«Salí con la certeza de buscar el cuerpo de un compañero»
El jefe se seguridad del Circuit de Cheste, Germán Gómez, rememora un año después de la trágica cómo fue el rescate de un operario al que se daba por muerto: «Se cortó la llamada y vimos como el coche era arrastrado por la corriente»
A las seis de la tarde de hace justo un año, este miércoles 29, el Circuit Ricardo Tormo de Cheste ya era, literalmente, una isla. ... Al norte, el barranco del Poyo ya se había desbordado y, al sur, el de Sechara también había mutado en un mar que arrancaba todo lo que se ponía en su camino en el aparcamiento principal del circuito. Bloques de hormigón de cuatro toneladas incluidos. Al este y al oeste, esas dos barrancadas habían provocado el colapso de los accesos. Ese es el panorama que se encontró Juanma Fernández, un operario de seguridad del Circuit, que en ese instante estaba intentando acceder a las instalaciones con su coche. Una media hora antes, el jefe se seguridad del Ricardo Tormo ya había ordenado cerrar las puertas y prohibido que las 120 personas que en ese momento se encontraban trabajando dentro se marcharan a casa. Una acción que les salvó la vida, aunque en ese momento nadie era consciente de la magnitud de la tragedia que les estaba, literalmente, rodeando.
«Vimos que maniobró marcha atrás unos metros hasta quedarse en una zona que consideró más segura. Nos llamó por teléfono pero de repente se cortó y vimos como el coche era arrastrado por la corriente», rememora Germán Gómez, el jefe de seguridad del Circuit, que aún sabedor del final feliz de la historia es incapaz de contener el tono de angustia. Esa es una de las marcas que ha dejado la trágica dana a todos los afectados, la del terror aún a sabiendas de que lograron salvar la vida. «Ese fue el momento más duro porque lo dimos por muerto. Vimos por las cámaras como el coche se iba y empezaba a hacer cosas raras», sentencia. En ningún momento observaron que su compañero había logrado salir del vehículo con lo que la suma de la pérdida de la comunicación por teléfono, que ya no dio señal, y la atroz imagen del coche transformado en un juguete de la corriente hizo a todo el mundo temer lo peor.
Si algo se pudo confirmar los días siguientes de las trágicas barrancadas, es que cada zona afectada tuvo un horario en la inundación y en la bajada del nivel del agua, dando paso a las toneladas de lodo. En Cheste esa mutación llegó sobre las 23 horas del fatídico 29 de octubre de 2024. Eso sí, con una total oscuridad puesto que la electricidad había dejado de funcionar y sin contacto con el exterior, ya que la cobertura tanto telefónica como de internet había caído. La sensación de miedo era tal dentro de la 'isla' del Circuit que, como ocurre en las películas apocalípticas, muchas de las personas que estaban dentro eran reacias a abrir las puertas, por temor a que entrara el agua o que los que fueran al rescate de los tres desaparecidos que en ese momento se tenían ya no volvieran. Pero Germán tenía claro que no iba a dejar a su compañero varado dentro del coche en algún punto indeterminado de las montañas de lodo. «Salí con la certeza de ir a buscar el cuerpo de un compañero», sentencia Gómez antes de esbozar una sonrisa comprensible, puesto que su mente era sabedora del final de la historia: «La sorpresa fue que me lo encontré limpiando el coche. Nos dejó alucinados». Afortunadamente, la corriente no llevó a Juanma al desbocado cauce del Poyo, donde hubiera fallecido con total seguridad como les pasó casi en paralelo a los cuatro empresarios que regresaban de comer a Valencia desde Cheste, y que se vieron sorprendidos en una de las vías paralelas al Ricardo Tormo. El empleado de seguridad, y su coche, aparecieron a unos 20 metros de la rotonda que preside la estatua del legendario piloto de Canals.
Superado el gran susto de Juanma, aún restaba encontrar a los otros dos desaparecidos. Afortunadamente, también son historias con final feliz. El caso que más angustiaba era el del conductor del camión que fue, por cierto, el caso que activó la decisión del jefe de seguridad de que nadie saliera del Circuit. Al inicio de la barrancada, un camión que estaba cerca de la zona del parking intentó llegar a la A3 y se vio sorprendido por la corriente. «Le salvó la única estructura de señalización que quedó en pie. Se quedó encajado ahí el camión y no cayó al barranco», relata el jefe de seguridad con la certeza de que de no haber sido así «hubiera sido trágicamente una de las víctimas de la dana». El tercer rescate fue el menos dramático porque se trató de un empleado de la campa de coches que se quedó aislado pero que pudo resistir el empuje del agua subido encima del chasis de su coche puesto que la corriente y el nivel del agua, afortunadamente, no era tan alto en la zona donde estaba.
