultura valenciana necesita un decidido impulso que garantice su rentabilidad, su competitividad en los mercados internacionales y la estabilidad de miles de familias que dependen de este cultivo», afirmando que con el plan de reconversión que se pretende poner en marcha «queremos dar respuesta a una situación marcada por precios en origen insostenibles, competencia desleal de importaciones, envejecimiento de las explotaciones y los titulares y el problema de la pinyolà».
Vale, hay más cosas, pero puede servir como resumen. Diagnóstico certero. Ahí casi todos atinan. ¿Y a partir de ahí qué? Que propongan todos actuaciones a emprender para conformar entre todas las propuestas el nuevo plan de reconversión. Otro. ¿Con cuánto dinero se cuenta? Silencio.
A todo esto hay un dato que resume claramente dónde estamos. De las 191.551 hectáreas de cítricos que había en la Comunidad Valenciana en el año 2000, según el último censo oficial se ha bajado a 148.488, o quizás algunas menos hoy. ¿Qué ha pasado con el resto? Se han abandonado por falta de rentabilidad. Y ahí juegan los precios bajos, desde luego, y sobre todo el añadido del minifundismo, que suma la imposibilidad de aplicar algo que ponga en línea de rentabilizar de nuevo.
Dimensionar explotaciones
Ese peso decisivo del minifundismo y la enorme dificultad de superar sus limitaciones ha hecho que una de las propuestas sobre la mesa, expuesta por Celestino Recatalá, vicepresidente de AVA-Asaja y presidente de turno de Intercitrus, sea la de «emprender la aplicación de medidas concretas que faciliten que las explotaciones citrícolas valencianas ganen dimensión suficiente para alcanzar cotas de rentabilidad». ¿Y eso como se hace? Según Recatalá, con dinero para apoyar las inversiones necesarias, con incentivos fiscales que estimulen la cesión, arrendamiento o venta de fincas paradas que sean de interés para profesionales en activo y poniendo en marcha disposiciones de la Ley de Estructuras Agrarias que fue aprobada por unanimidad, y apenas se ha desarrollado y menos se ha aplicado».
La Unió Llauradora coincide en la necesidad de un presupuesto suficiente, que cifra en «al menos dos millones de euros para el primer año», al tiempo que recuerda que su propuesta-enmienda a los presupuestos, que envió a Les Corts, «no fue aceptada» por PP-Vox, que luego la dejaron en «una aproximación» de solo 300.000 euros.
Entre las actuaciones preferentes de reconversión, La Unió cita el rejuvenecimiento y la modernización de una gran parte de las plantaciones, introducir nuevos patrones del IVIA, más resistenteds a dolencias, incentivar la sustitución de variedades obsoletas por otras que gocen de mayor acepotación entre los consumidores, resolver de una vez el problema de la polinización cruzada (piunyolà), luchar con mayor eficacia contra las plagas en aumento y stimular aumentos de producción, ya que ve «preocuopante» la caída de lols últimos años, desde 3,6 a 2,4 millones de toneladas.