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Juan Carlos Alonso
Valencia
Sábado, 24 de mayo 2025, 20:45
El Alevín F del E1 Paiporta ha cerrado hoy una temporada que será difícil de olvidar. No por el subcampeonato que han conquistado, sino por ... la travesía que les ha llevado hasta allí. Durante casi tres meses —desde octubre hasta finales de enero— estos niños de 11 años no pudieron pisar un campo de fútbol. La culpa, una dana que dejó inutilizables las instalaciones deportivas del club.
En ese paréntesis obligado, ni césped, ni porterías, ni rutinas. Tan solo la voluntad de unos padres, un entrenador ejemplar y la pasión de 13 pequeños que solo querían seguir jugando al fútbol.
«Ha habido semanas en las que entrenaban en un parque, sobre cemento, y con porterías improvisadas. Otras veces, nos dejaban un campo, pero no siempre había disponibilidad. Había que coordinar coches entre los padres, y muchos niños se quedaron sin poder ir», explica Óscar, padre de Oliver, uno de los jugadores.
El equipo llegó a entrenar con tan solo tres o cuatro jugadores. La plantilla completa —12 chicos y una chica— rara vez coincidió. Las ausencias no fueron por falta de ganas, sino por imposibilidad: familias sin medios de transporte, campos ocupados, desplazamientos largos. Pese a todo, el grupo siguió adelante gracias al «gran compañerismo que ha habido», confiesa Óscar.
El impacto emocional también fue duro. «Algunos niños, al reencontrarse con sus compañeros tras semanas sin verlos, se emocionaban».
El partido final en Puzol fue, más que un duelo deportivo, el broche a una historia de superación. Se enfrentaban el primer clasificado, el Picassent, contra el segundo, el E1 Paiporta. El empate no le servía al Paiporta, solo la victoria les daba el campeonato. Tras una primera parte apretada, que finalizó 0-0, todo se decidiría en la segunda mitad. El resultado, sin embargo, fue esquivo, 1-2. Un resultado que dejó lágrimas, sí, pero también una sensación de victoria moral que pocos campeonatos igualan
Al finalizar el encuentro, hubo pasillo, camisetas conmemorativas, y sobre todo, sonrisas. «Los niños se quedaron jugando en el campo más de una hora después del partido. Querían seguir jugando, como si el resultado no importara. Y eso dice todo», resume Óscar.
La gesta del Alevín F del E1 Paiporta no se mide en puntos, sino en resiliencia, comunidad y amor, todo esto, unido por un deporte tan bonito como el fútbol. Porque, aunque no hayan podido alzarse con el campeonato, y como comentaba Óscar antes del partido, «para los padres, los niños ya son campeones».
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