Una vez realizado un último recuento y con la certeza de que todas las personas que en el Ricardo Tormo se tenía constancia de que estaban en sus instalaciones, o en una zona cercana, a salvo se inició una segunda fase de la emergencia. Con más de un centenar de huéspedes en estado de shock, había que habilitar un plan. «Cuando todo se calmó lanzamos varias expediciones con vehículos a ver el estado de las carreteras y nos dimos cuenta que estábamos encerrados. Teníamos todas las vías destruidas, colapsadas o inundadas de barro. No podíamos salir y ahí es cuando empezamos a preparar todo el tema de albergues o comida», recuerda el responsable de seguridad: «Los compañeros de mantenimiento nos abrieron las máquinas de vending. Al día siguiente creamos grupos de trabajo porque la información que teníamos era que no sabíamos el tiempo que íbamos a estar aislados y encerrados».
Cuando amaneció en Cheste las imágenes fueron más aterradoras, porque esa certeza de estar aislados por un mar de lodo y de caminos con el asfalto roto estaba al lance de la vista. Ahí, cuando pudieron ir recuperando alguna comunicación con el exterior, fue cuando esas 120 personas que pasaron la noche el 29 al 30 de octubre de 2024 en las instalaciones del Ricardo Tormo fueron conscientes de la magnitud de una tragedia que había asolado, como un tsunami, todo lo que se puso por su camino desde el punto donde estaban hasta L'Albufera. «Empecé a hacer llamadas a gente que conozco de tráfico y nos informaron que estaba todo arrasado», relata Germán. Tras una horas de incertidumbre, la tarde del 30 comenzó el final de la pesadilla en el Circuit: «Pude contactar con un compañero que me dijo que habían logrado despejar un carril de la A3 y que ya se podía ir desalojando vehículos. A partir de ese momento ya dimos por finalizada la fase de emergencia dentro del circuito».
¿Qué enseñanzas ha dejado la tragedia un año después? «Nosotros ya teníamos un protocolo específico», razona «pero en 23 años jamás había visto el volumen de agua que salió del barranco esa tarde en tan poco tiempo. Fue algo terrible. ¿Qué plan de emergencia puedo hacer ante unas inundaciones que me bloquean las cuatro salidas?». El plan de contingencia del Ricardo Tormo recoge que en caso de que se inunde el entorno del barranco de Sechara, se abren rutas alternativas. Ahora, ese plan estará obligado a ajustarse a una catástrofe que aúne un desborde de Sechara y del Poyo. Algo que jamás había sucedido. En un año donde se ha fiscalizado el volumen de información a tiempo real que se tenía de los caudales de los barrancos, en el Circuit aumentó la preocupación desde primera hora: «Tenemos nuestra estación meteorológica propia y esa mañana vimos un aumento importante en el caudalímetro y cómo el vado del barranco de Sechara ya desbordó. De repente pasamos de 0 a 100 en cuestión de segundos. Fue una ola que llegó de repente». Esa descripción, la de un nivel de agua desbocado de repente, es la que fue arrasando desde Cheste toda L'Horta Sud. Y aterra sólo leerla.
«Cambiamos garrafas de gasolina por bocadillos»
La mañana siguiente de la tragedia, se activó la búsqueda de alimentos para el más de centenar de personas que habían dormido en el Ricardo Tormo. Así lo recuerda Pablo Pernía, su director de comunicación: «Llegamos andando al restaurante La Carreta y cambiamos garrafas de gasolina que les podrían venir bien para cuando pudieran salir los vehículos por bocadillos. Ellos ayudaron a muchísima gente que quedó atrapada en la A3 y que salió de sus coches».
La testigo que lo vivió todo desde la torre de control del trazado
Yolanda Muñoz trabaja de responsable de atención al cliente en el Circuit y el día de la dana estaba en su puesto de trabajo en la mítica torre de control del Ricardo Tormo. Desde allí fue testigo de la tragedia: «Por la mañana, el director nos comentó que si alguien podía teletrabajar que lo hiciera. En mi caso estaba con el tema de los pases de MotoGP y necesitaba estar aquí. Estaba sola en la torre hasta que acabé a las cinco y solo veía que llovía mucho. Cuando fuimos conscientes de que no podíamos salir pero tampoco podía llegar nadie a por nosotros fue un momento de shock. En mi caso vivo en Riba-roja y al día siguiente me costó hora y media llegar a mi casa. No pude parar de llorar porque todo lo que veía por el camino era como estar en la película de Lo Imposible».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión