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Guardiola, en un partido con el Bayern.
Guardiola, querido enemigo
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Guardiola, querido enemigo

El regreso de Pep al Camp Nou reabre viejas heridas y provoca que salgan de las trincheras sus defensores y sus críticos, pero los jugadores ya sólo lo ven como un gran rival deportivo y los aficionados como un mito al que hay aplaudir, primero, y eliminar, después

P. Ríos

Martes, 5 de mayo 2015, 00:04

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En los últimos días, a medida que se ha ido acercando el Barça-Bayern de la ida de la semifinal de la Liga de Campeones, dos líneas de opinión han ido apareciendo en el entorno azulgrana en tertulias, debates y diferentes artículos protagonizados por periodistas o personas que presumen, o lo hicieron en su momento, de tener hilo directo con Pep Guardiola. La primera: la defensa pública a ultranza del mito de los banquillos aunque sea a costa de manchar la autoridad actual de Luis Enrique, que no tendría nada que ver con el asunto pero que recibe de rebote. La segunda: recordar que cuando se fue en 2012 fue para «no hacernos daño», como él dijo en rueda de prensa, algo que eleva a los altares de la bondad al entrenador y que deja por los suelos a los futbolistas, siempre con fama de caprichosos y rebeldes. La verdad es que cuando el desgaste llega a un vestuario nadie es tan bueno, ni nadie es tan malo.

Crisis pasajeras, huellas imborrables

  • Quizás Cesc Fàbregas sí tuviera alguna cuenta pendiente, pero ya es feliz en el Chelsea al lado de un entrenador con el que su forma de ser en privado encaja mejor Jose Mourinho. Y sí algunos tienen una pequeña espina clavada por algo, son los menos porque la mayoría (Iniesta, Xavi, Mascherano, Busquets, Pedro, Bartra, Sergi Roberto) lo siguen idolatrando.

  • El Barça se juega pasar a una final de la Liga de Campeones y eso ya es suficiente aliciente como para pensar en venganzas personales debido a crisis pasajeras del pasado. En estos casos, los aficionados, en un momento en el que reciben información y opinión al segundo a través de las redes sociales, son maduros y no suelen dejarse llevar por comentarios interesados, ni por reconstrucciones partidarias de la historia.

  • Pep Guardiola lo ganó todo con un fútbol excelente, hizo crecer a Messi y dejó una huella positiva que nunca se borrará. Será recibido de forma espontánea como lo que es, un gran barcelonista que triunfó en el banquillo. Y cuando comienza el partido, a eliminarle porque ahora entrena al Bayern, que en la semifinal 2012-13 se impuso 4-0 y 0-3 al Barça de Tito con tres goles ilegales, por cierto, en la ida. Pero eso nadie lo recuerda cuando se habla del famoso 7-0 global

De repente, un año después del 5-0 global encajado en la semifinal ante el Real Madrid, se recuerda a diario que el 1-0 del Bernabéu fue injusto por el fútbol realizado por el Bayern y que en el humillante 0-4 de Múnich Pep Guardiola se traicionó a sí mismo al apostar por un fútbol más directo, tras escuchar los deseos de los pesos pesados de su vestuario. El mensaje subliminal no es que la táctica la hicieron Lahm, Robben y compañía, como sucedería en un análisis del Barça actual, sino que el técnico de Santpedor no pudo plantear el partido como quería por las circunstancias.

Curiosamente, se sucede en las horas previas a esta gran cita futbolística la repetición de otro concepto: desde la crisis de Anoeta, en el Barça Luis Enrique pinta muy poco y Messi, Suárez y Neymar han hecho un frente común, liderados por el argentino, para torearle y asumir las riendas de la forma de jugar y de las victorias. No importa que Mascherano, futbolista a quien siempre se le puede escuchar, dijera el sábado en Córdoba que el mérito de que el Barça tenga opciones a ganar tres títulos es de Luis Enrique por su gestión de la plantilla. El conflicto siempre vende más y así es el Barça: se lava la imagen del entrenador rival y se ensucia la del técnico propio antes de un pulso trascendental.

Respecto a la relación de Pep Guardiola con los jugadores que tuvo a sus órdenes, siempre se ha comentado que en los últimos meses de aquella temporada 2011-12 se rompió la química que existía desde 2008. Nunca trascendió la lista oficial de las bajas que pedía, pero periódicamente se habló de que quería echar a Alves, Piqué, Cesc y Villa, entre otros. No, a Messi nunca quiso despedirle, pero sí veía que la llegada en el verano de 2011 de Cesc, el clásico conspirador de vestuario cuando se ve desplazado de la titularidad (Del Bosque también le conoce bien), se había interpuesto entre ellos y se había llevado de paso al tercer amigo de la etapa de cadetes: Piqué.

Por entonces Villa, antes de lesionarse de gravedad en Japón en diciembre de 2011, ya había mostrado su carácter ante Leo. Y otros futbolistas, como el propio Xavi, ya estaban cansados del control excesivo de sus vidas que ejercía el cuerpo técnico de Guardiola, con el ex waterpolista Manel Estiarte de vigilante incómodo. El desgaste en la relación personal era evidente y la filtración del once titular de un clásico vital para una Liga perdida fue la puntilla. Cesc era suplente... Con Sandro Rosell, presidente entonces, tampoco había feeling y para colmo encajó fatal que Tito Vilanova, su amigo y segundo entrenador, aceptara la oportunidad de ser su sustituto. Aquella amistad se rompió y nunca se arregló antes de que el cáncer acabara con la vida de Tito.

Decir que aquellos ex jugadores de Pep Guardiola le tienen ganas ahora también es excesivo. En el momento de máxima tensión con un entrenador tan exigente saltaron chispas. Incluso en el brutal inicio de la Liga de los 100 puntos de Tito Vilanova se apreciaba un deseo de todos de demostrar que el Barça podía ser grande sin Guardiola, además de una voluntad de ayudar a un técnico tan cercano como Tito. Pero con el tiempo aquellos jugadores valoraron todo lo conseguido y la forma como la consiguieron, con un fútbol maravilloso, con el hoy técnico del Bayern. El propio Messi, en el último partido de aquella Liga, se abrazó a Guardiola tras conseguir su gol 50 a modo de agradecimiento. Y en el último partido de esa etapa, la final de Copa ganada al Athletic, se vivieron escenas de alegría tradicionales y sinceras.

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