Sueldos indecentes
Por fin alguien de dentro, Íñigo Pérez, técnico del Rayo, denuncia la hipocresía de los profesionales al permitir ser tratados como ganado
En un mundo en el que un bombero forestal, jugándose la piel al cargar y descargar agua con el helicóptero para sofocar incendios, o los ... trabajadores sociales con personas dependientes rondan los 1.300 euros mensuales de sueldo, Ter Stegen, portero del Barça, se embolsa 25 millones brutos anuales. Viene a cuento de que, hasta ahora, nunca escuché un razonamiento desde los profesionales del fútbol como el de Íñigo Pérez, entrenador del Rayo, al preguntarle por la idea del presidente de la Liga, Javier Tebas, de disputar el Villarrreal-Barça en Miami. «Cobramos sueldos indecentes para lo que hacemos, pero no hacemos nada para salir de esto. Si quieres seguir cobrando y chupando del bote, hay que aceptarlo. Yo tampoco soy capaz de salir». Ni jugadores, ni entrenadores, ni árbitros se enfrentan a la atrocidad de partidos y torneos (y la proliferación de lesiones gravísimas), los encuentros en plena ola de calor, la Supercopa de España en Arabia o la enésima idea peregrina de Tebas: aquella de endosar a un grupo de turistas saudíes como jugadores en un puñado de clubes de Primera y Segunda. El escritor Muñoz Molina se crió en la «consciencia de que los recursos importantes son muy limitados», dijo en El País, y comparte una máxima con sus hijos: «La energía limpia es la que no se gasta». Viene al hilo de la desfachatez de gastar miles de litros de queroseno para recorrer 14.000 kilómetros a fin de disputar un partido de Liga en Miami y volver, cuando hay una casa, La Cerámica, y unos aficionados 'groguets' privados de uno de los mejores envites de la temporada.
Gourlay da muy tarde la cara. Aunque con dos meses de retraso, el nuevo CEO del Valencia, Ron Gourlay, se presentó ante la hinchada y sugirió un intento de acercarse a Europa. Ya es algo. Hay alguien a quien pedirle cuentas. En temporadas anteriores, el secretario técnico, Miguel Angel Corona, nunca estuvo cuando lo necesitábamos. Los seis fichajes (Agirrezabala, Copete, Santamaría, Ugrinic, Raba y Danjuma) son razonables (nada que ver con el ridículo del panzudo Coufried). Falta un delantero y un extremo, pero el tándem Corberán-Gourlay ha confeccionado una plantilla más competitiva, según se intuyó en el estreno ante la Real (1-1), marcado por un calor insoportable en Mestalla y por sendas ocasiones falladas una por cada conjunto (Oskarsson y Copete) abocando a un empate justo.
Montse Tomé, un desastre. Por mucho que disimularan, las jugadoras de la selección nunca creyeron en su entrenadora, Montse Tomé, desacreditada por su servilismo al caciquil Luis Rubiales, expresidente de la federación, y enemigo número 1 de las chicas de La Roja. Quedar subcampeonas de Europa al caer ante Inglaterra no debería considerarse un fracaso, pero lo fue. España cuenta con cuatro Balones de Oro (dos de Alexia y dos de Aitana), por no añadir el haberse quedado fuera de las medallas en los pasados JJ OO de París 2024. La Federación ha tratado con desdén a su equipo femenino y el recambio en el banquillo por Sonia Bermúdez tampoco es una garantía. Son las actuales campeonas del mundo y merecen un respeto por parte del ente federativo.
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