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Martin Hermannsson, durante el partido ante el UCAM Murcia

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Martin Hermannsson, durante el partido ante el UCAM Murcia EFE/Jorge Zapata

Batacazo en la Copa del Valencia Basket sin ninguna justificación

Los valencianos tiran la primera parte a la basura ante el UCAM y no llega la enésima remontada

Viernes, 18 de febrero 2022, 17:32

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Lo de la Copa del Rey y el Valencia Basket ya no se sabe si es de diván o de brujería. O por una cosa u otra pero la entidad sigue cosechando más guantazos que alegrías desde 1998. En 2023 se cumplirán 25 años sin ganar el título, un cuarto de siglo intentando conquistar un trofeo que acompañe al del Pamesa de Miki Vukovic. Hay formas y formas de caer y la de este viernes fue de las feas. Es cierto que el partido se decidió en los instantes finales pero un equipo grande, como lo es Valencia, no puede poner tiritas cuando cae como cabeza de serie contra un rival de menor presupuesto (que se mereció pasar la a final). El batacazo no tiene excusas y llegó, entre otras cosas, porque los taronja tiraron la primera parte a la basura. Apelar siempre a la heroica y a la remontada, son demasiadas ocasiones ya esta temporada, tampoco vale de mucho. Toca asimilar, analizar y levantarse porque queda el tramo más importante de la temporada (con la Euroliga en juego). En las 23 ediciones que han disputado los valencianos en la Copa, han caído en las primeras de cambio en 11 ocasiones. 4 en los últimos 5 años. También es un dato para analizar, puesto que hablamos de un lustro de grandes plantillas y proyectos. La Copa sigue maldita.

Tras hacer lo más difícil, levantar un partido que parecía perdido, los valencianos no supieron rematar. Con 72-67 (parcial de 53-28 desde la máxima renta del UCAM), Aróstegui falló un triple que hubiera puesto un +8 y, después, no se supo leer la enorme superioridad en la pintura con Lima y Cate con cuatro faltas. Ni la lesión de Taylor, que anotó la canasta del 'cojo' (80-81). Un triple de Prepelic (83-81) fue contestado por otro de Webb donde Rivero no logró llegar (83-84). La bola caliente fue para Van Rossom, que falló un triple a 20 segundos para el final. Había que hacer falta... y llegó 13 segundos después. El último de los despropósitos. McFadden anotó los dos tiros libres (83-86) y los de Peñarroya aún tuvieron dos opciones de forzar la prórroga, de Prepelic y Van Rossom, pero el destino ya estaba diseñado.

Lo más doloroso de la primera parte de los taronja fue que lo mejor, de largo, era el resultado (33-52). El baño sobre la pista fue tan grande, en las dos partes del parquet, que lo más lógico era que el partido estuviera muerto. Un -19 es una estocada... pero no mortal. El resto de parámetros fueron devastadores en ese momento de partido. Con un equipo taronja con alergia a la zona, algo insólito con la fortaleza de su juego interior, los de Peñarroya se fueron desesperando a base de cada triple fallado. No es la primera vez que le ocurre en un partido malo. El 2 de 15 en ese rango fue una herida, más grande aún comparado con el 10 de 21 del rival. El Valencia Basket, además, estuvo muy blando en el rebote. De los 20 rechaces que volaron sobre el aro taronja, el 40% fueron capturados por jugadores murcianos. Un drama.

Valencia Basket

83

-

86

UCAM Murcia

  • PARCIALES 14-28, 19-24, 31-9 y 19-25

Lo más doloroso es que esa dinámica comenzó a vislumbrarse casi desde el arranque, con McFadden y Taylor poniendo las primeras ventajas (4-11). Era demasiado pronto para que el rival acusara anímicamente algo así, pero el Valencia Basket parecía bloqueado. Hasta en los jugadores de banquillo, unas estatuas de sal que eran equidistantes a la adrenalina de los pupilos de Sito Alonso que celebraban con rabia cada canasta de sus compañeros. Sito, por cierto, llegó a Granada unas horas antes del partido tras dar negativo en la última prueba. La psicología también es importante en el deporte y su llegada, a buen seguro, también activó a un vestuario que quería romper los pronósticos en un torneo que no disputaban desde 1996. La ilusión de su gente, llenaron uno de los fondos, también fue un contraste con el poco tirón taronja en la Copa, con varios pequeños grupos de aficionados pero diseminados por la grada y que sólo se oyeron cuando su equipo remontó en el arranque de la segunda parte. Eso también es para analizar puesto que la tendencia en las últimas ediciones, la de 2021 no cuenta para nadie, es que la marea valenciana es complicada de volver a ver en una edición copera.

El Valencia Basket siguió estrellándose contra el aro donde los jugadores de los ocho equipos en Granada argumentan que está más duro y que bajan los porcentajes (la presión alta del balón tampoco está gustando) para firmar un 10 de 33 en tiros de campo en la primera parte. Obviamente, la culpa no fue de esa sensación (se llegó a bajar la canasta un par de centímetros en el calentamiento al constatar que no tenía la medida correcta). Más bien, lo que estaba en cuestión en ese momento era el orgullo taronja. Así lo dejó claro Peñarroya en el micrófono de Movistar: «Si nos tenemos que ir de la Copa que no sea por no competir».

Ese arreón ya lo había utilizado unos minutos antes en el vestuario y sus jugadores salieron como motos al tercer cuarto. De la mano de un Rivero explosivo, con ocho puntos seguidos, y la defensa de Claver (inédito en la primera parte) el Valencia Basket le pegó al partido un revolcón poco visto en una Copa, con un parcial de 21-0 en cuatro minutos (54-52) cerrado con dos tiros libres de Rivero. El problema es que la remontada no llegó al final sino con 15 minutos por delante. Un mundo. Tras el 64-61 al final del tercer cuarto, los taronja no supieron rematar. Peñarroya tampoco acertó sentando a Dimitrijevic en el momento más caliente. Fue una tarde para olvidar.

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